Pacifismos y Luchas por la Paz. Aclarando el panorama.


Juan Carlos Rois

  • 1 ¿Un único pacifismo?
  • 2.- Bifurcaciones
  • 3.- Pacifismos diferentes y propuestas políticas diferenciadas en el pacifismo .
  • 4.- La cada vez más relevante potencialidad de un enfoque antimilitarista y noviolento.
  • 5.- La noviolencia política no siempre es igual a pacifismo.

Repasando las caracterizaciones y manejos que los medios de comunicación al uso hacen de la paz y de las propuestas pacifistas, daría la sensación, según se mire, y casi siempre a conveniencia del discurso oficial, de que el pacifismo es un planteamiento trasnochado, en el mejor de los casos, buenista, sin eficacia para resolver los problemas del mundo (eficacia que se le presupone al modelo militarista a pesar de que la práctica varias veces milenaria del mismo no ha aportado mucho que digamos a la idea de paz, por imperfecta que la soñemos, y sí más bien a la de dominación y violencia rectoras y a la proliferación de la peste de la guerra), o bien,, de que sus luchas son testimoniales, románticas, deseables para un mundo de ángeles lejos de nuestro mundo real, y un largo etcétera de insinuaciones de irrelevancia.

También el poder, y si no que se lo digan a nuestra incendiaria ministra de defensa y sus corifeos, cuando quiere, es el más pacifista de todos, y bien que lo demuestra con los 20 conflictos militares en los que participa actualmente para promover la paz en el mundo, y los más de 20.000 millones de euros invertidos en ello desde 1987 hasta el día presente.

El poder, por lo general, tiene la llave de designar lo que es paz y lo que no lo es, lo que es violencia y lo que no lo es, y de demonizar y justificar a sus anchas violencias evidentes pero que le convienen o condenaciones a la protesta social y a la lucha por la paz cuando le parece bien, y por más que éstas se conduzcan por metodologías noviolentas.

La confusión es tal que muchas de las propuestas que habitualmente se divulgan como salidas de la caja de herramientas del pacifismo resultan a veces difícilmente conciliables dentro de una misma idea de paz. Y si no, ojo al parche, porque, según a quien oigamos, podemos ver dentro del saco del pacifismo, ideas como la de crear un ejército humanitario y unas fuerzas de paz, o transitar hacia un ejército europeo en vez de veintimuchos ejércitos nacionales, luchar contra las minas antipersonas, acuerdos de desarme nuclear, de reducción de armas convencionales, de control de armamentos, negociaciones diplomáticas, propuestas de desarme, lucha contra la banca armada, contra la industria militar, propuestas de desmilitarización, derecho “ad bellum”, derecho “in bello”, propuestas de resolución de conflictos con o sin facilitación de expertos noviolentos, ejércitos incruentos y noviolentos, paz negativa, paz positiva, transarme, paz por medios pacíficos, paz estructural y cultural, y así, un largo etcétera.

¿Son compatibles, o forman parte de una misma idea pacifista, estas múltiples propuestas de las “agendas” pacifistas? ¿Existe una idea de paz unitaria y unos intereses similares? ¿El batiburrillo de propuestas permite diseñar una verdadera agenda de paz? …

En el presente trabajo pretendo aportar un poco de luz en un panorama demasiado confuso, tanto que podemos afirmar, para anticipar las conclusiones, que no es posible hablar de un movimiento pacifista unívoco, sino de diversos “pacifismos”, que parten de presupuestos metodológicos y de aspiraciones de paz muy diferentes, a veces incompatibles entre sí e incluso antagónicos.

Y bien pudiera ocurrir que, aspirando a una paz de contenidos estructurales y transformadora, por mor de la confusión, apoyemos un pacifismo formal, sensiblero y reforzador del marco general del orden vigente, haciendo el caldo gordo a quienes, como dijo en su día el cantar, hablando de la propuesta de paz/OTAN felipegonzalesca, hablan con lengua de serpiente.

1 ¿Un único pacifismo?

Aunque al hablar de pacifismo parece que todo cabe en el mismo saco, de anchas tragaderas, y que hay un pacifismo monolítico, acudiendo a los autores que han estudiado los pacifismos (citemos, principalmente por su accesibilidad en castellano, los distintos trabajos de Aitor Díaz Anabitarte al respecto, así como las caracterizaciones de Utopía Contagiosa en su libro “Política noviolenta y lucha social”), podemos hablar no de uno, sino de muchos pacifismos y bien distintos.

