De nuevo FEINDEF amenaza nuestra paz


Pero que requetebién. Nos faltaba la música militar para poner la guinda en el quehacer “a la madrileña” que domina el imaginario paisajístico del momento.

Y ya la tenemos, bien estridente, para noviembre.

Los días 3 a 5 de noviembre IFEMA, en Madrid, acogerá la nueva feria de los señores de la guerra FEINDEF, organizada por la Fundación FEINDEF que preside el expresidente de defensa García Vargas.

Ya tienen apalabrados 168 stands donde se representan las principales industrias militares autóctonas y las más relevantes de Europa, EE. UU. y otros países (48 en total).

Es todo un lujo. Lo que necesita Madrid es encanallarse más aún y acoger una feria de armas para celebrar el festín de libertad basada en cadenas que promociona la política de moda.

Informa de ellos el portal de INFODEFENSA, una fuente privilegiada de noticias sobre (y a favor) del sector de la defensa. 

Llama la atención la participación “institucional” del estado español: los ministerios de Defensa e Interior, por supuesto, y, por descontado, el protagonismo del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, “INTA” (el organismo autónomo militar encargado de la investigación militar). Pero no acaba ahí: también los ministerios de Ciencia e Innovación; Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, e Industria, Comercio y Turismo, formarán pare del stand oficial, los cuales “mostrarán su contribución al sector de la defensa y la seguridad”, según dice la publicidad del evento. En la publicidad de Infodefensa se les ha olvidado el patrocinio del Ministerio de Universidades, otro que tal baila.

1 .  ¿Y cual es la contribución susodicha? 

Una contribución diversa que vamos a repasar. 

Primero, una brutal contribución económica: 

Al margen de otras lindezas, estos ministerios participan en encubrir el gasto militar escondido fuera del ministerio de Defensa. No son los únicos. Lo hacen casi todos, aunque casi todos lo niegan (o negaban, porque ahora se confirma “oficialmente” esta colaboración de una manera tan accidental como es el anuncio de una feria de armas).

 Los ministerios concernidos, incluido el de Universidades y el de interior, que tampoco computa en las cifras oficiales como gasto militar, tienen oculto en sus partidas presupuestarias nada menos que 4.365,26 millones de euros destinadas a gasto militar, según la siguiente distribución extraída del cálculo de gasto militar 2021 publicado por Tortuga (https://www.grupotortuga.com/El-gasto-militar-2021):

Ministerio Millones de euros
Interior3.421,17
Industria, Comercio y Turismo901,54
Ciencia e Innovación42,34
Transporte, Movilidad y Agencia Urbana0,21
UniversidadesNo he detectado partidas concretas, pero ahora sabemos que también
Total 4.365,26

Es decir, el 22,3 % del gasto militar detectado en los distintos ministerios y el 44,3% del gasto militar detectado en otros ministerios fuera del de defensa.

Segundo: Una contribución esencial para sostener el militarismo:

En primer lugar, para sostener uno de los principales mecanismos de la política “securitizadora” del estado, mediante la financiación de la Guardia Civil y de sus actividades, tanto internas, como de política de fronteras y de control de las migraciones.

Sen segundo lugar, mediante los mecanismos de financiación a la industria militar que proporciona el Ministerio de Industria (676,5 millones de euros para subvenciones a la industria militar, más 225 para los satélites con funciones de vigilancia militar de Hisdesat y otras subvenciones para desarrollo tecnológico militar que van a parar a AIRBUS, INTA, HISPAST o INDRA) y mediante la contribución desde el CDTI (ministerio de Ciencia e innovación) de programas industriales militares, los programas de vigilancia aeroespacial que se desarrollan en el Centro de la Marañosa y subvenciones del CSIC al INTA y a los programas oceanográficos y bases militares antárticas de Defensa.

A ello se une la contribución que desde Comercio se ofrece a la exportación militar.

Tercera, Una contribución insolidaria.

Una cantidad que supera la destinada a políticas sociales o a cooperación y solidaridad con otros pueblos y que desvela la orientación de las políticas públicas.

