Cómo se prepara una guerra.


Juan Carlos Rois.

Las guerras no son un hecho natural, por más que las tengamos tan integradas en nuestras concepciones de cómo funciona el mundo. No ocurren por azar, ni por casualidad, ni por mala pata, ni por ninguna fatalidad y no son inevitables. Es más. Son uno de los actos más planificados y pensados estratégicamente de los que componen el amplio repertorio de la violencia humana. Para que se desencadene una guerra tienen que pasar muchas cosas, porque nadie que esté en su sano juicio quiere la guerra.

Leo un libro muy recomendable del investigador social de la Universidad de Stanford, Philip Zimbrado, llamado “El efecto Lucifer. El porqué de la maldad” (Paidós, 2012). Para ponernos en contexto, el investigador ha examinado contextos de violencia entre presos de las prisiones de EE.UU y en la prisión militar de Abu Ghraib y ha realizado otros experimentos para detectar los factores que influyen en la respuesta violenta a grupos de voluntarios en la propia Universidad.

Zimbrado afirma la influencia casi determinante del contexto y de los factores sistémicos para desencadenar una guerra. Dice, de forma lapidaria que “Los poderosos no suelen hacer el trabajo sucio con sus propias manos, del mismo modo que los capos de la mafia dejan los «accidentes» en manos de sus secuaces. Los sistemas crean jerarquías de dominio con líneas de influencia y de comunicación que van hacia abajo y rara vez hacia arriba. Cuando una élite del poder quiere destruir un país enemigo, recurre a los expertos en propaganda para crear un programa de odio.

¿Qué hace falta para que los ciudadanos de una sociedad acaben odiando a los ciudadanos de otra hasta el punto de querer segregarlos, atormentarlos, incluso matarlos? Hace falta una «imaginación hostil», una construcción psicológica implantada en las profundidades de la mente mediante una propaganda que transforma a los otros en «el enemigo». Esta imagen es la motivación más poderosa del soldado, la que carga su fusil con munición de odio y de miedo. La imagen de un enemigo aterrador que amenaza el bienestar personal y la seguridad nacional da a las madres y a los padres el valor para enviar a sus hijos a la guerra y faculta a los gobiernos para reordenar las prioridades y convertir los arados en espadas de destrucción.”

Sí, amigos, la guerra necesita sus hijos de puta que la preparan y que la cocinan. Sin su inestimable impulso la guerra, sencillamente, no sucede. Se me ocurre, al socaire de esta reflexión, revisar algunas de las cosas que pasan entre nosotros, desde las que llevan más tiempo pasando, hasta las que la más rabiosa actualidad nos pone ahora enfrente de las narices.

Años y años acumulando armas y preparando ejércitos. Años y años participando en operaciones militares en el exterior y adiestrando tropas en la guerra. Años y años de gasto militar desmesurado. Años y años de mimo a la venta de armas a cualquier país ansioso por poseerlas. Años y años participando de la descabellada estrategia de dominación-violencia de la OTAN y de servilismo paleto a los intereses de EE. UU., bases militares incluidas. Años y años de constante intento de prestigiar a los ejércitos y de hacer uso de ellos para cualquier situación que ocurra, desde un incendio a una catástrofe natural y desde una crisis sanitaria a los problemas territoriales. Años y años de fomento de valores militaristas como el machismo, la obediencia ciega y acrítica, la falsa idea de seguridad militar, la polarización y la creación de enemigos y tantos otros. ¿No es eso preparar la guerra?

Sigo leyendo a Zimbrado:

Todo esto se hace con palabras e imágenes. El proceso se inicia creando una imagen estereotipada y deshumanizada del otro que nos presenta a ese otro como un ser despreciable, todopoderoso, diabólico, como un monstruo abstracto que constituye una amenaza radical para nuestras creencias y nuestros valores más preciados. Cuando se ha conseguido que el miedo cale en la opinión pública, la amenaza inminente de este enemigo hace que el razonable actúe de una manera irracional, que el independiente actúe con obediencia ciega y que el pacífico actúe como un guerrero. La difusión de la imagen visual de ese enemigo en carteles y en portadas de revistas, en la televisión, en el cine y en Internet, hace que esa imagen se fije en los recovecos de nuestro cerebro primitivo, el sistema límbico, donde residen las potentes emociones del miedo y el odio”.

Los tipos que preparan la guerra son despreciables y saben de nuestras debilidades sociales. Saben de los sesgos por los que somos capaces de creernos cualquier mierda y saben usarlos en su provecho. Son asquerosos y deberíamos desembarazarnos de su nefasto poder social.

Y pienso en lo cercano ¿no les suena a nada la propaganda con la que nos están bombardeando ahora que, quien sabe, tal vez aspiran a alimentar una guerra en Ucrania o tal vez sólo a buscar oportunistamente una mejor posición en el concierto de los cretinos que preparan las guerras, pensando que, como son tan listos, no se les irá de las manos el terrible asunto con el que juegan? A mí me suena terriblemente mal y cuando oigo a nuestra ministra de defensa en los términos en que se expresa, no dejo de pensar en los señores de la guerra.

Añade mas adelante, referido a EE.UU, aunque podríamos perfectamente sustituir este por cualquier otro Estado, incluido el español “En los Estados Unidos  de hoy, las supuestas amenazas a la seguridad nacional han amedrentado a los ciudadanos hasta el punto de hacerles renunciar a sus derechos básicos a cambio de una ilusión de seguridad. A su vez, esta misma ideología ha servido para justificar una «guerra preventiva» contra Irak. Esta ideología ha sido creada por el Sistema que está en el poder, que a su vez ha creado nuevos Sistemas subordinados para la administración de la guerra, la administración de la seguridad nacional y la administración de las prisiones militares o, bien mirado, para la ausencia de estas administraciones, vista la falta de una planificación seria para después de la guerra”.

Una guerra que necesita brazos, y piernas, y mentalidades para llevarse a cabo. Piernas, brazos y corazones de quienes no queremos hacer la guerra. Esa guerra que deciden unos viejos que se conocen y se odian, pero no se matan, pero que hacen las masas de desgraciados que ni se conocen ni se odian y acaban matándose. Una guerra que se fabrica y se hace desde aquí y que podemos parar aquí también, donde tenemos a mano nuestra lucha y nuestro desacato a la guerra.

Hay que hacerles ver que con nosotros no pueden contar para la guerra … ni tampoco para su paz armada.

Foto: Getty Images. Revista BBC NEWS 5febrero2022

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