Submarinos S80: Una historia triste y…cara.


Juan Carlos Rois.

Hace unos días Navantia ha entregado a la Armada el primer submarino de fabricación española, S-81-PLUS bautizado como Isaac Peral.

EL submarino español, dice la propaganda ministerial, será el submarino convencional (es decir, no nuclear) más avanzado del mundo, con una eslora de 80,8 metros, un diámetro de 7,3 metros y un desplazamiento en inmersión de 3..000 toneladas.

Llegar a la entrega del submarino ha resultado un verdadero sainete de despropósitos y ejemplifica muy bien la realidad de ineficacia y dispendio económico de la industria militar española y del Ministerio de defensa como principal promotor de este negocio.

El origen: Aznar el astuto.

España y Francia venían fabricando submarinos militares de la clase Agosta en un consorcio llamado Scorpene que unía a las empresas estatales DCN por parte francesa y Bazán (actual Navantia) por la española, tanto para su autoconsumo como para la venta a terceros. 

En concreto se vendieron dos a Pakistán entre el año 1979 y el 1981, cuatro a Argelia entre 1983-86, uno a Venezuela en 1984, otros dos al Chile de Pinochet entre el 1982 y 1984, uno a Maldivas en 1987 y seis a India). España por su parte se quedó con tres, denominados S-71 Galerna, S-72 Mistral, S-73 Rayo y S-74 Tramontana.

En la época del gobierno de Aznar, ese señor tan astuto e inigualable que nos gobernaba con esa habilidad y buena educación que siempre le ha caracterizado, alguien pensó que era el momento de dar la patada en el culo a los franceses y fabricar, con el know-how adquirido en la colaboración con éstos, submarinos de pura raza española y aprovechar para venderlos a troche y moche sin repartir las ganancias.

Como se daba el caso de que la patente era de la francesa DCN, Francia demandó a España en los tribunales internacionales, lo que obligó a los españoles a comprometerse en no utilizar la patente francesa y a empezar de cero en el diseño y fabricación de los submarinos españoles y mu españoles, que para eso teníamos unos ingenieros de primera división (otro día contaremos cómo las lumbreras de Defensa inventaron una manera de descapitalizar a los ingenieros civiles y militares para montar un engendro al servicio de los intereses de la industria militar).

La aventura del Submarino S80

Y es a partir de aquí como empieza el periplo de despropósitos del submarino S-80 español, hoy S-81.

Primero, se firmó un convenio entre España y Bazán, empresa de barcos prácticameen bancarrota propiedad del estado, luego rebautizada como Navantia, para fabricar en Cartagena, y para la Armada tres submarinos totalmente nuevos y modernos. Se entiende que de diseño español y muy español

El contrato inicial se pactó por el precio de 1.800 millones de que se financiarían mediante créditos del Ministerio de Industria a Navantia a interés cero y que se entregarían a la Armada en 2013.

En 2013 el proyecto iba con considerable retraso y se pacto una nueva fecha de entrega para tiempos futuros.

Como hacer castillos en el aire es otra de las señas de identidad de nuestra ínclita “Hinteligenzia militar”, los de Navantia se prodigaron en publicitar el nuevo submarino para encontrarle clientela cuando aún no habían puesto el cachivache a flote, cuestión nada conveniente cuando, como se verá a continuación, no conviene vender la piel del oso antes de cazarlo.

El submarino que no flotaba

El caso es que, cuando se estaba a punto de la entrega del primer submarino, año 2018, se comprobó que el proyecto tenía diversos problemas técnicos, unos relacionados con el sistema de propulsión, otro con las armas de combate que debería contener y el tercero y más grave relacionado con lo que denominaron las fuentes oficiales “flotabilidad”, es decir, que el submarino cumplía bien la función de sumergirse debajo del agua, pero no así la de emerger después por un problema de “sobrepeso”.

Y, como se sabe, un submarino que no flota bien es, como quien dice, como el que tiene un tío en Nueva York.

