15M El cambio imprescindible


No es fácil hablar del 15M diez años después de su nacimiento, no sólo por la complejidad y riqueza del movimiento sino también por la subjetividad con la que lo vivieron personas, grupos sociales e instituciones. Desde nuestra perspectiva, fue un movimiento pacifico, creativo y en ocasiones, explícitamente Noviolento. 

Su irrupción en sol hizo que la política bajara a las plazas, que los debates dejaran de ser cosas exclusivas de expertos en el Parlamento y en los platós, que todas pudieran participar, expresarse con respeto y hacer propuestas. En definitiva, nos dio la palabra. 

Fue un movimiento al margen de todo lo institucional, crítico pero también constructivo. Fue un movimiento inclusivo, tanto en las asambleas como en las manifestaciones, abierto a todas las edades y todas las personas, reacio a fomentar liderazgos. Fue sorprendente la capacidad de organizar asambleas con traducción simultánea a lenguaje de signos y con unos rituales de aplauso, crítica, petición de palabra… que reducían al mínimo el ruido y fomentaban el respeto. Es de destacar el elevado concepto de democracia, que no se conformaba con simples mayorías, sino que buscaba el consenso hasta la extenuación, conscientes de que a veces lo mejor se esconde en las minorías. El propio lenguaje traslucía no sólo una manera distinta de entender la democracia y la política sino también las relaciones humanas y los servicios. Fue especialmente llamativo que en los miles de actos, asambleas y manifestaciones apenas hubiera incidentes y que lo que antes eran “servicios de orden” en el 15M fueran “grupo de respeto”, con una concepción totalmente novedosa y dinámica. ¿Se imaginan que esta filosofía hubiera triunfado y que en vez  de tener policía sancionadora y represiva tuviéramos educadores en el respeto, que sólo en situaciones excepcionales utilizaran la violencia?

El 15M suscitó la simpatía de gran parte de la población, tanto por sus mensajes como por la manera de ponerlos en práctica. Sin embargo, desató también el miedo entre las minorías que detentan los distintos poderes, que se veían reflejados en sus críticas y que temían perder el control. Así, Esperanza Aguirre no dudó en llamarles perroflautas, facilitando el nombre de uno de los colectivos que aún persiste, Yay@flautas. 

Comenzaba así la criminalización de un movimiento al que no se le podía rebatir por sus ideas ni por sus propuestas, sino por los estereotipos de la apariencia: son sucios, beben, tienen piojos… Pronto seguiría la persecución por todos los medios. El derecho a manifestarse se vio amenazado por las continuas multas que la Delegada del Gobierno Cristina Cifuentes nos imponía. Comenzaron a aparecer en las asambleas infiltrados y saboteadores. Como buena parte de las multas eran anuladas por los jueces, el Partido Popular acudió a la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como Ley Mordaza, para poder sancionar y criminalizar la protesta, facilitando también el abuso policial y torpedeando -como lo han reconocido organismos internacionales- el ejercicio de los derechos y las libertades. Aun así, los barrios cobraron nueva vida con las asambleas y numerosos grupos de trabajo. 

Desde la política se retó a los indignados a “hacer política y cambiar las cosas desde dentro”. Una parte aceptó el reto de someterse a sus reglas de juego para cambiar las cosas. Hoy podemos constatar el empeño de todos los poderes del Estado en practicar el juegos sucio para que nada cambiara. La financiación ilegal que atraviesa a toda la estructura del Partido Popular y a lo largo de los años sería motivo de descalificación y expulsión en cualquier deporte. La estrategia política, judicial, policial y mediática ha sido practicar el juego sucio en un intento de mostrar que todos los políticos y los partidos son igualmente corruptos, ¡flaco favor a la democracia!

Las numerosas causas, admitidas por los jueces, sobre la financiación ilegal de Podemos no han podido demostrarlo, pero su gran difusión mediática ha conseguido que la inmensa mayoría de la ciudadanía crea que es un partido que se financió ilegalmente. ¡Objetivo conseguido! De extrema gravedad es el uso de las conocidas “cloacas del estado” no sólo por la podredumbre democrática que supone, sino por la conciencia patrimonial de la política que revela en quienes la ejercen, sin que haya habido consecuencias para el partido. La lista de zancadillas sería larga y tediosa y no parece que el árbitro, la justicia, quiera en su conjunto que se practique el juego limpio. 

Una buena parte del 15M sigue pensando que “nuestros sueños no caben en sus urnas”. De nuevo, los poderes fácticos han criminalizado también las asambleas de barrio, los grupos de apoyo mutuo, los centros sociales, los comedores populares, los grupos de vivienda… intentando torpedear toda acción de solidaridad, de aprendizaje de tareas, de autoorganización, de creación… que no tenga el visto bueno de los poderes fácticos. 

La indignación del 15M no ha muerto, está en parte amordazada y silenciada, pero sigue viva. Las instituciones han desaprovechado la oportunidad de una renovación pacífica, justa y necesaria de nuestra democracia, nacida con el cordón umbilical de una dictadura militar, amamantada por las mismas instituciones de la dictadura y vigilada con continuo ruido de sables por un ejército que siguió venerando al Caudillo. 

Cerrar las puertas a la protesta, cerrar las vías no convencionales de creación, participación o asociación no garantiza que quienes defienden sus privilegios los tengan asegurados. La historia nos enseña que, de una manera u otra, los pueblos acaban intentando quitarse las mordazas. 

Sabemos el sufrimiento, el dolor y el desgarro humano que supone el uso de la violencia, también el de la violencia institucional, por eso insistimos en la Noviolencia para superar las situaciones de injusticia. Aprovechemos la fuerza pacífica y creadora que impulsó el 15M para acometer las transformaciones sociales y políticas imprescindibles pues, si la violencia estallara, será ya demasiado tarde para apelar desde el “desorden establecido” al diálogo, a la concordia, al sentido común, al imperio de la ley y al orden. De nada servirán las hipócritas declaraciones de condena de toda violencia, de que todos somos iguales ante la ley y de que en democracia todas las ideas son defendibles pacíficamente. 

Alternativas Noviolentas.