Pero vayamos poco a poco hacia una caracterización de “los” pacifismos.

a.- Preconceptos y motivaciones

Encontramos al menos cuatro vías diferentes de acceso a la idea pacifista:

  • Una primera vía, de acceso a la idea y los sentimientos “pacifistas” como compromiso personal, que procura amoldar la propia personalidad y el propio compromiso a los ideales de paz.
  • Una segunda vía afirma el pacifismo como ideal, posición teórica o doctrina, ya sea de índole filosófica, ética, religiosa o ideológica.
  • Y una tercera vía conduce al pacifismo como teoría o práctica política de regulación social o política.
  • Una categoría del pacifismo como movimiento social plural de lucha por la paz, a su vez muy diversa en sus enfoques y en las propias concreciones y aspiraciones de paz.

Conforme a esta clasificación cabrían al menos cuatro niveles de compromisos por la paz y de impulso para el trabajo por la paz por parte de los distintos pacifismos:

Es importante apreciar las diferencias de estas cuatro escalas de adhesión al ideario pacifista, porque en cierto modo predeterminan nuestras prácticas concretas y, también, nuestras adhesiones a unas u otras propuestas pacifistas. Según la motivación impulsora de nuestro modo de actuar, nuestras adhesiones pacifistas serán más o menos emocionales, comprometidas, pragmáticas, críticas, vivenciales, … Ello es así porque los preconceptos e ideas de paz condicionan de forma significativa las propuestas de acción personal y colectiva.

También los grupos pacifistas se mueven por estas orientaciones y se caracterizan por el más o menos acusado carácter personal, ideático o político de cada una de estas vías en su dinámica y motivación, lo que hace que nuestra identificación con dichos grupos también tenga mucho que ver con su impronta y metodología de acción.

b.- Dos grandes itinerarios de los pacifismos.

Partiendo de las distintas aspiraciones de paz y de las diferentes propuestas con las que se pretende alcanzarla, podemos hablar de una bifurcación en dos grandes itinerarios de los pacifismos.

  • El primero basa su motivo de preocupación y por tanto su marco de comprensión y su propuesta de paz en la lucha contra la guerra y en la idea de paz negativa, como ausencia de guerra.
  • El segundo basa su apuesta en una idea de construcción de la paz en positivo, algo más que parar la guerra.

Mientras que el primer itinerario busca un camino para la paz, el segundo, parafraseando a Gandhi, quiere hacer de la paz el camino para una nueva humanidad. Mientras la primera vía admite grados de pragmatismo y aceptación de la idea de paz armada y negativa (a veces grados de conformismo aberrantes) y puede ser promovida tanto por pacifistas “antibelicistas” o incluso antimilitaristas, como por algún que otro militar y ministro de defensa que se declare pacifista y legitime los ejércitos para construir su paz (como es el caso de los que ahora pueblan el bando de los halcones europeos en la guerra de Ucrania); la segunda vía siempre nos impelerá a rebasar nuestro propio límite de conformismo y a añadir que “todavía no” hay paz y que quedan caminos por explorar y paces por hacer siempre más allá y a la espera.

Lo representamos con el siguiente esquema:

Habría con ello dos orientaciones principales del pacifismo: una antibelicista, a su vez con diversas intensidades respecto al rechazo total o parcial de la guerra singular o de las guerras en genérico, y otra de carácter más holístico y transformacional, que no sólo aspira a controlar o suprimir la guerra, sino, además, a provocar un cambio alternativo de estructuras hacia mayor realización de la dignidad humana, de los derechos humanos, de la seguridad humana, de la comunidad humana donde idealmente todos cuidasen de cada uno -incluyendo a todos los seres vivos- o de la propia de coevolución de la vida con la naturaleza en el planeta tierra.

2.- Bifurcaciones

Definidos dos grandes itinerarios, la cosa empieza a complicarse. En cada uno de los dos itinerarios que hemos definido se producen otras bifurcaciones que caracterizan los distintos pacifismos concretos y las propuestas que son capaces de desarrollar para alcanzar su idea de paz.

En primer lugar, cada uno de estos itinerarios, a su vez, mantiene internamente dos grandes enfoques en tensión y que tienen que ver con la actoría y el tipo de contenidos de la paz a construir:

  • El primero, que pone su punto de mira, ya sea como actores principales o como interlocutores, en lo oficial: actores institucionales, estados y naciones, organizaciones internacionales y expertos y profesionales cualificados
  • El segundo, que pone el acento en lo no oficial y en el protagonismo de las sociedades, las colectividades y en agentes más o menos populares o especializados, pero no oficiales ni estatales.

