Juan Carlos Rois.
La aportación de las mujeres a la lucha por la paz ha sido históricamente, y sigue siendo hoy, uno de los regalos más enriquecedores de los que podemos aprender quienes nos sentimos comprometidos por la causa por hacer de la paz el camino en vez de buscar caminos para la paz, como pretenden ciertos pacifismos institucionales que confunden paz con paz negativa y argumentarios tranquilizadores que poco tienen que ver con la paz con contenidos y con su correlato de desmilitarización, profundos cambios estructurales y culturales o salto personal y global (si no fuera un término con tan pesada carga ética y religiosa me atrevería a llamarlo conversión) a una nueva conciencia basada en la -noviolencia-cooperación en vez del actual paradigma rector de violencia-dominación de las relaciones humanas.
Pero el motivo de este artículo es recuperar una experiencia histórica que me resulta muy a propósito para este inicio del año y acerca de algunas intuiciones pertinentes en las que necesitamos profundizar en la lucha por la paz de hoy en día. Me refiero al Primer Congreso Internacional de Mujeres por la Paz, celebrado en la Haya en 1915, y los principales argumentarios de su comunicado final, que hoy siguen siendo un reto y una apelación que nos sigue hiriendo en nuestras conciencias tranquilas.
1).- El contexto del Primer Congreso Internacional de Mujeres por la Paz.
Recordemos que en 1915 se estaba produciendo el gran desastre de la Primera Guerra Mundial con la trágica sangría de vidas y energías que supuso; por otra parte, un hecho de tan grave catadura que debería haber alterado nuestra conciencia ética y permitido una evolución de la propia idea de paz y de nuestros comportamientos, algo que, obviamente, no sucedió.
El Congreso fue convocado por un grupo de mujeres sufragistas (por cierto, una de las luchas de mujeres que empleó la metodología noviolenta en contra del constructo patriarcal antes de que ésta metodología tuviera tal nombre) que asumieron el riesgo de promover un foro contra la guerra en mitad de aquella guerra (lo cual a su vez suponía doble problema y doble peligro, no sólo por la crítica a la guerra en sí cuando los ánimos y la testosterona estaban disparados, sino también porque quien realizaba tal crítica eran “mujeres” y, encima, con pretensiones políticas, algo que creaba controversia en aquella época y en un contexto de amplia afirmación de los valores más violentos y machirulos posibles, cuales son los que afirma el militarismo y el atavismo de la guerra).
Por precisar más, fue convocado por el empeño contracorriente de algunas mujeres feministas especialmente comprometidas en hacer de la paz algo más que un ideal bienintencionado (Aletta H. Jacobs, la primera mujer médica en Holanda, Anita Ausburg, la primera doctora en derecho en Alemana, la abogada y primera graduada en ciencias de Edimburgo Chrystall MacMillan, la líder sindical y política Kathleen Courtney y la activista y periodista inglesa Catherine Marshall, todas ellas importantes personalidades de la lucha sufragista) y no contó con el apoyo de la principal liga internacional de sufragistas, la International Woman Suffrage
Alliance, bastante más contemporizadoras con el hecho de la guerra y las mentirosas justificaciones que la alimentaban.
El congreso se celebró entre el 28 de abril y el 1 de mayo de 1915, nada menos que después de la batalla de Yprés, en Bélgica, donde murieron en combate más de 100.000 personas y se utilizaron de forma masiva armas químicas (clorina y gas mostaza) contra el “enemigo”. Reunió a más de 1.300 mujeres de todo el mundo, representantes de más de 150 organizaciones de 12 países “beligerantes” y enfrentados en el conflicto, lo que da muestra tanto del riesgo asumido (hubo boicots de los diversos gobiernos para evitar la participación de mujeres de sus países) como de la ineludible fortaleza, convicción de conciencia y compromiso que asume la lucha por la paz y sus protagonistas, una opción contracorriente en tiempos de guerra. El Congreso fue un hito importante y no sólo por la valentía de convocarlo. También por su contenido y camino “alternartivo” a la paz de los Estados. También porque dio lugar al Partido de Mujeres por la Paz, que luchó por el fin de la Primera Guerra Mundial, y después, a la creación de la Liga de Mujeres por la Paz y la Libertad, que actualmente sigue existiendo.
