Juan Carlos Rois Alonso.
Desde el inicio de la transición hasta la fecha, los gobiernos españoles se han embarcado en varios procesos de endeudamiento brutal (y de espaldas a una sociedad por otra parte bastante despreocupada de estos temas) para la adquisición de armamento militar que ni necesitamos ni nos beneficia.
La excusa para estos monumentales desembolsos ha sido doble:
- Dotarnos de sistemas de defensa imprescindibles para ejercer una disuasión creíble a hipotéticos enemigos, un relato absolutamente abstracto y difícilmente justificado si tenemos en cuenta que la doctrina estratégica de defensa española parte de la idea de que España no tiene enemigos
- La de conseguir una modernización que, dada la constante evolución tecnológica de los sistemas de armas y de las modalidades de hacer la guerra (y en este caso sí que venimos participando en acciones militares en el exterior desde época de Felipe González hasta nuestros días, concretamente en más de 100 hasta la fecha), nunca acaba de producirse y exige siempre nuevos esfuerzos “modernizadores”.
Ciclos de constante rearme
Podemos hablar en realidad de tres impulsos al rearme español del régimen del 78 y un cuarto que está en ciernes.
Dado que ocurren como oleadas sucesivas y siguen un proceso de varios años que afecta tanto a la elección de los armamentos, como a la fabricación y a la financiación de los mismos (y también al papel de lobby permanente de los señores de la guerra para colocar sus ingenios y del reposicionamiento del complejo militar industrial, puertas giratorias incluidas, para fraguar el despropósito de espaldas a las necesidades sociales) los considero como verdaderos ciclos, más o menos de duración de entre diez a veinte años.
Estos ciclos se caracterizan por su prolongado espacio desde que se “estudia” las
tipologías de armas que se pretende hasta que se entrega pro la industria militar, pasando por una fase de diseño, otra de pruebas y producción de un prototipo, una tercera de producción de las armas y una última de entrega final (suele ser también prolongada en varios años) de los sistemas de armas. Agotado el ciclo se emprende uno nuevo.
Características principales de estas fases son la constante inyección de dinero que el Estado aporta en las fases iniciales, supuestamente porque el volumen requerido de investigación y pre-proyectos hace insostenible el gasto inicial por parte de la industria militar, la pobre tan endeble.
Para ello el Estado utiliza un subterfugio que sirve para que no parezca que aumenta exageradamente su gasto militar: ofrece créditos teóricamente reembolsables (teóricamente porque hasta la fecha los reembolsos no han tenido lugar) a interés cero (es decir, que la depreciación del dinero la pagamos los españoles) mediante un ministerio ajeno, en este caso industria, con lo que parece que no hay gasto militar por compra de armas.
Casualmente durante el (prolongado) período de fabricación del prototipo de armas en sí, al proyecto inicial se le incorporan “mejoras técnicas” fruto de los avances tecnológicos o de otras incorporaciones que inicialmente no fueron tenidas en cuenta (a veces de forma intencionada para que no se dispararan las alarmas del enorme coste y evitarse la crítica) que encarecen el producto.
Normalmente, cuando llega el plazo de entrega aparecen dos nuevos problemas: el primero, que la obsolescencia con la que se programan estos sistemas de armas obliga a modernizaciones de las mismas casi al tiempo de estrenarse (nuevo encarecimiento del producto) y la segunda que, dado que han percibido cierto papanatismo en quienes se supone que deben controlar estos negocios desde el Estado, los responsables de adquirir en nombre de todos estas armas parcelan la compra final, y cuando les entregan el “producto” comprometido caen en la cuenta de la necesidad de comprometer otros complementos. Sirva como ejemplo el caso de los aviones de combate o de las fragatas y portaviones de Navantia, que se encargaron sin incorporar en unos casos sus sistemas de armas (menudo olvido) o que (caso de las naves) cayeron en la cuenta una vez hechas que para que fueran útiles necesitaban comprar nuevos aviones de despegue vertical (no presupuestados, por supuesto) y que los que el mercado ofrece más adecuados son los carísimos F·35 americanos (después de haber invertido España varios miles de millones en fabricar los aviones de combate europeos EF2000 que por desgracia no sirven para este fin) y, una vez que decidan comprar estos, caer en la cuenta que dichos aviones necesitan unos sistemas de guerra electrónica (tampoco presupuestados) que exigen además que los pilotos lleven un tipo de casco de singular diseño sin el que el avión no es gobernable y que cuestan (cada unidad) un riñón y la mitad del otro y que tampoco fueron tenidos en cuenta, con loque, una vez embarcados en inversiones multimillonarias, echarse atrás por el quítame esas pajas de varios cientos o miles de millones más resultaría una aberración.