Como es lógico, el enfoque de paz positiva o negativa y el énfasis en lo oficial o en lo no oficial implicará objetivos de paz diferentes y propuestas de su construcción o consolidación de la paz también distintos, no siempre coincidentes y a veces incluso incompatibles entre sí.

a.- Pacifismos antibelicistas: realista versus radical.

Desgranando un poco más estos itinerarios del pacifismo, el de signo antibelicista cuenta con una nueva bifurcación que diferencia una corriente que podríamos llamar “relativa” o realista, de otra que llamaremos “absoluta”, radical o incondicional, así como una serie de articulaciones y gradaciones, más o menos posibilitas, oficialistas o desde abajo, entre una y otra.

La primera. La relativa o moderada, considera que la paz sólo se puede alcanzar en grados inestables, con arreglo a las circunstancias del momento, a los actores estatales o supraestatales en juego y sus capacidades (militares o de otro tipo de recursos y habilidades) y de las oportunidades disponibles. Se fija sobre todo en medidas de limitación de la guerra, tanto del derecho a hacer uso de ella como del modo de conducirse en la misma y las medidas de confianza mutua y equivalencia militar necesarias para prevenirla en lo posible. Este tipo de pensamiento ha dado lugar, por ejemplo, a teorías de realpolitik de disuasión militar y “paz armada” enfocadas a hacer la guerra algo improbable por el nivel de fuerza asegurada por los contendientes. La lógica de esta metodología de paz conduce, como han analizado algunos teóricos de otros pacifismos, a una paz fría y terrorífica y a verdaderos contrasentidos que hacen irreal la lógica de fondo de estos propósitos.

Con algún matiz más, ocurre lo mismo con los planteamientos, que también asumen la lógica militar de prevención y disuasión, de desarme.

A su vez, las propuestas absolutas suelen ser de carácter más bien social, basadas en el apoyo a los resistentes a la guerra, de resistencia a la guerra y de objeción de conciencia a su preparación, de movilización social contra la guerra y solidaridad, etcétera.

Como hemos dicho, el pacifismo antibelicista comparte además dos enfoques bien diferenciados que caracterizan dos grandes líneas de trabajo: uno más institucional, centrado en las instituciones como protagonistas para la celebración de acuerdos de conformación del derecho bélico y humanitario (ius ad bellum e ius in bello), tratados de control de armas, confianza mutua y desarme, propuestas de paz jurídica y derecho “cosmopolita”, autoridades supranacionales para dirimir conflictos, etcétera; y otro enfoque menos institucional y más social, que buscaría presionar para parar las guerras en curso, para aportar apoyo humanitario, presionar a acuerdos de limitación de la guerra, configurar observatorios de análisis de conflictos y de estudio de la paz, e incluso proponer intervención civil y no institucional para la resolución de conflictos.

La paz jurídica enciende debates como, por ejemplo, si está justificado, y bajo qué condiciones, emprender una guerra y toda la doctrina de la guerra justa, hasta qué punto se justifican fuerzas militares multinacionales de paz, qué tipologías de armas hay que limitar o prohibir, el alcance de los tratados de desarme, los tipos de doctrinas militares, el comercio de armas y la investigación militar, que no alteran algunas condiciones de tipo estructural profundas en relación a las causas de las guerras ni del efecto causal-consecuencial que provoca la existencia de estructuras militares permanentes. Estos pacifismos conforman una línea no alternativa de la paz, y entienden que ésta requiere un camino de construcción política y jurídica y reformista centrada en acuerdos que preserven un estatu quo de ausencia de guerra, o paz armada.

La segunda línea de este pacifismo negativista se caracteriza por subir la apuesta y hacer de la prohibición incondicional de la guerra su sello de identidad. No se trata de moderar la guerra, sino de erradicarla. Puede tener un carácter marcadamente antimilitarista, o al menos de uno de los dos polos del antimilitarismo clásico: rechazar incondicionalmente la guerra, pero también su preparación y, con ello, quitar poder al militarismo, hasta la abolición de la guerra.