Dice Carmen Magallón en un texto precioso y accesible en internet ( https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/35/22/06magallonblasco.pdf) que “Reclamaban
cordura donde sólo había irracionalidad, y vías de diálogo donde predominaba la idea de que la guerra seguía siendo la política por otros medios”.
2).- Las conclusiones:
El congreso desarrolló unas conclusiones y difundió un manifiesto. Las primeras eran muy prácticas y precisas, pues querían parar la guerra de inmediato y establecer canales para la resolución amistosa de los conflictos. Se compusieron en 19 resoluciones, organizadas en cinco apartados (Las mujeres y la guerra, Acciones para la paz; Principios para la paz; Cooperación Internacional y Comité internacional de Mujeres para la paz permanente). Podemos tener copia de estas en el siguiente enlace: http://www2.ub.gu.se/kvinndata/portaler/fred/samarbete/pdf/resolutions_1915.pdf
Hemos elaborado un pdf en español, con una traducción sui géneris (advierto que me he valido de la ayuda externa de mis hijos para ello dado mi desconocimiento del idioma sajón) que puede descargarse aquí : https://drive.google.com/file/d/1_ayQDjVqrsJtSuoRjzeSXKvAr0c6aAhP/view
Dichas resoluciones ofrecen una idea de paz alejada de la ausencia de guerra, a rellenar con contenidos de justicia y derechos humanos, pero también de reconocimiento del papel político de las mujeres y de la emancipación. Del mismo modo afirma la tarea de quitar poder al discurso y justificaciones militares y violentas, de establecer reglas de resolución de conflictos alternativas y de ir más allá del desarme, hacia la abolición de la guerra.
3).- Algunas propuestas que se infieren de su manifiesto:
Pero el manifiesto que, junto con las resoluciones fue difundido, a mi parecer, tiene más enjundia si se quiere porque, al menos en mi lectura, abre mucho más y más novedosamente la propia idea de paz, asumiendo algunas líneas que hoy deberían formar parte de las agendas de lucha pacifista de forma rotunda. El mismo se puede encontrar en internet (en catalán) en la revista Feminal 99 páginas 1 y 2, en el enlace siguiente:
https://www.google.com/search?q=(https%3A%2F%2Farca.bnc.cat%2Farcabib_pro%2Fca%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.do%3Fpath%3D1066793)&oq=(https%
Haciendo una lectura actualizada de este manifiesto yo destacaría las siguientes líneas (https://arca.bnc.cat/arcabib_pro/ca/catalogo_imagenes/grupo.do?path=1066793)
A) El esencial compromiso (y espejo en que mirarnos) de las mujeres para enfrentar la guerra:
– 1) Piden el compromiso de las mujeres para rebelarse contra la guerra y oponer el buen sentido al error y la sinrazón de la guerra: las mujeres, en plural, son actoras principales de la lucha por la paz.
– 2) Sugieren la negativa a servir a la guerra, negarse a recurrir a la violencia y a pagar impuestos para la guerra: Los principales instrumentos de la afirmación y lucha pacifista incorporan la negación de la lógica de la violencia y de la guerra, la resistencia y desobediencia a sus prácticas e imposiciones. – – 3) Llaman a las mujeres a ir presurosas y adelante hacia la paz, sin temer las burlas ni los ultrajes , “en masas más compactas que las nubes de langostas y más poderosas que la luz del sol ” para reclamar “frente a los monarcas, los pueblos y los campos de batalla, frente a las prisiones y las penas capitales”. La opción por la paz es urgente, tiene tanto enemigos concretos e identificados, como un agente colectivo (masas compactas usando su poder). Del mismo modo, debe ser “impuesta” por el poder del común y deben saltar el muro de la demonización/burlas y de los ultrajes/represión con la que pretende deslegitimar la lógica violenta.
– 4) Lanzan su exigencia máxima conta los actores de la guerra: “¡Deponed las armas, hombres: ¡Las mujeres lo queremos!”: los “objetivos” de la apuesta por la paz y sus “programas” nacen de la voluntad, del deseo (y la esperanza) de las mujeres (un signo de la afirmación y de la novedosa política del feminismo), no sólo de la razón fría y retórica, de la militancia triste, o del cálculo oportunista.