Y, acabado el ciclo, dado que la técnica avanza una barbaridad, resulta inevitable empezar uno nuevo porque, de nuevo, hay que modernizar los sistemas de armas.
Los cuatro ciclos de rearme español:
Vamos a repasarlos:
- Finales de los 70 a finales de los 90.
De finales de los 70 a los años 90, tras el veto de EE. UU. a que España usara sus aviones militares de fabricación americana para parar el empuje de Marruecos en la ex provincia del Sahara, y la constatación de que el ejército se las pintiparaba para la represión interior, pero era risible de puertas para afuera, se inicia un ciclo de rearme con el ánimo de usarlo de cara a los intentos de formar parte de Europa y del “mundo civilizado”.
Para ello, siguiendo el principio muy al uso en el rearme español que podemos llamar “si culo veo culo quiero” se establecen compromisos militares para los tres ejércitos (aire, tierra y armada):
- Aparece así el desmesurado programa FACA, para dotar de nuevos aviones de combate al ejército del aire. El tratado de amistad y cooperación con EE. UU. compromete a Estados Unidos a dotarnos de cazas de combate. El tratado, secreto hasta hace poco, dice que “El Gobierno de los EE. UU. está de acuerdo en esforzarse al máximo para facilitar la adquisición por el gobierno de España de cuatro escuadrones (de 16 aviones cada uno) de aviones de caza ligero F-16 u otros de características similares”. El programa se inicia con el gobierno de Suárez, pero será Felipe Gonzáles el que, al mes de su investidura y como contraprestación para evitar nuevos intentos golpistas del ejército y acercarlo al aventurerismo exterior, acordara el desembolso de medio billón de las antiguas pesetas, el desembolso en armas más importante hasta la fecha, para comprar estos cachivaches. Digamos de paso que los F18 comprados entonces han sido usados por nuestras fuerzas armadas en combate, concretamente en Bosnia Herzegovina a sugerencia de uno de los halcones de la socialdemocracia española, Javier Solana, en aquel momento jefazo de la OTAN.
- A su vez, el propio Felipe González autoriza el programa, programado en tiempos del almirante Carrero Blanco como presidente del Gobierno y consentido por Suárez después, para dotar a la Armada del portaviones Príncipe de Asturias, buque insignia de la flota española hasta 2017. El submarino sufrió muchos retrasos entre su inicial programación, su botadura en 1982 y su entrega a la Armada en 1987, lo que supuso además (una característica que ha perseguido a los programas de armas españolas) aumentos del presupuesto inicial muy considerables. La prensa del momento reflejó que Felipe González, dio instrucciones de que se desembolsara todo el dinero necesario y que se pagara “a lo que salga”. Al citado portaviones hubo de incorporarse después la flota de aviones de despliegue vertical y helicópteros (casualidades de la vida, nadie había caído en la cuenta de que un portaviones no sirve para nada sin ellos) que supusieron un nuevo chorro de dinero, también “a lo que salga”. El Juan Carlos I, aunque no ha entrado en combate estrictamente, participó en la primera invasión de Irak de 1991 y en el bloqueo del adriático del 1994.
A su vez, los submarinos clase S-70, fabricados por el consorcio hispano francés creado a tal fin supusieron otro desembolso monumental para las arcas españolas. Estos submarinos también han participado en el bloqueo naval de Irak en la Primera guerra del Golfo.
- Por su parte el ejército de tierra emprendió la sustitución de 100.000 de sus antiguos fusiles de asalto Cetme por otros de la misma marca más modernos y homologados al calibre de la OTAN, lo que supuso un desembolso del equivalente a 65 millones de euros actuales. A su vez, programas de adquisición de granadas, misiles contra carro y lanzadores montados sobre blindados, morteros de diverso calibre y 1.500 vehículos alta movilidad tácticos (VAMTAC) de la empresa UROVESA (luego ampliados a 3.000) conforman las principales compras del ejército de tierra por otro dineral.
- Ciclo 2: Programas Especiales de Armamento (PEAS) primera fase.