Esta segunda línea, de nuevo, puede conllevar otras bifurcaciones: una primera centrada en los aspectos más personales y éticos de oposición a la guerra, al reclutamiento y a toda colaboración con la guerra y su preparación; una segunda más centrada en la construcción jurídica de la prohibición de la guerra y de protección a los objetores a la misma, un nuevo enfoque basado en el apoyo y la solidaridad con los resistentes y desertores de las guerras, etcétera-

Lo vemos en el esquema siguiente

b.- Pacifismos de paz con contenidos.

Podemos ahora acudir a la otra gran orientación del pacifismo, la que hemos denominado de paz positiva, que busca no sólo parar la guerra y su lógica, sino también construir la paz con contenidos positivos. También en la misma hay líneas de acción diferenciadas y caminos bifurcados.

En ella se produce una primera división entre una línea no alternativa, que procura construir una paz positiva y rellenar de contenidos materiales la paz, pero dentro de un marco conceptual reformista y que asume el horizonte global de nuestros sistemas sociales y políticos como el mejor de los posibles, y una línea alternativa, que preconiza el cambio de paradigma global.

A su vez cabría una corriente que busca consolidar institucionalmente los cambios que la paz con contenidos sea capaz de provocar, poniendo el acento en los aspectos institucionales de éstos.

Dejando aparte la línea institucionalista que básicamente pretende consolidar institucionalmente los pasos que se puedan ir consolidando en la paz con contenidos, y que en gran parte podría subsumirse en la línea no oficial y no alternativa, la orientación que denominamos “no alternativa”, es una línea más posibilista y menos alternativista. Pretende ir más allá de la mera contención o abolición de la guerra, porque entiende la paz en términos de satisfacción de las necesidades humanas, de la realización de mayores cuotas de justicia o de progreso en la construcción de una sociedad más pacificada y democrática.

Puede incorporar una visión reformista de la paz que quieren construir y una apuesta por el gradualismo en la construcción de una paz siempre imperfecta. Sus logros en la concreción de los contenidos de esa paz han sido evidentes y han enriquecido la propia idea de paz, habiendo pasado a su vez por diversas fases evolutivas desde los años 50, desde su apuesta por la objeción de conciencia al reclutamiento y su esfuerzo por comprender y mitigar las causas de la guerra, hasta la apertura de la investigación teórica en las posibilidades de construir un concepto de defensa por otros medios (noviolentos), alternativa a la defensa militar, y la indagación sobre la resistencia civil como alternativa a la defensa militar, la construcción de los conceptos de paz estructural, la profundización de las ideas de conflicto latente y manifiesto, y el abordaje pacífico de los conflictos, dando lugar al nacimiento de la conflictología y su aplicación a conflictos tanto políticos como interpersonales, las propuestas de desarme, defensas no ofensivas, defensas civiles y el nacimiento de la idea de transarme como tránsito entre la defensa militar a la defensa civil.

La segunda línea de acción se ha construido sobre todo a partir de la práctica de lucha política de los grupos antimilitaristas y pacifistas de base, y en gran parte de espaldas a la construcción teórica de los anteriores, al centrar más sus luchas a resistir y negar toda colaboración militarista, implicarse en luchas en pro de la justicia social, experiencias de luchas noviolentas o por el cambio estructural, de las apuestas de otros grandes movimientos sociales o de implicarse en experiencias de contraste alternativo.

En el plano de la idea de paz asumen que ésta debe ser estructural y cultural y que implica un cambio radical de sociedad y de sus preferencias y que la lucha principal lo debe ser contra la lógica sistémica de la violencia. Ello lleva, a su vez, a la apuesta por defender otros valores, metodologías y estructuras sociales y no los mismos que defiende el sistema por otros medios.

c.- Líneas de acción en los pacifismos de paz con contenidos.

Este segundo itinerario del pacifismo, a su vez, ofrece una ramificada diferenciación de apuestas por la paz con contenidos, lo que caracteriza a su vez pacifismos y enfoques pacifistas diferentes y no siempre en perfecta convivencia entre sí.