– 5) Hacen un llamamiento a todas las mujeres del mundo a alzarse contra la guerra: Mujeres: ¡alzaos contra la guerra! ¡Adelante por la paz!¡Armas en tierra!”; Nuevamente se enfatiza el papel protagonista de las mujeres y su diferencia para llevar adelante la paz y alzarse contra la guerra, lo que a su vez indica la desconfianza en que los hacedores de la guerra, los hombres y su prisión patriarcal, sean confiables para alzarse contra la guerra de forma eficaz y radical.
– 6) Reclaman acciones de todo tipo: persuasión, imploración, sacrificio, resistencia o cualquier otro modo contra la guerra y constituyen un Secretariado de Acción contra la Guerra, al cual se puede informar de las diversas luchas para coordinarlas.
B) La denuncia (y exigencia de cambio de actitudes y de acción) a las complicidades con la guerra:
Señalan a lo largo de su comunicado y denuncian la lógica de la guerra, la violencia envolvente que la refuerza, y la responsabilidad de sus cómplices fundamentales, los hombres y la actitud colaboracionista de estos con la guerra:
– 1) Quienes, fatalistas y obedientes, hacen la guerra, la preparan y no la rechazan,
– 2) Hombres a los que acusa de despreciar la causa de la paz porque les parece “no realizable, sin saber lo que puede vencer el entusiasmo y lo que el éxtasis puede crear” ( entusiasmo u éxtasis que ahora podríamos designar con más propiedad como fuerza de la noviolencia en términos gandhianos, o resiliencia, que está más de moda y que es una necesaria fuerza interior para persistir en una lucha exigente y contracorriente que puede pasar alta factura).
– 3) Hombres que se burlan de un ideal, podríamos decir “bondadoso” (buenista en palabras de los halcones), pero sin tener ni aportar ningún proyecto creíble frente a la guerra.
– 4) Hombres que nos llevan por la vía de la miseria, no saben elegir y se dejan conducir por la guerra y la violencia.
– 5) Apunta también a quienes “retroceden ante la violencia, condenan, discuten, pero no actúan” (¿será que la paz no es una cosa de decir, sino de hacer?).
C) Una denuncia “de contraste” al encuentro de un paradigma de paz con contenidos.
Me parece que la denuncia de las mujeres que se juntaron para coordinarse contra la guerra en el Congreso de La Haya anticipaban algunas intuiciones de las que no debemos dejar de sacar lecciones prácticas, pues profundizan y amplían el horizonte de la idea de paz con contenidos. Apunto mis apreciaciones:
– 1) La guerra (y hoy podríamos ampliarlo a la violencia rectora que se despliega en la violencia directa, estructural, cultural y sinérgica que envuelven las relaciones sociales e interpersonales y que hacen la guerra “por otros medios” en “tiempos de paz”) ocurre por nuestra responsabilidad; luego la paz aparece como una exigencia que impone cambiar la orientación de nuestra responsabilidad y nuestras prioridades y adoptar opciones claras (también creíbles) e implicadas de construcción de la paz.
– 2) Denuncian nuestros mecanismos de aceptación del papel rector de la violencia en nuestras vidas y de los principales cambios personales y colectivos que requiere la tarea de la paz: “Sabéis bien que el monstruo no podría vivir si no fuera alimentado por nuestra insignificancia, nuestra timidez y nuestro miedo al sacrificio”
– 3) Señalan la guerra y las armas como un atributo y un dominio de los hombres y del mundo de los hombres, que las mujeres no quieren y que exigen que sea depuesto o cancelado. La paz puede ser imperfecta, como gustan de decir los opinadores de la paz, pero esto no puede ser una excusa para descafeinar la apuesta principal por la cancelación radical del orden de violencia-dominación.
– 4) Apuntan a la razón violenta como causa de todos los males (y por tanto la consecuencia coherente debe ser la lucha simultánea contra todas las violencias para hacer de la paz el camino alternativo a la violencia). En este sentido se me ocurre traer a colación una aclaración importante sobre la que luego volveré: lo contrario a la paz no es la guerra, sino la violencia y su papel rector en forma de violencia-dominación; y la guerra es una exasperación (la más brutal) de las políticas de violencia-dominación vigentes, cuyo contrario sería más bien la desmilitarización radical y una alternativa noviolenta-cooperativa de seguridad, todo lo cual nos exige un cambio copernicano de mentalidad y de prioridades de lucha.