El presupuesto “colaboracionista” con el militarismo de estos ministerios supera el presupuesto íntegro de gran parte de los ministerios.

Si nos preguntamos por necesidades que la sociedad entiende ineludibles, como puede ser el reconocimiento del derecho a una vivienda digna, o a un nivel de protección que garantice situarse a todas las personas por encima del umbral de la pobreza, o a la protección social, o a un trabajo decente, o a garantizar las oportunidades de trabajo de los jóvenes, o a la salud mental, o a políticas activas para la diversidad funcional, o a la sanidad universal, o a la integridad de las personas víctimas de violencia machista, o las destinadas al patrimonio natural o cultural, o a la recuperación de la “España vaciada”, o las destinadas a la solidaridad entre los pueblos o a la integración de los inmigrantes, o tantas otras que podríamos aludir, y comparamos los recursos disponibles para éstas con las cantidades invertidas por estos ministerios colaboracionistas en ocultar el gasto militar, el agravio comparativo es monumental y dice muy mal de nuestros “gestores” políticos y sus adláteres. 

Cuarta: Una cantidad que nos endeuda:

Pero la cuarta derivada de este colaboracionismo civil-militar y con los señores de la guerra es el enorme peso que, además de los recursos destinados a lo militar que dejan de utilizarse para otros fines más justos, esta enorme cantidad de dinero público inyecta una pesada carga en forma de deuda impagable para la sociedad.

Resulta que los presupuestos españoles son deficitarios, porque los ingresos son inferiores a los gastos, lo que arrastra a la necesidad de destinar anualmente un enorme esfuerzo a amortizar deuda de presupuestos anteriores.

La participación del gasto militar español a esta deuda es importante, de nada menos que 1.612,25 millones de euros para amortizar intereses de deuda anterior (el 5´% de los intereses que deberá pagar España en este año), más otros 5.619 millones más de deuda nueva que habrá que contraer este año.

Se trata de una cifra desorbitada que pesa, año tras año, en las espaldas de la sociedad y que tiene como único beneficiario el sistema militar y los insoportables intereses creado.

No es toda nuestra deuda militar, porque España debe a la industria militar más de 40.000 millones de euros por Programas Especiales de Defensa encargados por los sucesivos gobiernos y que no responden, ni siquiera desde una óptica puramente militar, a necesidades reales, sino al interés de la casta que ha contraído por nosotros y nosotras esta deuda en promover la industria militar.

2 .   Las empresas de armamento y el lobby militar/industrial

España ha venido construyendo en los últimos años un “polo militar industrial” que, hoy por hoy, nos sitúa en el séptimo puesto mundial en el negocio de la venta de armas.

Este polo cuanta con un importante impulso público, primero con la participación de las principales empresas y organismos autónomos militares de propiedad del Estado. Segundo, con las empresas participadas por el propio estado o que cuentan con capital y posición dominante del conglomerado de empresas del Ministerio de defensa o de la SEPES; tercero con la política de ayudas y subvenciones que el Estado y las Comunidades Autónomas ofrecen a esta industria y cuarto con el apoyo institucional y político a la venta de armas Made in Spain.

A ello se une el mimo especial que, en nuestro nombre, le ofrece el Ministerio de Defensa, encargando constantemente programas de armas que no se necesitan y que generan una deuda inmoral, para engordar la cifra de negocio del polo militar industrial y para sanear (como es el caso de la empresa estatal NaVANTIA) las deficitarias cuentas de este conglomerado.

Todo ello sin olvidarnos de la generalizada política de puertas giratorias entre el sector militar, gubernamental y las industrias de defensa, incluyendo exministros de defensa, secretarios de estado y oficiales de alta graduación que han pasado de un lado a otro de la pasarela (alguno más de una vez) sin el menor rubor.

La industria militar española genera, por ello, inestabilidad internacional, al participar en la creciente situación internacional de rearme y conflictividad, el verdadero caldo de cultivo de este negocio sanguinario.