  1. Por una parte, un pacifismo no necesariamente alternativista, centrado en rellenar de contenido la propia idea de paz, donde concurren básicamente dos grandes orientaciones:
  • la primera, centrada en la investigación teórica y el pensamiento para la paz (centros de investigación, institutos universitarios de paz, fundaciones, observatorios de conflictos, …). Estos centros pueden llegar a realizar interesantes propuestas, tanto teóricas como prácticas, de acompañar a la lucha por el desarme (y no tanto del transarme) de contenidos centrados en políticas públicas de mayor desarrollo de valores pacíficos y de apuestas por erradicar las causas culturales y estructurales de los conflictos violentos, tales como políticas de desarme y confianza, educativas, incluidas ciertas propuestas de educación para la paz, de solidaridad entre pueblos, etc.
  • La segunda, a veces promovida por estos mismos centros u otros igualmente especializados, de intervención directa en conflictos mediante mecanismos de resolución y transformación alternativos (por ejemplo, las propuestas de Galtung sobre las 3 R u otras aplicadas en conflictos comunitarios de centro y Sudamérica).
  1. Por la otra, las propuestas más radicales que buscan mediante prácticas activas de acción y lucha social quitar poder al paradigma dominante en todas sus vertientes y dotarnos simultáneamente de prácticas e instrumentos alternativos. En esta línea se encuentran el antimilitarismo que lucha no sólo contra la guerra y sus causas, sino por la desmilitarización absoluta, y también las propuestas de desobediencia con pretensiones de transformación, las luchas sociales en todos los campos y contra todas las violencias y contra el carácter paradigmático o rector de la violencia en nuestras sociedades, las propuestas de defensas alternativas y de transarme y un largo etcétera de luchas de ruptura en las que confluyen diversos movimientos sociales que preconizan el cambio de modelo global.

Podemos extractar las principales líneas de esta nueva bifurcación con el siguiente esquema:

3.- Pacifismos diferentes y propuestas políticas diferenciadas en el pacifismo .

La diversidad de propuestas pacifistas explica las diferencias de estrategias y no pocas faltas de sintonía entre unos y otros pacifismos.

Empecemos por mostrar un cuadro resumen de las propuestas políticas que pueden inferirse de los distintos enfoques pacifistas.

Ciertos pacifismos nunca aceptarían, por ejemplo, la desobediencia civil y la lucha social con pretensiones insurgentes como cauces para construir la paz, ni entenderían la importancia de aplicarse en luchar contra la violencia estructural y cultural en campos alejados a la guerra o a los ejércitos, mientras que otros pacifistas consideran loable pero insuficiente y desenfocado centrarse en la construcción de una paz jurídica que limite el derecho a la guerra o reivindique el desarme o que privilegie como actores de la paz a los lobbies, los gobiernos o las élites; por no hablar del choque entre quienes aspiran a la desmilitarización y quienes mantienen que la paz requiere de ejércitos de algún tipo, o entre quienes aspiran al desarme y quienes preconizamos la defensa alternativa y el transarme encaminado a esta.

El propio enfoque de lucha contra la guerra diverge en función de los enfoques pacifistas y mientras unos sectores pretenden su contención y regulación, la interposición de fuerzas de paz, o mecanismos de negociación que la enfríen, otros buscan su radical paralización y unos terceros luchan contra su preparación en tiempo de paz y no sólo en los países en conflicto, sino también en los apoyos de toda índole de éstos, en los canales de venta de armas y retroalimentación de conflictos y un largo etcétera, y otro sector más apuesta por luchar en todo tiempo por la desmilitarización social y estructural y el cabio de estructuras y valores culturales como herramienta necesaria para poner fin al recurso de la guerra.

4.- La cada vez más relevante potencialidad de un enfoque antimilitarista y noviolento.

En todos estos ámbitos y enfoques pacifistas, con distinta intensidad, la noviolencia puede formar parte de las propuestas de paz, luchas y esfuerzos para conseguirla.

Pero la gran potencialidad de la noviolencia es que puede ser, no sólo una lucha pragmática para parar una guerra concreta o para luchar por transformar las causas de todas ellas, sino que puede incorporar su particular metodología de acción a la construcción de una paz positiva y, más allá de los aspectos específicos de esta, en la lucha utópica tanto por la construcción de una alternativa global de defensa de las sociedades y de la seguridad humana y de la vida y su simbiosis, apuntando a un cambio del paradigma de violencia-dominación que impone el papel rector de la violencia, por un paradigma antagónico y alternativo de noviolencia-dominación que imponga modelos de sociedad y de modo de estar en el mundo colaborativos, justos, de cuidados compartidos, y de reencuentro y correlación colaborativa en una naturaleza interconectada en la que tenemos responsabilidades de hermanos mayores.