– 5) Entienden la lucha contra la guerra como un ideal de afirmación de la vida y negación de la práctica de la guerra (que en nuestro actual momento alcanzaría, dado lo que sabemos de la lógica de la guerra, tanto a su preparación, a su desarrollo y a su “después” de nueva preparación de otra guerra), del buen sentido y de la resistencia a la sinrazón de la guerra.
– 6) Desconfían de los caminos hacia la paz que no pasan por la abolición de la guerra (y se supone que de sus estructuras e instrumentos; armas, ejércitos, militarización social, etc.), lo que nos sitúa más cerca de una idea de paz positiva que exige desmilitarización ( y no sólo “desarme”) tanto de las estructuras como de las conciencias (sin ellas no se pueden abolir las guerras), que de la paz jurídica y negativa, mera ausencia de guerra ( y como hemos visto, preparación constante de la nueva guerra).
– 7) Con ello se está abriendo a su vez camino a un horizonte de sentido alternativo al que ofrece el paradigma vigente de violencia-dominación y una aspiración que aparece como un proyecto que requiere la participación en masa como nube de langostas y más poderosas que la luz del sol (lo que indica también el carácter procesual y abierto del camino de la paz y la necesidad de que la lucha sea colectiva y haga de lo colectivo su poder frente a la violencia rectora de la guerra) y construcción de sus prácticas y programas, desde el deseo, los sueños, la creatividad, la esperanza que nos impulsa a
caminar siempre un paso más allá.
– 8) La paz no es una idea, ni una virtud, ni una ética, ni una ortodoxia, sino principalmente una práctica y una ortopraxis. Se hace haciéndola (y deshaciendo las violencias, sus conexiones, sus potenciaciones y sus mentiras): ni diciéndola ni viendo los toros desde la barrera.
– 9) Recalca el énfasis de la negación como alternativa frente al paradigma dominante de la guerra y de la violencia, y de la resistencia-desobediencia como instrumentos de lucha. Me parece que estas anticipaciones nos permiten hoy reenfocar nuestras luchas y apropiarnos de nuevas mentalidades, porque son las creencias y mentalidades las que enmarcan nuestros sentimientos, nuestras buenas o malas ideas y nuestras acciones y prácticas … y también nuestros desafíos y agendas de lucha.
4).- Españolas en el Congreso de la Haya.
Se tiene constancia (y así lo recogió el periódico ABC de la época) de la participación de una española, J.M. Gay, como aparece en el listado colgado en Internet
(http://www2.ub.gu.se/kvinndata/portaler/fred/samarbete/pdf/congores_varouwen.pdf) en la página 11, que probablemente fuera en realidad, como explica Carmen Magallón, Mercedes Viñas, la esposa del contable Joaquim Manuel Gay, contable y reconocido luchador por los derechos de las mujeres en la época.
Pero al margen de la representación, probablemente a título individual (es decir, no representando a ninguna asociación) de Mercedes Viñas, el congreso tuvo repercusión en España (recordemos que España permaneció neutral en la Primera Guerra Mundial) y sus decisiones y compromisos fueron difundidos en la revista Feminal número 99, de junio de 2015 ( https://arca.bnc.cat/arcabib_pro/ca/catalogo_imagenes/grupo.do?path=1066793) en sus páginas 1 a 3 da cuenta de la celebración del Congreso y traduce su manifiesto al catalán.
¿Tuvo acogida en España esta lucha tan relevante? Por de pronto, la artista catalana Doña Antonia Farreras, secretaria de la principal organización pacifista de Cataluña, realizó una propuesta de actuación pacifista y contra la guerra europea inmediatamente después del encuentro, de la que da cuenta el número de
septiembre del mismo año de la citada Revista Feminal, núm. 103, pág. 15 que puede consultarse en el enlace (https://arca.bnc.cat/arcabib_pro/ca/catalogo_imagenes/grupo.do?path=1066801) y consistente en la emisión de una “tarjeta postal de la paz” cuya venta debía servir para recaudar fondos para las víctimas de la Primera Guerra Mundial. La postal tuvo sus incidencias, porque se convocó un concurso para elegir la imagen de la misma, que quedó desierto, por lo que encargaron al escultor Julio Antonio el boceto de la misma, aunque no se editó hasta 2022, una copia de la cual se encuentra en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Carmen Magallón, apoyando en un trabajo del historiador y activista Josemi Lorenzo, nos habla del papel relevante de algunas mujeres españolas en el cuestionamiento de la guerra, como Rosario de Acuña, Blanca de los Ríos, Concepción Arenal, Emilia Serrano, Doñeva de Campos, Teresa de Escoriaza o Carmen de Burgos. Lamentablemente toda esta memoria, como gran parte del desarrollo del pacifismo y antimilitarismo del Siglo XIX y XX, no ha pasado de forma creativa a la memoria colectiva de nuestro actual antimilitarismo desde el postfranquismo y está aún pendiente de recuperación y reactualización. Nuestra desgracia, por lo que se ve, es la de estar condenados, cual nuevo Sísifo, a empezar siempre de nuevo sin aprovechar los caminos y los legados, tan ricos y densos, de quienes nos antecedieron, con el perjuicio evidente de creer que hemos inventado la rueda, y de caer en errores evitables o, peor aún, recaer en el de no saber transmitir nuestro acopio de experiencia a los que vendrán inevitablemente después.
