Juan Carlos Rois.
El caso de Siria1 puede permitirnos sacar lecciones y debe servirnos para activar afectos y compromisos de lucha. ¿tal vez para incluir el apoyo a esta lucha en nuestras agendas de acción?
Primero, porque el ciclo militarista de violencia armada, hábilmente orquestado por todos los interesados en garantizar el orden de violencia rectora dominante, eclipsó la respuesta noviolenta, pero no la hizo desaparecer. Es más, ha dado lugar a su reaparición, que (también) lo es a modo de impugnación del militarismo reinante y las prácticas violentas.
La resiliencia ha jugado un papel importante y la experiencia, soterrada, de florecimiento de asociaciones y grupos de ayuda mutua y cuidados, de grupos de defensoras de derechos humanos, de enuncias en redes de las atrocidades y difusión periodística e informativa de la situación, las redes desde abajo tejidas en silencio, los y las desertoras a las guerras, las ininterrumpidas protestas, todo ello ha creado el caldo de cultivo para alimentar las nuevas protestas y para mantener viva la llama de esta revolución que se muestra más radical contra la violencia rectora.
Tal vez por eso el caso sirio, como el de la revolución de la que poco sabemos en Irán, o la lucha noviolenta de los compañeros antimilitaristas de Ucrania ahora, nos permita poner nuestra mirada más allá del conflicto concreto, hacia la lucha radical contra el sistema complejo de violencia rectora que organiza nuestro mundo político y social; lo que implica lucha incondicional y rabiosamente radical (como dice Butler) contra la injusticia y la desigualdad o, desde otra óptica, que ha de afectar a las dimensiones no sólo directa, sino también estructural, cultural y sinérgica de la violencia, en búsqueda de un paradigma globalmente alternativo de noviolencia-cooperación rectora.
Segundo, porque a pesar de que la influencia internacional es relativamente menos importante en la lucha noviolenta que en la lucha armada, lo cierto es que el papel que desde “occidente” o desde otros lugares adoptemos ante una lucha como la encabezada por la población civil siria (aunque podríamos poner el caso de Ucrania, o Yemen, o de cualquier otro lugar en el mismo plano) no es irrelevante.
No lo es, en primer lugar, porque parte de lo que ocurre en Siria se determina por lo que se hace desde aquí. Si la solidaridad no influye en la capacidad de lucha de un pueblo frente a sus autoridades arbitrarias, sí que influye en los apoyos que pueda obtener el tirano, ya sea en armas y material bélico, ya sea en influencias u otras. La guerra, como se ha popularizado por el antimilitarismo español, comienza aquí y aquí hay un amplio campo para parar las intenciones de apoyarla de algún modo por parte de nuestras “autoridades”.
En segundo lugar, las redes hoy permiten dotar a una lucha de un grado de difusión infinitamente mayor que antes y, con ello, de un grado de presión externa sobre los otros actores del conflicto y de solidaridad con las víctimas, mucho mayor que en otras épocas.
Precisamente esta mayor capacidad de difusión de las redes ha permitido interconectar luchas noviolentas en distintos puntos del globo, compartir experiencias, difundir metodologías de acción, renovar aprendizajes y, en definitiva, dotar de creatividad y más impulso a la iniciativa de lucha noviolenta.
Tercero.- Poner Siria y la lucha noviolenta de su pueblo también ante nuestros ojos. El ciclo de acción noviolenta de las primaveras árabes suscitó esperanzas y recelos. También entre los grupos de inspiración noviolenta.
El uso de los manuales de Sharp, de gran difusión en la red, como recetarios de cocina, la orientación “liberal” de algunos de los teóricos de la resistencia civil más conocidos (recordemos que el propio Sharp llegó a considerar justificado, en su propuesta de transarme, el uso de armas nucleares tácticas, y que nunca ha salido del marco de entender la noviolencia como una metodología de lucha dentro de un contexto de democracia liberal; y Roberts llegó a entender la necesidad de defensas armadas en determinados contextos) y el manejo maquiavélico de cualquier medio de protesta como un elemento de su estrategia de desestabilización por parte de Estados Unidos principalmente, llevó a confundir el rábano con las hojas y a recelar de activismos de los que sabíamos poco, entendiendo que la no-violencia en esos contextos era susceptible de servir a los intereses de occidente frente a gobiernos alineados en otros lugares.
Es evidente que cualquier potencia puede usar cualquier cosa a su alcance en su lucha de poder frente a otros, incluidas las disidencias más radicales, si pueden desestabilizar al contrario. Lo hace y lo seguirá haciendo, pero ¿invalida eso la mirada noviolenta o la legitimidad de una lucha de tal carácter?
