Nota: este artículo es continuación de «Reflexiones sobre integrar la defensa noviolenta en el Ministerio de Defensa» publicado el día 16-3-23.
¿Aceptamos l@s noviolent@s ser l@s antigu@s cómic@s de la legua?
Es necesario que la noviolencia se empodere, que tome conciencia de su derecho de su derecho de existir en igualdad con otras teorías y prácticas políticas, que deje de considerarse como un niño chico aún no merecedor de derechos ni responsabilidades.
La noviolencia parece el comediante de la legua al que se le permite introducirse en la ciudad para expresarse, pero que ha de acampar y vivir fuera, a una legua de distancia, porque es un ser marginal que no combina con el canon conservador de la ciudad.
Expresarse, opinar y alejarse. Convertirse en un recuerdo y una anécdota, en una historia que relatar de vez en cuando. Pero no quedarse a dormir en la ciudad, no ser ciudadano, no convivir, ni participar, ni ser tenido en cuenta ni, por supuesto, tener posibilidades de integrarse. Esto último, claro, no en el sentido unidireccional que nos pide la casta de asumirlo todo, sino en el sentido bidireccional en el que caben las negociaciones, los aportes y el beneficio mutuo.
Es decir, parece que podemos quejarnos de la guerra si sólo utilizamos los medios alternativos, que podemos proponer alternativas si sólo lo hacemos sotto voce.
Sin embargo, estamos en nuestro derecho de imaginarnos, proponer y defender, por ejemplo, una defensa noviolenta introducida en el Ministerio de Defensa de un gobierno. Y lo hemos de hacer de manera seria, lo más detallada posible y con nuestros mejores argumentos. Deberemos hacerlo, coherentemente, pensando en el inicio de un proceso de transarme. ¿Cómo sería ese inicio de proceso de transarme en las instituciones?
Los principios básicos
Nuestra propuesta, si queremos ser un movimiento pacifista serio, debe contar con unos principios básicos éticos y políticos que marquen una clara línea coherente con los principios de la noviolencia. ¿Cuáles pueden ser? He aquí una propuesta no cerrada ni exhaustiva.
La ética
Lo primero que tendríamos que manifestar sería la postura ética de la defensa noviolenta. No puede ser de otra manera: la defensa noviolenta o es ética o no es. Recordar a Gandhi y su legado noviolento es recordar dos frases iluminadoras que definen la ética noviolenta:
- No hay camino para la paz, la paz es el camino.
- El fin está en los medios como el árbol en la semilla.
La noviolencia es una política innegociable. Salirse del camino ético es transitar por la vieja política, por la política que deberíamos combatir.
No olvidemos que el paradigma realista, imperante en las relaciones internacionales actuales, es una postura sin ética que ni siquiera entra a debatir las conductas violentas en las guerras y otras agresiones internacionales, pasa por encima de ellas, las da por hechas y las acepta a partir de un entramado de razonamientos que niegan el abordaje de los conflictos desde la ética. Con este enfoque se justifica todo, las invasiones, las guerras, la carrera de armamentos, el imperialismo, la guerra económica, el colonialismo, la muerte de millones de personas, etc.
La primera y verdadera diferencia con estas políticas realistas en boga debe ser la ética. Así, la paz no es sólo un objetivo a lograr, sino el camino por el que recorrer. Los medios y los objetivos deben ser éticos, pacíficos y coherentes.
Visión positiva del conflicto
Podemos comparar la visión negativa y positiva del conflicto analizando el siguiente cuadro publicado por Utopía Contagiosa en Política noviolenta y lucha social:
Destacamos, en la visión positiva del conflicto, que se considera que los conflictos en la Humanidad son connaturales, consustanciales al propio ser humano. No somos buenos o malos, somos buenos y malos. La convivencia genera conflictos que hay que saber sacarlos a la superficie y tomar conciencia de ellos y de todas sus características para transformarlos de manera positiva mediante la noviolencia, el diálogo y la negociación, sin tomar al adversario como enemigo y considerando que la transformación de los conflictos es una tarea de toda la sociedad. Es decir, los conflictos enfocados noviolentamente nos dan la oportunidad de progresar.
Valorar la legitimidad sobre la legalidad
En la visión habitual del paradigma de dominación-violencia se suele valorar por encima de todo la legalidad. Y cualquier actuación o reivindicación política, social, económica o cultural que no esté recogida en la legalidad se considera imposible. Pero no nos damos cuenta de que la legalidad no es permamente, sino cambiante y se transforma a lo largo de las décadas y, sobre todo, de los siglos. Además, se transforma gracias, sobre todo, a la lucha por cuestiones legítimas que aún no están recogidas en la legalidad pero que con la lucha social se suelen acabar recogiendo como normales.
Sería muy positivo que se eduque en los valores de luchar por lo legítimo aunque signifique desobedecer. E igual de positivo sería que las instituciones sean más permeables a los valores de la legitimidad para hacer avanzar a la sociedad.
Deconstruir el concepto de enemigo y enfocar como un objetivo prioritario de la defensa noviolenta el análisis de nuestra propia política
En políticas de defensa es muy habitual asistir a la infantilización del debate: l@s demás son el enemigo, nosotr@s somos los buenos. Ell@s nos atacan y nosotr@s nos defendemos. Ell@s son el culmen de todo lo malvado e irracionales mientras nosotr@s la cúspide de la bondad y la razón.