5).- Las mujeres en las guerras hoy.
En nuestro siglo, y a pesar de ser las principales víctimas de la guerra y constantemente ninguneadas y silenciadas, podemos rastrear las grandes lecciones de compromiso de las mujeres en las múltiples guerras que anegan en dolor a la humanidad, donde la experiencia de lucha contra la guerra y de apuesta por los cuidados y la vida, es más que evidente en conflictos como el palestino, el ruso-ucranio, los resurgidos conflictos irresueltos en los territorios de la antigua Yugoslavia, en los desplazamientos provocados por los conflictos Sirio, kurdo, etíope, centroafricano, en los conflictos irresueltos de Angola, Mozambique o Mali, y así un largo etcétera.
Son las mujeres quienes, en tan inhóspitos escenarios, se encargan principalmente de buscar a los desaparecidos de los conflictos, las que se hacen mayoritariamente cargo de los hijos menores, las que recorren largas distancias para procurarles alimentos y protección, las que guardan la memoria de los agravios para que no quede ocultada bajo la brutalidad de la violencia como si no existiera, las que reconstruyen la convivencia a pesar del daño recibido
(en general específico y más intenso que al resto de las víctimas en las guerras), las que protegen a sus hijos y los inducen a desertar de las guerras, ….
Son también quienes de forma más mayoritaria protestan conta las guerras, de forma espontánea o asociada, y quienes se organizan, incluso en condiciones muy adversas y con grave peligro para su integridad, cuando se desencadenan, para acortar su duración y sus efectos. Tenemos ejemplos bien elocuentes en las Mujeres de Negro, o la permanencia de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, entidad heredera del Congreso de la
Haya antes visto, o el incansable (y aleccionador) trabajo de grupos feministas y de mujeres organizadas en espacios pacifistas, antimilitaristas o noviolentos.
También es ejemplar la abundante nómina de mujeres Premio Nobel de la Paz o, más aún, el innumerable y silenciado
trabajo por la paz cotidiana de millones de mujeres que por todos lados replican en lo cotidiano y en su práctica diaria la idea proclamada en el Congreso de Mujeres por la Paz de La Haya de que “la influencia combinada de las mujeres de todos los países es una de las fuerzas más poderosas para la prevención de la guerra, y dado que las mujeres sólo pueden tener plena responsabilidad e influencia efectiva cuando tienen derechos políticos iguales a los de los hombres, este Congreso de Mujeres exige su emancipación política”.
Podemos leer en El Salto, en un interesante artículo de Irene Zugasti referido a la mediática guerra de Ucrania ( https://www.elsaltodiario.com/guerra-en-ucrania/mujeres-paz-rusia) algo que podríamos explicar de la posición de las mujeres en casi cualquier conflicto y que define una muy esclarecedora perspectiva de lo que e s la paz con contenidos: “…, a todas ellas les pregunté por la paz. Hablamos del odio, del perdón, de la reconciliación y del rencor, del
reconocimiento y de los derechos. No todas coincidían en el cuándo, ni en el cómo, ni en las consecuencias, pero sí en el derecho y el deseo —humano, obvio y necesario— de vivir en paz. La gente de a pie no vamos a estar en las mesas negociadoras, en los consejos de administración ni en los mandos militares que diriman esta guerra; pero hay una paz cotidiana que sí es nuestra responsabilidad y que nos pide, con urgencia, que dejemos de hablar de ellas y empecemos a hablar con ellas.” En nuestro propio territorio los colectivos feministas encabezan gran parte de las protestas contra la implicación de España en promover guerras y en general en toda la actividad de lucha contra la violencia rectora.