El contratiempo supuso la necesidad de replantear el proyecto y de contratar a la empresa Lockheed Martin para que asesorara a Navantia a fin de solucionar los problemas técnicos, lo que dicha empresa hizo generosamente por 18 millones de euros, dado que aquí no encontraban a nadie capaz de buscar solución al engendro.

Los americanos le explicaron a Navantia (por esos 18 milloncetes del ala) que la solución era alargar el casco del submarino, solución que de forma gratuita podría haberles dado cualquier estudiante de ESO de ciencias con un poco de creatividad y aplicando el famoso principio de Arquímedes, que tampoco es que fuera un secreto inescrutable.

Más pasta y más tiempo.

Una vez la iluminación de los asesores americanos “solucionó” el problema del sobrepeso del submarino, cayeron en la cuenta de que el arreglo iba a costar un pico, pues alargar el submarino implicaba usar más acero y más de todo y como ya se habían gastado 1800 millones de euros (por lo menos) y 18 millones de asesoría americana, decidieron ampliar la inversión.

Calcularon que al menos necesitarían otros 3.685 millones más y el gobierno despachó un primer crédito de 1200 millones para ir abriendo boca.

Nuevos problemas, mucha más pasta.

Como los problemas nunca vienen solos, descubrieron que alargar el submarino supondría cambiar los motores de propulsión, porque los que habían comprado a una empresa alemana ya no podían con el peso del nuevo diseño, con lo que había que retirarlos y comprar otros más potentes a la también alemana MTU Friedrichshafen por otros 130 millones de euros más.

Y como los males suelen venir de dos en dos, se dieron cuenta también de que la carena donde había que montar el submarino en Cartagena era pequeña y no iba a cabere, por lo que también hubo de emprenderse una obra para hacer una carena más grande, lo que incrementó el ya elevado precio del submarino en otros 300 millones más.

En el año 2022 se le concedió al submarino otro nuevo crédito de 2.485 millones de euros para finalizar el primer submarino, con lo que, si contamos el crédito inicial, el pago a los americanos, el segundo crédito de 1.200 millones, los otros 300 millones de ampliación de la carena de Cartagena que se le enchufaron a inversiones del Ministerio de Defensa y no directamente al programa del submarino, y los 2.485 millones, nos ponemos en que ya llevábamos gastado 5.800 millones (al menos, porque en este como en otros temas de Defensa, las cuentas son muy poco claras) y los submarinos no estaban más que en la imaginación y en la propaganda.

Entregado el primer submarino en Noviembre de 2023.

Con gran alharaca se ha ido retrasando el plazo de entrega del submarino Isaac Peral, el primero de la serie, hasta que solucionados diversos problemas técnicos, se ha entregado hace unos días con perfecta flotabilidad, al parecer, y contrastado que todo funcionará normalmente.

Por cierto, que dotar al submarino de misiles y armas para hacerlo plenamente operativo nos va a suponer otro pequeño gasto de nada menos que otros 12 millones por submarino si se llevan los que de momento han sido elegidos, los misiles NSM que alcanzan más de 100 km. .de distancia, y puede ser mayor si, como se ha insinuado en alguna ocasión, España opta por llevar misiles Tomahawk, de largo alcance, y EEUU se lo autoriza. 

Por su parte la empresa SAES se ha hecho con un contrato plurianual valorado en 645.780 euros destinado a proveer a la Armada de unidades Dummy de la mina de fondo multi-influencia para los submarinos de la clase S-80.

Osea, que el submarino es como un pozo sin fondo donde podemos ir metiendo dinero y dinero y nunca estará saciado. Se entienden muy bien ahora los problemas de sobrepeso, o de sobredopaje que le aquejan. 

Los otros dos (o tres) submarinos que faltan por fabricar.

Pero esto no es todo, porque el precio inicialmente previsto, 1.800 millones de euros, era el que costarían los tres submarinos previstos, pero resulta que ya llevamos cerca de 5.000 millones entre unas cosas y otras son lo que ha costado poner a flote el primero de ellos.