El pacifismo que apuesta por un modelo alternativo de defensa huye de la idea de una defensa militarista y de los mismos valores, estructuras y relaciones humanas que defiende el modelo vigente, pero por medios incruentos. Acentúa los aspectos de construcción social, movilización, empoderamiento de la gente, organización popular y lucha desde la base en la lucha por la paz por encima de la pura teoría o de las negociaciones institucionales.

Todo ello nos permitiría acudir a un mapa general de las diferentes rutas y propuestas del pacifismo, como el que propongo. Lógicamente no es exhaustivo y cabría hablar también de los puntos de vista compartidos y enfoques eclécticos, que también los hay.

Contemplamos así la existencia de múltiples pacifismos, con evidentes apuestas comunes y luchas que bien pueden combinar, pero con apuestas también divergentes y luchas entre sí menos compatibles e incluso irreconocibles, ya sea porque no todos los pacifismos aspiran a la misma paz, ni asumen idéntico grado de realismo político o de utopía, ni aceptan las mismas metodologías, actores, protagonistas, escenarios o dinámicas de actuación.

Por de pronto, bien podemos hacer un ejercicio de situarnos en el maremágnum de pacifismos, saber cuál es nuestro lugar y, sobre todo, cuál no.

Ello nos puede servir también para reorientar, en parte, nuestras propias agendas de luchas y prioridades y para situarnos frente a propuestas “pacifistas” que bien pueden ser un canto de sirenas ajenas a nuestras aspiraciones.

A mi personalmente me sigue llamando la atención la facilidad con la que aceptamos propuestas de “desarme” para nada transformacionales, campañas de reducción de armas o gastos militares que no ponen el acento en la desmilitarización y la aspiración de construir una paz más allá del realismo y el pragmatismo político, bellos discursos filosóficos inocuos sobre la paz o apuestas por las paces que son meros armisticios y no incorporan transformaciones estructurales, culturales, directas y sinérgicas de calado. No es que no rasquen, como dice Galeano, es que rascan donde no pica.

5.- La noviolencia política no siempre es igual a pacifismo.

Es probable que la asociación que generalmente se realiza entre noviolencia y pacifismo venga dada por la aspiración global y utópica de supresión de la guerra y de sus instrumentos y el ansia de paz común a tantas tradiciones filosóficas, religiosas, políticas y éticas.

También lo es porque un amplísimo sector del pacifismo (no todo) es noviolento en sus aspiraciones y metodologías.

Es común que desde instancias oficiales o de poder, que se arrogan el derecho a designar lo que es paz y lo que es guerra, lo que es violencia y lo que no lo es, se rechace la acción directa noviolenta desencadenada por pacifistas radicales, por ejemplo, mediante el bloqueo o el boicot ejercido contra una base o una instalación militar, o los escraches de señalamiento a señores de la guerra, porque les parezca una actuación violenta, mientras reivindican la aportación de tanques, como ahora ocurre con los aliados de la OTAN; en una guerra como la de Ucrania porque lo consideren un paso para lograr la paz y un compromiso pacifista.

Precisamente este batiburrillo de palabras vacías para designar luchas sociales es el que me llega a llamar la atención sobre la necesidad de diferenciar los diferentes pacifismos, porque se da el caso de que donde ellos dicen paz nosotros digamos guerra, o injusticia, como denunciaba Orwel en su distopía 1984,

La larga explicación anterior resulta pertinente para nuestro propósito porque:

  1. La noviolencia puede inspirar muchas propuestas del pacifismo y ofrecer tanto un amplio repertorio de acción para su reivindicación y progresiva e imperfecta construcción, como un marco de reflexión, análisis, interpretación y propuestas para el desarrollo de políticas pacifistas tanto antibelicistas como de profundización en la idea de paz positiva.
  2. Pero caben pacifismos que no son noviolentos, dado que la noviolencia no abarca ni es compatible con todos los pacifismos, particularmente los que asumen como aceptable el marco de la violencia rectora o el protagonismo de la violencia para la construcción de los cambios sociales. De hecho, casi ningún pacifismo basado en la paz negativa y de fines eclécticos, compatibles con el mantenimiento del militarismo y con diversos grados de ejércitos y fuerzas armadas, pacifismos que pretenden simplemente regular la guerra a la que consideran inevitable, es noviolento ni participa de una visión noviolenta.
  3. En la medida en que la noviolencia preconiza una práctica de cambio y una metodología para promoverlo, el acercamiento del pacifismo a la noviolencia, o viceversa, será más o menos intenso en función del papel que en los pacifismos tenga la acción noviolenta (no solo las ideas, los valores, los estudios) y el protagonismo del común, tanto con sus movilizaciones como en la exploración de prácticas de vida alternativas.
  4. La asociación pacifismo/noviolencia no es una equivalencia por tanto absoluta. Sólo ciertos pacifismos son noviolentos y sólo lo son en mayor o menor grado en función de la profundización mayor o menor que en el mismo se haga de las metodologías, prácticas y propuestas noviolentas.