Desde finales de los años 90 y hasta 2014 se produce la primera fase de los llamados Programas especiales de Armamento, pensados para alimentar un ciclo de “carga de trabajo” a la industria militar, tanto estatal como exterior, y justificados por la necesidad de contar con sistemas de armas complejas y que se pudieran ensamblar con las de nuestros socios de la OTAN y de Europa.
Los principales programas los exponemos en un cuadro adjunto, con la precisión de que los precios finales de los mismos, debido a los calendarios de pagos aplazados (con sus intereses, alcanzaron a finales de 2014 la cifra monumental de más de 30.000 millones de euros de deuda reconocida y que pesa sobre nuestras sufridas espaldas).
Programas | Número de unidades | Precio final | Precios totales |
Ejército de tierra | 5.431,52 | ||
Carro de combate Leopardo | 235 | 2.390,45 | |
Blindados Pizarro | 190 | 786,94 | |
Misil contra carro CC | 260 | 364,68 | |
Obús 155/52 | 70 | 195,99 | |
Helicóptero UME COUGAR | 4 | 76 | |
Helicóptero de ataque Tigre | 24 | 1.517,27 | |
Avión apagafuegos Cl 415 | 2 | 40,54 | |
Nodos CIS para UME | 100 | 59,65 | |
Ejército del aire | 15.242,11 | ||
Avión de combate EF 2000 | 68 | 9.254,66 | |
Avión de transporte A-400 | 27 | 4.442,52 | |
Helicóptero de transporte NH90 | 45 | 1.260 | |
Misil Aire/Aire Iris T | 767 | 284,93 | |
Armada | 5.958,67 | ||
Submarino S-80 | Prototipo | 2.135,54 | |
Fragata F 100 | 4 | 2.006,91 | |
Fragata F 105 | 1 | 822,99 | |
Buque de Acción Marítima | 4 | 389,93 | |
Buque estratégico LXX | 1 | 374,55 | |
Buque de aprovisionamiento BAC | 1 | 228,75 | |
Precios totales | 26.632,30 |
Varias características han acompañado a este dispendio económico del segundo ciclo de rearme español:
- El peculiar modelo de financiación que se inicia mediante créditos “reembolsables” a interés cero que realiza el Ministerio de Industria a las empresas del polo militar industrial español (y que camuflan el gasto militar comprometida al no consignarse como partidas de Defensa sino como créditos a recuperar por industria) y que aumentan el peso de la deuda final de estos programas.
- El sobrecoste final de estos programas sobre el coste inicialmente previsto; sobrecoste que multiplica, según los casos, por dos o por tres lo inicialmente previsto.
- La falta de exigencias por parte de las autoridades españolas a las industrias militares ante los continuos retrasos en la entrega de las armas comprometidas
- Asunción de una deuda asociada a los continuos retrasos en los calendarios de pagos por defensa, que ha incrementado en intereses en vario miles de millones de euros el precio final.
- La peculiaridad de que, según declaró el Secretario de Estado de Defensa Constantino Méndez, la mayoría de estos sistemas de armas se adquirieron sin tener modo de pagarlos y no urgidos por necesidades militares, sino por intereses estratégicos e industriales.
- La falta de control sobre la ejecución de estos programas, lo que ha dado lugar a informes del Tribunal de Cuentas muy críticos con dichos programas.
- Una gran parte de este material presenta problemas de mala calidad y de constantes y necesarias revisiones y rediseños, pues la industria militar, además, goza de un índice de chapucerismo alarmante.
- En la adquisición de estos tipos de programas se involucran por igual los gobiernos del PSOE y del PP que, por otra parte, cuentan y protagonizan una larga lista de puertas giratorias entre la industria militar, los partidos políticos y los altos cargos del ministerio de defensa e industria y una parte importante de los responsables militares y altos oficiales del ejército.
- La inclusión de parte de estos programas en las diversas guerras exteriores en las que España ha participado (100 intervenciones en el exterior desde Felipe González a la actualidad) en el exterior: seis tanques Leopard españoles fueron desplegados en 2017 por la OTAN en Letonia para la defensa territorial de los países bálticos, apoyados por blindados Lince y Pizarro igualmente españoles; siete EF 2000 se han utilizado en las misiones de policía aérea en el Báltico en 2021, los A 400 M se han usado en misiones en Senegal-Mali en 2018, Jordania en 2019, Afganistán en 2020 y 2021; fragatas F 100 se han utilizado para operaciones militares en el cuerno de África y el mediterráneo y así un suma y sigue que demuestra que este material militar está destinado principalmente al intervencionismo y la injerencia militar en el exterior en la que España está embarcada.