En mi opinión, y sin meternos en un pasado que ya no podemos cambiar, Siria ofrece una oportunidad de hacer de la metodología noviolenta algo más que una herramienta para dar la vuelta a la tortilla y merece la pena que prestemos atención a este conflicto, que dialoguemos en la medida de nuestras posibilidades con sus activistas, que aportemos a su lucha nuestras capacidades, que presionemos aquí a nuestras autoridades para romper con la implicación occidental en mantener el ciclo de violencia y militarismo en Siria y por extensión en toda la región.
También este desafío puede ser una oportunidad para profundizar en nuestra propia opción noviolenta y depurarla hacia ese insinuado enfoque de lucha global contra la violencia rectora.
Transformar el conflicto sirio.
La derivada que tome el conflicto, o los conflictos, sirio, es difícil de prever.
Puede ocurrir que el nuevo ciclo de luchas noviolentas siga adelante o puede ocurrir que se sofoque y aprisione entre las mentalidades o las prácticas violentas, relegándose de nuevo a un papel secundario en la evolución futura de conflicto. Puede ocurrir también que incremente su capacidad y desborde los poderes establecidos, ya sea en el conjunto de Siria o en la zona de control de Assad, obligando a cambios y nuevos consensos.
En esta segunda hipótesis gran parte del potencial alcance de la transformación que tenga lugar va a depender tanto del alcance de la visión del activismo noviolento, en cuanto a sus esperanzas y apuestas de cambio, como de la dimensión y fuerza que adquiera la lucha noviolenta en relación con sus oponentes.
Puede alcanzarse una negociación que fuerce cambios puntuales y mejore la situación de la población, sin cambio de régimen, o puede dar lugar a un cambio más profundo que alcance al propio régimen o incluso que provoque cambios estructurales y culturales más profundos y que hagan avanzar la cultura de la cooperación y la noviolencia.
Ante dichas posibilidades interesa, desde la visión noviolenta más radical, aportar una visión lo más amplia y completa posible del marco global de la violencia rectora y de la necesidad de abordar las dimensiones directas, estructural, cultural y sinérgicas del sistema complejo de interrelaciones del paradigma de dominación-violencia vigente.
A tal fin puede servir el marco de resolución y transformación de conflictos políticos y armados que propone Galtung.
Ofrece un esquema de actuación para transformar conflictos por medios pacíficos, basado en tres estrategias, dirigidas simultáneamente contra las tres violencias implicadas en los conflictos (directa, estructural y cultural) que él mismo caracteriza: “Reconstrucción”, “Reconciliación” y “Resolución”, a las que denomina “3R”
Señala la importancia de que estas tres líneas de acción abarquen no sólo el aspecto de la violencia directa, sino también el de la violencia estructural y cultural, pues la transformación del conflicto exige la transformación de todos sus componentes y no solo de sus manifestaciones más visibles.
Afirma que para salir del círculo vicioso de la violencia hay que convertir los círculos viciosos en círculos virtuosos, tras la violencia, mediante el juego de tres “R”: 1) la Reconstrucción tras la violencia directa. 2) La Reconciliación de las partes en conflicto y 3) la Resolución del conflicto subyacente, raíz del conflicto.
Tales estrategias se tienen que desarrollar a la vez, pues “Si se hace una de estas tres cosas sin las otras dos, no se obtendrá ni siquiera la que se hace. Hegel planteaba la reconciliación entre Herr y Knecht sin resolución; Marx, la resolución sin ninguna reconciliación. La reconstrucción sin la eliminación de las causas de la violencia llevará a que ésta se reproduzca. Hay una enorme necesidad de teoría y práctica que combine las tres cosas” (Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia”. Gernika Gogoratuz, 1998 pág. 17).
Insinúa que para un enfoque integral de lucha contra la violencia hay que trabajar, tanto sincrónica como diacrónicamente, en los tres momentos del propio ciclo violento: 1) el antes de la violencia, en el que el principal objetivo sería evitar el estallido, y la principal herramienta, las iniciativas y técnicas de solución noviolenta y de negociación, 2) el durante del estallido de la violencia, en el que el principal objetivo será parar la violencia y 3) el después, que es cuando se despliega la estrategia combinada de las tres R antes señalada.
Las tres tipologías de violencia requieren aplicar las tres R referidas a la resolución del conflicto, pues la reconstrucción no sólo se refiere a la reconstrucción de lo material destruido por la violencia directa o la reparación de los daños personales causados, sino también a la reconstrucción de condiciones estructurales de justicia y a la construcción de condiciones culturales de paz. Y, del mismo modo, la resolución abarca aspectos directos, pero también estructurales y culturales, de reconocimiento del otro, reconstrucción de comunidades rotas, construcción de estructuras de participación inclusivas, condiciones estructurales hacia la paz con contenidos, etc. La reconciliación lo es no sólo de las personas antes enfrentadas, sino también de las estructuras y de los aspectos que ayudan a crear una cultura de paz.