6.).- Guerra y violencia.
Lo he dicho en otras ocasiones y si la memoria no me falla, lo he dicho aquí. La guerra se construye de forma sistemática y planificada y para que tenga lugar necesita un material apropiado, o que podríamos llamar ladrillos de la guerra. Una representación de la construcción “antes”, “durante” y “después” de estos ladrillos puede ser la siguiente:
a) Paradigma dominación violencia: la violencia rectora.
Para que la guerra tenga lugar se necesita un soporte considerable en el nivel más profundo de nuestras concepciones del mundo y creencias y una envoltura global de naturalización de la violencia. Nuestro mundo está trazado por el gran paradigma de la dominación y la violencia, que sirve de sustrato a nuestras prácticas de toda índole, que aparece como obvio e incuestionable y que condiciona decisivamente nuestra manera de pensar, nuestra manera de sentir y nuestra manera de hacer, señalándonos la violencia y la dominación como objetivos y como medios para obtener cualquier cosa o para solucionar cualquier problema.
El componente rector de la violencia que se concreta en ese paradigma de dominación violencia es el que facilita que la violencia se multiplique en forma de violencia visible y directa, que cristalice en forma de violencia sistémica y estructural, que legitime una cultura en forma de violencia simbólica y rectora y en forma de combinación, relación, potenciación, amplificación, coordinación de todas ellas, a la que desde hace tiempo venimos llamando violencia sinérgica.
Es este el primer ladrillo de la guerra. Igual que en un mundo trazado por la ley de la gravedad sería absolutamente impensable e imposible ir flotando por el aire a voluntad, en un mundo regido por un paradigma antagónico al de dominación violencia, sería francamente muy difícil la aparición de la guerra.
Cuando decimos que lo contrario a la paz no es la guerra, precisamente nos referimos a este papel rector de la violencia y a la necesidad de luchar contra todas las violencias de forma simultánea y coordinada para que la paz pueda construirse y provocar la transformación radical de nuestro paradigma rector por otro basado en las ideas fuerza de cooperación/noviolencia.
b) Infraestructura de la guerra:
Sobre la base de dicho paradigma de violencia rectora, se necesita construir un ladrillo más para hacer posible la guerra. En este caso se necesita contar con la infraestructura suficiente para desencadena la guerra. En nuestro mundo moderno y complejo, esto pasa por ejércitos bien dotados, armamentos cada vez más brutales y letales, entrenamiento en las destrezas militares, tecnologías enfocadas al desarrollo de la guerra y de la guerra por otros medios, espacios de entrenamiento, logística, doctrinas militares y un largo etcétera. Todo esto se construye con políticas públicas y con incentivos e inversiones privadas que
requieren de ingentes cantidades de recursos que se detraen de otros posibles usos. En nuestro caso, también de un complejo militar industrial del que forman parte intereses particulares, políticos, industriales, económicos, de prestigio y un largo etcétera. Del mismo modo se necesitan circuitos económicos relacionados con las industrias militares que pasan por construcción de canales de financiación y comerciales relacionados con la venta de armas, alianzas económicas y miliares y un largo etcétera.
Es el segundo peldaño de la construcción de la guerra y este ocurre inevitablemente en tiempo de paz, el tiempo de preparación de la guerra y por tanto el tiempo privilegiado para luchar eficazmente contra la guerra, porque, como bien dice el lema antimilitarista, “la guerra empieza aquí».
c) Militarización social y militarismo.
Con todo, resta que la población asuma sumisamente todo esto. Para ello aparece el tercer escalón tóxico, la militarización social encaminada a convertirnos en un engranaje de la lógica de la guerra y en ciudadanos siervos predispuestos a aceptarla como inevitable. No quiero insistir al respecto, pero estimo que el trabajo de resistencia y lucha (también de experiencias alternativas de contraste y de ofrecer alternativas) contra el militarismo y la apuesta por agendas de desmilitarización social son nuestras principales bazas de lucha contra la guerra, de lucha contra la violencia rectora y de búsqueda de la paz.
d) Contexto.