- Tercer ciclo Nuevos PEAS y tercer ciclo de rearme.
A partir de 2014 y hasta la fecha actual (quizás con coletazos por unos años más), y dado el éxito del modelo “PEAS” de rearme del ejército español se inicia un nuevo ciclo de rearme, con la adquisición de nuevos programas de armamento:
El nuevo secretario de Estado de Defensa, Ángel Olivares, informa en 2019 que los nuevos programas PEAS que España han aumentado la deuda que España arrastra por programas especiales de armamento a 41.396 millones de euros, cifra especialmente escandalosa si tenemos en cuenta las urgentes necesidades sociales desatendidas por los gobiernos del PP y del PSOE hasta la fecha y las políticas de recortes aplicadas hasta la fecha para estas últimas, pero no para el gasto militar.
En la nueva cifra se incluyen los constantes incrementos de unidades de los anteriores programas de armamento vigentes hasta 2014, más los seis nuevos proyectos aprobados en 2018, igualmente destinados a sistemas de armas sofisticadas y no necesarias para la defensa que, como ocurrió en el anterior ciclo, se han comprometido también por razones de otra índole ajena a los intereses de la defensa.
Dichos nuevos programas forman son el grueso del rearme de este tercer ciclo y suponen compromisos de gasto inicial de 11.374 millones de euros más a sumar a los cerca de 31.000 que arrastrábamos del anterior período y que implicarán la adquisición y transformación de los 17 helicópteros Chinook (919,23 millones más), de 23 nuevos helicópteros NH-90 (1.541 millones más), la actualización y compra de nuevos aviones de combate EF 2000 (906 millones del ala), una nueva serie de fragatas F 110 (4.326 millones), 7 348 nuevos vehículos VCR Dragon 8×8 (2.101 millones de euros), sin contar con las nuevas adquisiciones de misiles, drones, unidades de mando y otras lindezas igualmente comprometidas en este nuevo ciclo de rearme.
A ellos se incorporan otros programas más, pero de menor enjundia añadidos con Doña Margarita Robles.
- El cuarto ciclo de rearme: en el horizonte de 2035
El gobierno más progresista de la historia, con el PSOE de Pedro Sánchez y la Unida Podemos de Belarra y Yolanda Díaz (antes del torero Iglesias que ahora se ha cortado la coleta) ha asumido su cuota alícuota en los compromisos de de los gobiernos anteriores pagos a la industria militar, sin cuestionar ni un ápice y autorizando cantidades exorbitantes en el casi año y medio que llevan desgobernándonos, y han seguido aumentando la bomba de relojería del rearme español, con compromisos de nuevos PEAS que Doña Margarita Robles no se cansa de cacarear como contribución de España a la paz y solidaridad mundial post COVID.
Entre ellos destaca (no sabemos el precio que tendrán) los tres nuevos submarinos S-81 Plus que España construirá tras la entrega que próximamente se realizará del primer Submarino S-80, una vez resueltos sus múltiples problemas de diseño, flotabilidad y otros que han salpicado una de las aventuras más chapuceras de nuestra industria militar y por el que nadie ha asumido ninguna responsabilidad a pesar de haber disparado el gasto militar de forma escandalosa.
Del mismo modo, se prevén nuevas actualizaciones de los sistemas de armas ya adquiridos y añadidos a los programas aún no entregados a medida que los avances técnicos se incorporen a los productos que finalmente se entregue a defensa por la industria militar.
A ello se incorporará también el nuevo encargo de aviones no tripulados de uso militar del que no sabemos todavía el precio, así como previsiblemente la adquisición de aviones de despliegue vertical F35 y de vehículos no tripulados del ejército de tierra, necesarios, como se sabe, para cumplir con la máxima “si culo quiero…” para no agraviar a un ejército cuando compran caprichos a los otros.