Se estima que los otros que faltan por fabricar podrán tener un coste de 2.400 millones de euros más, cantidad que incluye el coste de la construcción de los submarinos en sí, más el coste de la instalación de los misiles NSM y el coste de la formación de las tripulaciones, sin contar que ahora les surja cualquier otro tipo de sorpresa.

Las cosas pueden empeorar, porque tal vez se pida un cuarto submarino ahora que han tomado impulso.

¿Vender para paliar el coste?

La industria militar en general, y la nuestra como un alumno aventajado, es muy chapucera e insólitamente cara en su producción. Además, siempre calculan mal y acaba costando todo tres o cuatro veces lo prometido.

La solución que suele adoptarse en los países productores de armas es, una vez hecha toda la inversión para el diseño y abastecimiento de las armas propias, vender todo lo que se pueda al exterior para que sean otros los que financien el grave agujero de estos aparatos.

En concreto ahora que España ha puesto a flote, de momento sin incidentes memorables, su primer submarino, está empeñada en intentar venderlos a varios ejércitos que están buscando hacerse con submarinos.

A india le ha hecho una oferta para encasquetarle seis submarinos por 4.800 millones de euros (800 por cada submarino) que se construirían en la India con la empresa india L&T (de ahí el precio más barato, que implica la participación española en el proyecto, pero sin las estimaciones de mano de obra y precio de materiales como si se hiciera el submarino aquí).

Por su parte, Canadá ha recibido otra oferta para la renovación de la flota canadiense. Canadá tiene un presupuesto de unos 50.000 millones de euros para dicha renovación y Navantia oferta la fabricación de 12 submarinos para los canadienses.

También se han hecho propuestas de venta a Filipinas, Canadá Polonia y Turquía, existiendo rumores de que también ha intentado vendérselos a Sudáfrica, Brasil, Chile, Malasia, Taiwán y Egipto.

Otros países, como Países Bajos, Suecia o Reino Unido, que están en fase de renovación de su flota, han desestimado la oferta española porque prefieren submarinos más contrastados y muchísimo más baratos.

Submarino de ataque.

No queremos pasar por alto otro pequeño detalle del submarino “español”. En la promoción para la venta del mismo lo definen como submarino de ataque. Así se refiere también, de forma acrítica, la prensa.

¿Submarino de ataque? ¿Pero es que queremos atacar a alguien?¿Lo nuestro no era defendernos y bla, bla, bla?

Pues sí, querida gente, por la boca muere el pez. Submarino de ataque porque se da el caso de que la orientación de “nuestra” política militar se construye en torno a la idea de la injerencia militar, la capacidad de intervenir militarmente frente a otros, la participación en la política agresiva de dominación-violencia del bloque al que pertenecemos como alumnos aventajados (al menos en lo que se refiere a mandar tropa y mamporrear a los enemigos de nuestros amigos).

Deuda militar.

Acabemos por señalar que la compra del submarino no sólo supone un elevado sobrecoste sobre lo inicialmente presupuestado y un uso poco legítimo de un arma de agresión, sino que además genera una deuda ilegítima que se paga a costilla de la gente cautiva de los intereses militares, dado que los créditos concedidos para pagarlo se hacen a cargo de partidas fuera del presupuesto y que generan deuda pública por importes desvergonzados.

Es una deuda ilegítima porque, como se sabe, se ha contraído a espaldas de la gente, sin que sirva para el beneficio de la gente, sino para el mantenimiento de los intereses de la industria militar y de unas políticas de agresión que perjudican a otros pueblos.

Botar el submarino S80 no es una buena noticia y tampoco lo será fabricar los que tienen previstos. Menos aún vender submarinos a terceros países y contribuir con ello al estado de guerra permanente y a la conflictividad mundial. 

Para otro día dejamos comentar la actitud de los sindicatos “de clase” (en concreto de clase A) con relación a los programas de armamento y a Navantia, porque eso también tiene su aquel.

Foto: antena3.com

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