Sobre la base de los tres peldaños anteriores, se construye por los señores de la guerra el cuarto escalón, la fabricación de un contexto que “justifique” la guerra, lo que implica un relato amañado y simplificado de la realidad, la fabricación de la idea polarizada y lo más alejada posible de nosotros del “enemigo” y la prefabricación (o el aprovechamiento) de las ventanas de oportunidades que ofrece a diario la realidad de un mundo a punto del colapso y transido por atavismos de “sálvese quien pueda”, “nosotros los primeros” y otros similares.
e) Los responsables:
Así y todo la guerra, al igual que el flujo de violencias que atraviesan nuestro mundo y que son su principal caldo de cultivo, necesita el cretino que apriete el botón, Quiero decir que, con toda la complejidad y problematicidad de nuestro mundo, la guerra tiene también responsables con nombres y apellidos: políticos que la deciden, militares que la planifican, señores de la guerra que la alimentan, banqueros que la financian, periodistas e intelectuales que la apoyan y legitiman, personas que la ejecutan, colaboradores que la apoyan, jueces y leyes que la legalizan, ciudadanía pasiva que guarda silencio a destiempo … Conviene recaer en este aspecto y, si queremos hacer un trabajo eficaz contra la guerra, también tenemos que hacer pesar estas responsabilidades sobre los actores de la guerra. No
podemos dejar que se salgan con la suya.
f) La guerra interminable.
Considero que estos ingredientes conforman la actual construcción de la guerra, que ha pasado de ser un episodio a ser un estado social, el de la guerra como una continuidad, que tiene tres períodos diferentes que no dejan de ser sino fases de la misma cadena y del mismo negocio. Así, la guerra se concreta, en una serie procesos que construyen círculos viciosos en tres momentos diferentes: el antes, de preparación; el durante, de desarrollo de la guerra; y el de después, de “reconstrucción” y vuelta a empezar.
g) Desmilitarización, no desarme ni paz jurídica.
Concluyo. La guerra no se para con la aspiración de que los estados alcancen un acuerdo para dirimir sus conflictos de forma arbitral. Tampoco el desarme deja de ser otro paso más de la escalada bélica, porque en esencia el desarme no apunta al problema de violencia rectora, el verdadero problema de la paz y el
verdadero generador de la conflictividad que causa la guerra. Tampoco los tratados internacionales, por necesarios que puedan ser para limitar la brutalidad
de la guerra (mientras sus firmantes no se sientan en la disposición de incumplirlos, es decir, a menudo) facilitan una paz más allá de la mera ausencia de la fase bélica de la guerra. La guerra es una parte, quizás la más grosera y sinérgica, de la violencia rectora. Acabar con la guerra, el gran ideal de nuestros deseos, exige transformar el papel rector de la violencia. Por eso la lucha por la paz ha de transformarse en lucha contra la violencia rectora y contra los distintos planos y escenarios donde la violencia impera.
Y sabemos también que la paz no va a ser fruto de acuerdos de intereses entre actores contratantes, sino de la lucha contra la violencia y respuesta global a esta.
Si me apuran, ni siquiera las acciones noviolentas servirán para gran cosa si solo apuntan a presionar a los gobiernos a nuevos acuerdos que refuercen el statu quo y de contención del ardor guerrero, y no son capaces de convertirse en un vehículo de lucha social radical e incondicional para resistir, negar y quitar poder al paradigma violento y construir simultáneamente procesos de cambio radical hacia un paradigma antagónico, incluida la construcción de estructuras, cultura y sinergias noviolentas.
Añadiendo un ítem más a la brillante propuesta de Jorge Reichmann, necesitamos consumar una transición hacia un modelo de civilización postcapitalista, postcolonial, postpatriarcal … y postviolenta. Somos una sociedad en guerra contra los demás, contra todas las firmas de vida, contra el sustento material y contra nosotros mismos.
Creo, por eso, que la agenda de lucha social que requieren los procesos actuales de búsqueda de una salida del atolladero en que estamos metidos en el mundo, con sus múltiples crisis y puntos de no retorno, pasa también por construir en común, junto con las grandes apuestas y agendas propias del ecologismo social, del feminismo radical y de la lucha social contra las lógicas de acumulación, injusticia y muerte del capitalismo, una agenda compartida de resistencia y de lucha por la desmilitarización y contra la violencia rectora de base. Y eso exige dar un salto más que importante a la propia acción del pacifismo.
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