A estos efectos, se están acuñando nuevos relatos militares que conllevan la petición de nuevos programas de armas. El ejército de tierra mantiene en la actualidad un nuevo concepto de intervención militar, diseñado bajo el liderazgo del JEMAD, llamado Fuerza 35 que pretende diseñar un nuevo modo de “respuesta” al planeamiento militar. Conforme a este modelo, las nuevas armas necesarias para el ejército de tierra estarán basadas en la Inteligencia artificial, la nanotecnología y la robótica aplicadas al arte de la guerra, e incluyen vehículos aéreos no tripulados a mansalva (RPAS), apoyo de satélites y de sistemas de mando avanzado, vehículos terrestres autónomos (UGV), robots nodriza, equipos de guerra electrónica, armas inteligentes, equipos de robótica de combate para contar con ciber soldados hasta ahora sólo dignos de las mejores películas americanas, todo un sistema de guerra en el ciberespacio, armamento NBQ y un amplio catálogo de nuevos sistemas de armas que dan idea de por dónde van los tiros del nuevo ciclo de rearme español que ya se está programando y que pretende tener operatividad más o menos en una década o década y media.
Las necesidades de la armada deambulan por idénticos derroteros si hacemos caso del Plan de Infantería de Marina 2040. Junto a los submarinos de la serie S80 que faltan por poner a flote, se codician los aviones S35 de despegue vertical con sus sistemas de mando y guerra electrónica, así como las nuevas corbetas europeas de combate, buques de intervención subacuática, renovación de vehículos anfibios y adquisición de vehículos 8×8 con potencia de fuego y sistemas de guerra digital y nuevos sistemas basados en la nanotecnología, la inteligencia artificial y la digitalización, tal como definen en los estudios que mantienen conjuntamente con INDRA y otras empresas militares bajo el nombre de Sostenimiento 4.0.
Igual podríamos decir del ejército del aire y de las nuevas unidades creadas de ciberguerra, guerra espacial y otras chuminadas de moda y también incluidas en el “sostenimiento digital 4.0” que comparte el ejército del aire y la industria militar.
¿De cuántos millones estamos hablando? ¿Otros 15.000 o 20.000?, ¿quizás más?
Todo ello impulsará un nuevo salto en el gasto militar, ya insoportable, y en la deuda militar impagable que arrastramos gracias al servilismo de nuestra clase política ante los intereses del complejo militar industrial que nadie ha elegido.
Los señores de la guerra y su hiperactividad de hoy en día:
Que no hablamos del cuento de Antoñita la fantástica da fe el empeño de los señores de la guerra por exponer sus nuevas ideas militares en ferias como la de FEINDEF que tendrá lugar en Madrid en breve, o el reciente Foro 2e+I “fuerza 35” celebrado en Toledo los días 6 y 7 de octubre de 2021 con el patrocinio de INDRA, EXPAL, NAVANTIA, AIRBUS, General Dynamics y otras tantas empresas del sector militar.
El reposicionamiento de la industria militar para conseguir compromisos de futuro con el Estado mediante el encadenamiento de nuevos contratos de armas sicodélicas con las que abordar un escenario de Matrix que no existe más que en las calenturientas cabezas de nuestros estrategas, contrasta con las necesidades reales de una sociedad deprimida y desprotegida que, para más abundamiento, se encuentra indefensa en lo que podríamos llamar seguridad humana y se acerca a un cierto colapso de nuestro modelo global de capitalismo, el verdadero enemigo a batir con políticas centradas en las necesidades de las personas y del planeta.
La razón de ser de este armamento.
Hay que poner estos ciclos de rearme en su contexto. ¿Qué es lo que explica que algo tan perverso forme parte del paisaje normalizado y no conflictuado de este componente de nuestro enorme gasto militar?
En mi opinión tiene mucho que ver con el papel que la élite de este apéndice del imperio quiere jugar en la escena internacional.
Nuestra sociedad es irrelevante en muchos aspectos del orden mundial y, habida cuenta de la elección de prioridades de los mandamases, lo seguiremos siendo en el futuro a no ser que algún golpe de suerte lo remedie (en este caso ajeno a las políticas desarrolladas desde el Estado y casi siempre fruto de la iniciativa de la gente de a pie). La única posibilidad de destacar en algo es ofrecer la fuerza mamporrera de nuestros ejércitos para ser considerados por los que mandan.
España lleva más de 17.000 millones de euros invertidas en mandar tropas a troche y moche a los conflictos internacionales que, paradójicamente, contribuimos a provocar. De hecho, somos el segundo máximo contribuyente en estos avatares de la UE y el cuarto del planeta, hemos mandado tropas a más de 100 conflictos y mantenemos ahora mismo 18 misiones en el exterior.
Los sistemas de armas que “compran” nuestros próceres para ser tenidos en cuenta son de las llamadas armas de proyección en su inmensa mayoría. Es decir, valen para ponerlas en juego en estos conflictos y es eso lo que hacemos.