Y todo lo anterior es pueril, inexacto y no es real. Si analizamos, con la máxima objetividad posible, las épocas históricas y los hechos concretos que han desembocado en guerras de una manera objetiva, nos daremos cuenta de que es necesario analizar prioritariamente nuestras políticas para poder sacar a la luz y asumir lo inadecuado, violento o causante de agravios de nuestras propias actuaciones. Es en ellas sobre las que nos es más fácil incidir (depende sólo de nuestra decisión) y comenzarían a dar una perspectiva positiva de transformación del conflicto.
Abogar por el internacionalismo
En Política noviolenta y lucha social, Utopía Contagiosa comentaba:
Consideramos el nacionalismo una de las excusas y de las distracciones por las que peleamos habitualmente, educados para ello por un sistema de relaciones personales y de reproducción simbólica que se inicia en la familia, se continúa en el sistema educativo y en unas estructuras políticas, sociales y económicas. Lo que subyace es que luchamos por el poder en búsqueda del beneficio propio. Esto es menos digno de reconocer. Por ello, las élites montan unos sistemas legales, un sistema educativo, unos Estados sustentados en los nacionalismos que hacen más aceptable luchar por ello justificándolo en el bien común de la nación.
Para cerrar el círculo vicioso, la educación que nos hace creer férreamente en el nacionalismo está basada en una serie de prácticas (delegación, asunción de la autoridad, acriticismo, centralismo…) que refuerzan el papel del Estado.
Nacionalismo y militarismo son un entramado que no busca lo que declara formalmente sino el provecho de las élites y la dominación. ¿Por qué si no, cuando el estado llega hasta los límites geográficos de su supuesta nación, sigue expandiéndose con ansia? ¿Por qué surge el imperalismo y el neoimperialismo actual?
Podría argumentársenos que el nacionalismo “propio” es limpio y no quiere imponer una legalidad, un estado, ni un ejército que coaccione, que es puro porque nace de un sentimiento de amor impoluto y que ni critica ni minusvalora a los demás. Nada que alegar a esa motivación personal. Tan sólo que nosotros hablamos del otro nacionalismo, del contaminado por los vectores malignos comentados, que únicamente hablamos del 99’89% del nacionalismo, justo del que es operativo.
Por ello, la apuesta internacionalista, la que no tiene en cuenta las fronteras como manera de ordenar la política, es la apuesta más humana y solidaria.
Concretar nuestras propuestas
Si no aceptamos ser los cómicos de la legua de la política, hemos de ganarnos un puesto en la sociedad y hemos de ganar la posibilidad de transformarla y mejorarla construyendo propuestas concretas y claras para poder compartirlas con el resto de la sociedad. Esto lo hemos de conseguir, como proponía Utopía Contagiosa en su libro citado antes, con criterios de:
Realismo: nos obliga a partir del conocimiento profundo de la realidad, de sus peculiaridades económicas, políticas, sociológicas, históricas, etc.
Oportunidad: de todos los cambios que nos gustaría realizar, algunos son más oportunos en determinada situación política, económica, histórica y social que otros, su posibilidad para realizarse es mayor y es más complicada su vuelta atrás.
Instrumentalidad: será conveniente que los cambios que se propongan sean útiles para poder desarrollar otros en el futuro y no ser meros callejones sin salida o cambios puramente ornamentales o insignificantes.
Progresividad: es necesario programar un itinerario de cambios coherentes para que las reformas no se entorpezcan sino que se apoyen y coordinen.
Estabilidad: es necesario que tengamos la sensibilidad suficiente para no forzar cambios y ajustarlos a la evolución social. Sin ello peligraría el proceso y daríamos una ventaja a la involución.
Coherencia: el diseño de cualquier proceso de transarme debe estar inserto en las características del paradigma de cooperación-noviolencia.
Fomentar la participación social en los temas de defensa. Profundizar en la democracia
Como hablábamos con el concepto de enemigo, éste no es lo único que se infantiliza en el debate político sobre defensa. Podría decirse que, normalmente, todo el debate sobre defensa está infantilizado, resumido o, mejor dicho, cercenado hasta el límite. Un debate en el que todos los partidos políticos opinan casi lo mismo en teoría y, sobre todo, hacen lo mismo al llegar al poder no es un debate maduro y serio.
Los partidos políticos no suelen tener un desarrollo claro, extenso y lógico de los temas de defensa y se limitan a proponer los mismos lugares vacíos una y otra vez. Por lo tanto, conseguir divulgar los temas de defensa y que sean debatidos socialmente es una de los aspectos más importantes para mejorar la calidad de la democracia actual.
Luchar por los Objetivos de Desarrollo del Milenio (O.D.S.), pero también por conseguir otros factores no expresados en ellos (o no claramente)
Obviamente, los ODS son fundamentales para disminuir la violencia y las guerras en el panorama internacional. Sin embargo, habría que perseguir otros objetivos no enumerados en los ODS y que son igualmente imprescindibles: la desmilitarización, la no fabricación ni comercio de armas, el control real de los mercados financieros, la mejora de la progresividad de los sistemas fiscales, la desaparición de los paraísos fiscales, el control de la especualación económica no productiva, etc.