Las aportaciones, en mi criterio, más fructíferas que puede hacer la noviolencia al pacifismo vienen de la mano de:

  • su aspiración y potencialidad de lucha radical e incondicional contra todas las violencias,
  • de apuesta por participar de la construcción de un paradigma alternativo de comprensión y organización/regulación de la sociedad desde parámetros reguladores antagónicos a la violencia/dominación y de
  • coparticipación en esta visión de largo alcance y en esta metodología de lucha con otros movimientos sociales y corrientes de lucha por el cambio radical y global, como son el ecologismo radical, el feminismo, el antimilitarismo, el altermundismo y diversas luchas sociales de enfoque insurgente y transformador.

Los campos donde con más ahínco han logrado intrincarse pacifismo y noviolencia han sido:

  • Las luchas de los resistentes a las guerras y del antimilitarismo radical en pro de la desmilitarización.
  • Las apuestas por la intervención alternativa en conflictos.
  • Las múltiples experiencias de desobediencias civiles para conquistar objetivos políticos y de justicia y de resistencia civil.
  • Las propuestas de defensas alternativas a la defensa militar.
  • El ejercicio de defensas sociales en diversos ámbitos sociales y políticos.
  • La disputa cultural por valores, prácticas y metodologías noviolentas y desobedientes.

La perspectiva noviolenta de lucha por la paz nos llevaría, haciendo uso de los esquemas que hemos desarrollado a la hora de abordar los conflictos, a establecer agendas de trabajo, objetivos y contenidos de la lucha por la paz, desde la noviolencia, que abarcarán aspectos inespecíficos de lucha contra las violencias y de transformación estructural, que habitualmente no forman parte de las reivindicaciones antibelicistas y pacifistas de protesta contra la guerra y a descartar algunas apuestas que consolidan las principales lógicas guerreras, como la existencia de ejércitos permanentes preparados para el ejercicio de la guerra, las políticas de paz jurídica basada en la consagración de un statu quo injusto y generador de conflictos, la acumulación de armamento, la investigación y venta del mismo y un largo etcétera al que más adelante nos referiremos.

A título de ejemplo, los distintos pacifismos pueden promover, ante el hecho de una guerra, diversidad de políticas y de enfoques. Con arreglo a tres tipos de parámetros podemos situar en un plano diversos tipos de intervención.

Dichos enfoques son:

  1. Uno primero que establecería una escala que va desde un enfoque de paz entendida como paz negativa (ausencia de guerra) a otro de paz positiva (paz con contenidos).
  2. Uno segundo, que establecería una segunda escala que iría desde un enfoque centrado en el protagonismo de políticas y actores institucionales y estatales hasta otro centrado en actores no institucionales y sociales.
  3. Y un tercer enfoque que establecería una escala que va desde intervenciones especializadas y profesionalizadas a intervenciones más populares o de base.

Conforme a la combinación de estos tres tipos de respuestas, podríamos caracterizar más o menos cinco grandes modelos de políticas hacia la paz y de abordaje de conflictos que, en determinados casos, comparten puntos entre sí, como vemos en el cuadro siguiente.

Podemos observar así las diferencias de los enfoques generales que caben desde ópticas pacifistas netamente diferentes y también los puntos de encuentro que pueden llegar a compartir.

Los enfoques noviolentos es probable que asuman mejor las apuestas pacifistas en la medida en que promuevan más una paz con contenidos que una paz negativa, que radicalizan la lucha contra las violencias y que buscan hacer tanto del diálogo, la mediación, la solidaridad y la acción popular sus principales ejes de acción.

Por eso mismo es más coherente para el pacifismo noviolento participar de enfoque pacifistas de los que hemos señalado como de mayor tendencia a lo no institucional y lo social, combinado con lo más popular y de base y la idea de paz como promoción y contenidos, y que recelen con más nitidez los planteamientos cuanto más cercanos sean a la paz negativa e institucional, más centrada en élites y especialistas.

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