Estos conflictos, a su vez, sirven como campo de experimentación y entrenamiento para nuestro ejército, así preparado y adiestrado gracias a todo esto.
Y sirven también para otro objetivo en el que la casta política y los señores de la guerra coinciden: la venta de armas, negocio del que somos la séptima potencia mundial, con venta de armas prácticamente a todo el que se deja.
La guerra, que ayudamos a hacer, es un negocio (puertas giratorias incluidas) en el que andamos involucrados y que ofrece pingues oportunidades, sobre todo a los dueños del accionariado de las empresas militares (casi el 70% del capital de las exportadoras de armas extranjero y una gran parte del resto de dominio estatal a través de las empresas de su propiedad o de aquellas otras en las que mantiene una posición dominante o privilegiadas) y al Estado.
La venta de armas ayuda a surfear sobre la enorme deuda militar que generamos, porque cuantas más armas fabriquemos y vendamos, menos nos costarán las que nos quedamos para nosotros.
Todo ello, más el papel poco honroso de comisionistas o partícipes no sabemos bien en qué conceptos, que algunas “autoridades” juegan en el complejo militar industrial, son un incentivo que explica en parte la suma “win/win” de políticos, ejércitos y empresarios en todo este turbio negocio.
A su vez, los compromisos que nuestros mandatarios han adquirido en nuestro nombre de aumentar el gasto militar tanto con la OTAN como con la UE y la nueva vuelta de tuerca del militarismo en occidente explican gran parte de este pesado yugo que nos empobrece y que beneficia a sagas familiares muy reconocibles (y deplorables).
El papel del Estado como promotor de la venta de armas “Made in Spain” y el apoyo de los palmeros oficiales y la banca.
El enorme gasto que para el Estado supone contar con sistemas de armas que, encima, no necesitamos para la defensa de un país que parte del presupuesto estratégico en sus principales instrumentos de planeamiento de que no tenemos enemigos, y que principalmente sirve para el campaneo de nuestra soberbia élite política en un mundo en el que, en cosas importantes e incluso favorables para un desarrollo mejor del planeta, pintamos más bien poco. Armas que, en contra de los intereses colectivos, sirven para el enriquecimiento de un entramado de una serie de personas que dominan las empresas que forman el complejo militar-industrial y que tienen poder para condicionar las políticas públicas en su beneficio: Armas que generan una deuda insostenible y una carga inmoral para la sociedad.
Sólo cabe un salto en el vacío para que estos señores lleven a cabo su ánimo de lucro con tanto disimulo: chantajear a los tecnócratas y a la opinión pública/publicada porque, ya que nos hemos embarcado en un gasto tan brutal, no podemos cerrar el grifo sin más, lo que nos obliga a vender armas a mansalva a todo hijo de vecino para cubrir con las ganancias de la exportación el desaguisado de la deuda interna.
Contando con que las principales empresas del sector (y en concreto las tres “top” de las exportaciones españolas de armas) están participadas por el Estado o son de su propiedad, nuestras autoridades han puesto toda la carne en el asador en apoyar la “internacionalización” del sector, incluso creando empresas ad hoc para ello y mandando por doquier como agentes de ventas desde las más altas magistraturas del país (con fundadas sospechas de su papel de comisionistas, lo que es más grave) hasta ministros, secretarios de estado y toda la caterva de funcionarios por lo civil y lo militar.
Todo ante de rendir cuentas de una deuda ilegítima contraída de espaldas y contra los intereses de la sociedad.
La complicidades y complacencias con este estado de cosas salpican también a las gentes bienpensantes del país y al mundo serio y bien informado de nuestros medios de comunicación. ¿Se han fijado en lo poco críticos que se muestran “intelectuales”, “tertulianos”, periodistas y otras furias al respecto? Asombra el militarismo militante de tanta cabeza que se suponía bien amueblada.
Por otra parte, el papel de la banca armada en la financiación de esta industria resulta, igualmente, alarmante. Los señores de la guerra reciben un chorreo de millones como “adelantos” por parte del estado en forma de créditos y otra inyección suplementaria de una banca que financia la fabricación de armas porque sabe que la inversión está asegurada y que los ingentes beneficios de la industria militar (la séptima del mundo con una cuota de mercado de casi el 4%) son ingentes y le pueden permitir endeudar también a los países “receptores” de nuestras armas, con lo suculento que esto resulta para los intereses bancarios.