De este modo, el abordaje de lucha contra la violencia rectora y contra las tipologías de violencia que esta despliega en los conflictos, exige conjugar los tres momentos temporales (antes, durante y después) de la violencia, con las estrategias de lucha contra la violencia y de construcción de la paz especificados en las tres R (Reconstrucción, Reconciliación y Resolución), con lo que el repertorio completo de intervención propuesto impone luchar, en el antes de la violencia, por la prevención de conflictos y violencias como gran estrategia transversal ,y aplicar mecanismos de resolución alternativa de conflictos; para pasar, cuando surge la violencia, a la estrategia principal de parar la violencia y mediaciones que lo faciliten y, tras la fase del durante, combinar prácticas de las tres líneas (las tres R) para conseguir la gradual transformación que se predica.
Sobre el esquema general de Galtung, «Utopía Contagiosa» propuso añadir, con carácter sustantivo y coordinado desde las articulaciones sociales y populares, la lucha incondicional contra una cuarta violencia, a la que denominó violencia sinérgica, que dota de carácter coordinador, rector y paradigmático a la violencia en nuestro mundo.
Es precisamente ésta última la que la estrategia noviolenta, con un horizonte de apuesta por una alternativa global y ejercida desde lo común, no puede dejar de mirar en su militancia agresiva.
La lucha noviolenta contra la violencia rectora exige, por tanto, un horizonte alternativo de coordinación de las luchas contra la violencia y de potenciación de los aspectos sinérgicos de ellas, añadiendo a las estrategias de las tres R de Galtung una cuarta estrategia de Interrelación y coordinación, y unos actores y medios más variados que los propuestos por Galtung, incluyendo también la lucha social, los movimientos de talante transformador y la apelación al empoderamiento del común de la sociedad y a su implicación directa y horizontal en los procesos de lucha, con la doble dinámica simultánea de quitar poder al paradigma dominante a la vez que se dota de poder al paradigma alternativo.
El énfasis de la lucha contra la violencia no descansa, en este nuevo enfoque, principalmente en la construcción del “después” de la violencia, ni tiene como protagonistas principales a actores especializados que intervienen para restaurar una situación de conflicto trasformado que posibilite nuevas opciones para construir la paz, ni tampoco pone su mayor esfuerzo en las estrategias “restaurativas” o “reformistas” de recuperación de un estado de cosas sin violencia directa postconflicto, que permita promover medidas de una nueva paz, más allá de la latencia del conflicto previa al estallido de la violencia. Más bien se enfoca de forma prioritaria hacia el continuum que supone la violencia rectora que dinamiza los distintos grados y dimensiones de las violencias (directa, estructural y cultural) durante todo el desarrollo histórico, entendido como un proceso dinámico.
Es esta violencia rectora el objeto de la preocupación y de la lucha noviolenta que hay que desencadenar y por ello las estrategias deben ir encaminadas, además de contra la violencia específica de que se trate, a reducir (quitar poder) el paradigma dominación-violencia y sustituirlo (empoderar) a la vez (no después) el paradigma de cooperación-noviolencia.
También varía el sujeto protagonista de la lucha, que pasa a ser principalmente el común, la gente, el demos, los de abajo, o cualquier otra denominación que le queramos dar, actuando de forma más o menos articulada (como organizaciones de lucha por los problemas que les afecta, como grandes movimientos sociales “en movimiento”, como luchas de resistencia o conquista de derechos espontáneas e informales, como agregados de sujetos que se adhieren con sus afectos, vínculos, fragilidades y capacidades a ciclos de movilización más o menos amplios, como movimientos de base, como ágora de decisión y “democracia insurgente”, …) y coordinada.
Entendemos que este esquema puede servir para que las aspiraciones de contenido de la lucha noviolenta siria vayan también más allá de un mero acuerdo de reconstrucción de un statu quo previo al conflicto o de pacto de mínimos y también incorpore elementos más allá de la violencia y en la aspiración de abrir dinámicas y procesos de negación del papel rector de la violencia y de paz estructural y cultural.
Tal vez también en ese camino podemos acompañar los debates que sin duda forman parte de la preocupación del activismo noviolento en Siria. Y tal vez también podamos aprender de su fuerza para aplicarnos el cuento de efectuar transformaciones radicales también en nuestro propio escenario.
Nota 1.- Este artículo es la segunda parte del publicado aquí el 15.09.2023, «No vamos a permitir que sirios maten a sirios» Nuevo cliclo de lucha Noviolenta en Siria.
Foto de portada: Campo de refugiados sirios en Turquía. European Union 2016.
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