También dota a nuestros ejércitos de un armamento que no tiene una finalidad defensiva y que permite que nuestros ejércitos participen de la política de injerencia militar que predomina. No en vano, España ha participado desde los años 80 a la actualidad en nada menos que 98 operaciones militares en el exterior, se ha gastado hasta la fecha en ellas más de 16.000 millones de euros, mantiene en la actualidad 16 misiones y no ha conseguido aportar ni un gramo de paz basada en la justicia con todo este tinglado.

Hemos visto que también genera deuda pública y perversión de las prioridades del gasto público. 

No es el único mal, porque, para remate, genera dependencia del monocultivo militar, en los principales centros de producción de estas industrias (Ferrol, Cartagena o Cádiz) que cuentan con importantes impactos de paro y bajo desarrollo precisamente porque las inversiones que se realizan y el enfoque de su economía están centrados en la fabricación de armas en vez de buscar alternativas.

Una industria, en todos los sentidos, perjudicial y que nos hace partícipes y perjudicados de su inmoral negocio.

3.- Promover debates al hilo de la nueva provocación de los señores de la guerra

Voy acabando.

Varios debates me parece que abre esta nueva intromisión de los señores de la guerra en la ciudad de Madrid.

El primero, referido a las propias referencias de Madrid. Al parecer su nueva orientación política no hace ascos a prestarse para patrocinar las ferias de armas. ¿Es lo que quiere Madrid? ¿No es posible promover una cultura de paz y una política que promueva una paz con contenidos?

El segundo referido a la creciente militarización y securitización de las políticas públicas y a la participación/colaboracionismo de los diversos ministerios con éste y con el encubrimiento del gasto militar. Me parece necesario desenmascarar este hecho perverso y cuestionar las viejas prioridades que establecen los nuevos gobernantes, que suponen un agravio comparativo para los derechos desatendidos y las necesidades sociales obviadas en beneficio de los intereses militaristas. La militancia militarista de nuestras instituciones y la colonización de las mentes por parte del pensamiento violento han contribuido a naturalizar este estado de cosas como lo más normal del mundo, pero ¿es normal que el gasto militar se extienda por todos los ministerios como la tinta del calamar, o que las políticas que aparentemente se centran en necesidades civiles tengan que contemplar acciones y apoyos a instituciones y fines militares?

Al hilo de esto ¿No debería promoverse un verdadero debate desde abajo sobre las prioridades y necesidades sociales y sobre el cambio de objetivos políticos? ¿No debería la presión de las organizaciones más conscientes y alternativas incorporar estas preocupaciones a sus agendas? Sólo la presión que haga sospechar a nuestras satrapías circunspectas que les costará caro hacer lo que hacen, y no la apelación a la virtud o a la razonabilidad de nuestros políticos, hará que estos cambien algunas de sus más impresentables acciones.

Y por último, una constatación y unas preguntas. Tenemos derecho a soñar una alternativa al paradigma de dominación y violencia que nos ofrece el orden capitalista y a aspirar a desembarazarnos de su ideal militarista y sus estructuras de defensa. ¿Podemos esbozar un horizonte diferente basado en las ideas de cooperación y noviolencia y que defina como alternativa a la defensa militar la seguridad humana?. ¿Podemos construir, sobre la base sólida de las prácticas de lucha social y de logro de derechos que ya se está practicando en tantos espacios y aspectos de la vida, una política de desmilitarización que quite poder al paradigma militarista y, en paralelo, consolide el alternativo? ¿Podemos ampliar la agenda de luchas compartidas y la agenda de reivindicaciones explícitamente desmilitarizadora dentro de éste? 

Volver a enfocar nuestro telescopio sobre la idea de alternativas al paradigma de dominación-violencia, desde los ejes de cooperación-noviolencia, me parece que puede sernos útil hoy en día.

De momento, frente a la feria de los señores de la guerra, se nos presenta un escenario para el rechazo y, a la vez, una oportunidad para plantear alternativas más creativas a la sociedad madrileña.