Con el asalto del ejército de Israel a Rafah, donde fueron confinados los gazatíes como lugar seguro, quedan pocas dudas del genocidio que se está llevando a cabo; sólo falta por ver su magnitud. Pese a las fundadas razones de la denuncia de Sudáfrica por genocidio y la respuesta de la Corte Penal Internacional, Israel sigue haciendo caso omiso a la Legalidad Internacional, como ha venido haciendo hasta ahora, con la complacencia de los EE.UU, Europa y otros países de la OTAN que han alimentado a un monstruo que les está poniendo la cara colorada o, más exactamente, les está dejando en evidencia con la farsa de ser los defensores de los Derechos Humanos y las Libertades, haciéndoles cómplices de un genocidio.
La respuesta de Israel a los atentados del 7 de octubre ha mostrado la doble vara de medir de Occidente respecto a las guerras, a sus autores y a su legitimidad. Mientras se nos mostraba con insistencia la invasión rusa de Ucrania, sin ninguna contextualización del conflicto, justificando el necesario apoyo con financiación, armas y propaganda, aduciendo que Ucrania tiene el derecho a defenderse y nuestro deber era apoyarles contra el agresor, en el caso de Palestina ningún gobierno occidental le ha reconocido el derecho a defenderse de la invasión y las agresiones que el estado de Israel lleva perpetrando durante décadas, ni ha contextualizado los atentados del 7 de octubre, considerándolos como legítima defensa. Tampoco se han apresurado a enviar armas a ninguno de los grupos armados palestinos que se erigen en defensores del pueblo ante la brutal, desproporcionada y criminal respuesta de Israel. Nada más lejos de este colectivo pacifista antimilitarista que querer armar a los palestinos, ni a los ucranianos ni a ningún otro pueblo. Es sencillamente poner en evidencia esa doble moral. Tanto en Ucrania como en Palestina las armas aumentan el sufrimiento de la población y alimentan el odio, torpedeando lo que necesariamente acabará en una negociación que restaure al menos una coexistencia «civilizada», que pudo abordarse antes de este nuevo estallido del conflicto. Vimos la reacción de Europa expulsando a Rusia de las competiciones y foros europeos; sin embargo con Israel, a pesar de las insistentes protestas de la población para que Israel no participe en competiciones deportivas o en Eurovisión, no se ha tomado ninguna medida. Con Rusia se tomaron medidas sucesivas de embargos a los más variados productos; sin embargo con Israel ni siquiera es efectivo el embargo de armas al que todos los países están obligados por la legalidad internacional. Europa organizó un enorme despliegue para acoger a familias y niños ucranianos que huían de la guerra, sin embargo, parece que las vidas de las familias y niños palestinos no tienen el mismo valor e importa poco que se queden entre los escombros. Una vergüenza que nos perseguirá en la historia. Incluso a la hora de informar tienen distinto valor las muertes. Cada niño asesinado por los bombardeos rusos es una noticia. Cientos de niños son asesinados en Gaza y siguen los medios insistiendo en el derecho de Israel a defenderse de esa manera. Hacemos nuestro el lema, extensible a todas las guerras del mundo de que «cada niño muerto es un niño nuestro». Justificar el genocidio que se está perpetrando en Gaza en aras de la legítima defensa de Israel es como justificar el bombardeo de Bilbao para acabar con el terrorismo de ETA o el de Barcelona para acabar con el independentismo, lo que no dudamos que haya pasado por la mentes de militares patriotas y políticos militarizados.
Cuando los gobiernos se lavan las manos ante un genocidio como el de Gaza o ante la violación generalizada de los derechos y las libertades en toda Palestina, la ciudadanía tenemos el deber moral de dar la respuesta adecuada, de mostrar nuestra disconformidad, de decir a nuestros gobiernos que nos tendrán enfrente si continúan sin tomar medidas efectivas. Gracias a las movilizaciones ciudadanas algunos gobiernos como los de España e Irlanda, han mostrado tímidos reparos a la actuación de Israel, pero es necesario ir más allá. Además de las múltiples manifestaciones, actos culturales, conferencias, artículos, unidades didácticas o marchas, se están realizando campañas y protestas contra empresas que financian el apartheid, la colonización o la masacre ejercida por el ejército israelí, como Carrefour o McDonald’s. Ante la presencia del equipo de baloncesto del Maccabi de Tel Aviv en Madrid y Vitoria se llevaron a cabo sendas protestas. El Guernica de Picasso en el Museo Reina Sofía de Madrid sirvió de escenario para una protesta mostrando la similitud de lo que está pasando en Gaza con lo que pasó en Guernica. Del 1 al 16 de febrero tres pacifistas catalanes han realizado una huelga de hambre con numerosas actividades en torno a ella para dar a conocer la realidad de sometimiento del pueblo palestino y exigir al gobierno el fin del comercio de armas con Israel y el apoyo a la denuncia de Sudáfrica, como pasos previos a un alto al fuego permanente y una salida justa y negociada del conflicto. El pasado domingo, día 18, sindicatos de vivienda y otras organizaciones modificaron en Madrid una lona gigantesca de McDonald’s, llamando al boicot a esta multinacional. Las acciones en todo el mundo son innumerables y en ellas participan tanbién comunidades judías contrarias al proyecto sionista del gobierno de Israel. Especialmente numerosa y significativa fue la protesta de judíos en el metro der Nueva York con el lema «¡No en nuestro nombre!». En el propio Israel hay grupos que se oponen a la colonización y a la masacre en Gaza.
El 20 de enero fue día de movilización estatal por Palestina con manifestaciones en más de 100 villas y ciudades de todo el estado, convocadas por RESCOP, Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina, con el apoyo de más de 200 organizaciones y colectivos, con los lemas: «Paremos el Genocidio en Palestina», «Fin al comercio de armas y a las relaciones con Israel». Para el próximo domingo 25 de febrero está convocada una segunda jornada de movilizaciones en las que animamos a participar y esperamos una concurrencia masiva. Y el siguiente fin de semana, el sábado 2 de marzo, la Comisión Feminista 8M de Madrid ha convocado una Cadena Feminista por Palestina que unirá la sede de la Comisión Europea con la embajada de EE.UU y la embajada de Israel, los tres pilares que sostienen la colonización de Palestina, el régimen de apartheid y ahora el genocidio en Gaza.
Es fundamental que la lucha continúe pues, cuando los derechos humanos son violados con nuestro silencio o complicidad, como si de una onda expansiva se tratara, nos acaba afectando a todas las personas. La represión que en países democráticos están teniendo las protestas por Palestina, o la mera exhibición de sus símbolos, es muy preocupante a la hora de constatar cómo vamos perdiendo derechos – Derechos Humanos antaño bandera de Occidente- cuando priman intereses ajenos a ellos. En algunos países, defenderlos en la calle, en la universidad, en la prensa, en la política o en determinados foros empieza a ser una actividad de riesgo, como si de gobiernos autoritarios o de una clásica dictadura se tratara. Finalmente, denunciamos la propaganda engañosa y torticera de algunos medios empeñados en simplificar la realidad hasta el punto de acusar de terroristas amigos de Hamás a quienes no están de acuerdo con los crímenes de Israel. Aunque les parezca mentira, millones de personas defendemos los derechos humanos allí donde son violados y hasta donde las fuerzas nos llegan, buscando soluciones humanas a los conflictos, convencidas de que la violencia y la guerra cuanto más matan, destrozan y hacen sufrir, menos justicia hacen. La seguridad sólo lo es si es para todas, justa y negociada, no impuesta por las armas.
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Dos artículos recientes sobre el Boicot a Israel:
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