«No vamos a permitir que sirios maten a sirios». Nuevo ciclo de Lucha Noviolenta en Siria.


Juan Carlos Rois.

Cuando por estos lares la dábamos por finiquitada, la lucha noviolenta en Siria vuelve a formar parte, aunque sea muy de pasada, de los titulares mediáticos, a causa de un nuevo ciclo de protesta y desobediencia que ha lanzado a la calle protestas en más de 200 poblaciones sirias.

Las protestas actuales tienen su epicentro en Al-Suwaida, ciudad controlada por el régimen de Assad y cercana a la frontera jordana. Dicha ciudad está compuesta mayoritariamente de población drusa y en el anterior ciclo de protestas de 2011 se mantuvo neutral y que, hasta la fecha, se consideraba “leal” a Assad. 

La reivindicación principal del nuevo ciclo es la justicia social frente a la crisis brutal que atraviesa la población, la liberación de los presos en las cárceles del régimen de Assad y el cumplimiento de la resolución 2254 de la ONU (puede consultarse pinchando aquí): fin de la guerra y apertura de un proceso de transición política, fomento de medidas de confianza entre las partes, fin de los enfrentamientos armados, construir un proceso de gobernanza creíble, incluyente y no sectario, que alcance una nueva constitución consensuada y elecciones libres y justas y, en fin, acabar con el estado de violencias e injusticia vigente, y reconstrucción en un sentido amplio y no sólo entendida como reconstrucción material. 

En la nueva fase, según informa la siro-gallega Leila Nachawati (https://www.eldiario.es/internacional/mujeres-sirias-dicen-basta-nueva-oleada-protestas-sueno-siria-libre-sigue-vivo_129_10481628.html) el protagonismo fundamental de la nueva iniciativa corresponde a las mujeres, tradicionalmente relegadas de la “solución de problemas” de enfoque patriarcal, destacando, a su vez, el componente netamente feminista, tanto de las aspiraciones como de la forma de hacer de esta lucha noviolenta.

Esta situación, en mi opinión, merece ser vista con una nueva perspectiva y debe servirnos para incluir entre nuestras preocupaciones y agendas de lucha la solidaridad con la lucha noviolenta en Siria.

¿Qué está pasando? 

El viernes 8 de septiembre, tras quince días de protestas, la plaza de Al Karama de Al-Suwaida soportó la mayor concentración de personas desde el inicio de este nuevo ciclo de protesta. En Al-Swaida, nos recuerda un hilo de una red social, se adoptó en 2011 la consigna de rechazar la incorporación de jóvenes al ejército y se desempolva en la actual crisis esta consigna: “no permitiremos que un sirio mate a su hermano sirio”.

Diversos hilos en redes sociales, el principal medio de contacto con una realidad tan plástica y lejana cuando los medios de comunicación tradicionales minorizan e invisibilizan, por razones obvias, esta lucha, nos permiten conocer algo más del contenido de estas protestas y de su genuino (y contracorriente) carácter noviolento. En ellos se nos insiste en la continuidad de la lucha noviolenta iniciada en 2011 y 2012 con el actual ciclo noviolento de protesta y se nos recuerda el papel protagonista de las mujeres y de la apuesta por el cuidado de la vida y la protesta noviolenta entre las principales metodologías de tal lucha. 

Se han desarrollado huelgas y otros actos diversos de desobediencia civil, se han cortado calles y carreteras, se han concentrado masas de personas en plazas coreado lemas de unidad (“uno, uno, uno, el pueblo sirio es uno”, “Siria es nuestra, no de Assad”) frente a la política de enfrentamiento entre comunidades emprendida por Assad, se han ocupado sedes institucionales y del partido del poder, se han cerrado comercios, se han izado banderas drusas o kurdas junto con la bandera tradicional de la revolución, se han unido a la protesta líderes de las diversas facciones religiosas en teoría enfrentadas, llamando a su vez a la respuesta pacífica, se recuerda a mujeres líderes de la revuelta del 2011 y la presión aumenta e incorpora más personas activistas después de más de dos semanas de protesta continuada.

La actual resistencia noviolenta en Siria no nace de la nada. Durante los años de hierro en los que el discurso y la práctica militarista ha dominado el panorama, la resistencia a la guerra, los cuidados entre iguales y la recomposición social noviolenta han persistido y ha sido el semillero que explica en parte la fuerza actual de esta lucha.

Y como muestra, diversos ejemplos elocuentes: 

  1. Desde 2021 el gobierno sirio reprime con incautaciones de bienes familiares a los “evasores militares”, personas que o bien se han refugiado en otros países o bien han eludido la obligación militar o el pago del impuesto (unos 8.000 dólares en un país con un PIB per cápita de unos 460 dólares)  para quedar exentos (pude verse en https://wri-irg.org/es/articulo/2021/siria-amenazan-evasores-militares-con-embargo-ilegal-de-sus-propiedades-y-bienes-por), pero el número de desertores de la guerra sigue creciendo.

Llama la atención, porque el mero hecho de establecer normativas represivas contra los insumisos y desobedientes a las guerras por parte de un gobierno desvela la magnitud de un comportamiento de enfrentamiento a la guerra noviolenta y el desacato a su práctica por parte de una población. ¿Por qué si no iba a legislarse reprimiendo tal compromiso?

La negativa a participar de la guerra ya fue seña de identidad de Al Suwaida, donde los dirigentes drusos de la población acordaron negar la participación de los jóvenes en la guerra de 2013: “no vamos a permitir que Sirios maten a Sirios”.

  1. La lucha de los “defensores” de los derechos humanos en Siria ha sido protagonizada desde 2012 por cauces pacíficos, frente a la arbitrariedad del poder establecido, por la gente de a pie con su creatividad, resistencia e ingenio.

El ciclo “Defensoras de los derechos humanos” promovido por Fundipau en febrero de 2020 permitió conocer de primera mano gran parte del desarrollo, en medio de la hostilidad, de este activismo por los derechos humanos y las capacidades despertadas en la población Siria para participar de este activismo. Podemos escuchar una interesante reflexión de Nour Salameh, activista y docente, en el enlace (https://youtu.be/J_lLdhA1buk

  1. Llama la atención comprobar que durante los años precedentes, la población de Siria ha sufrido por igual y se ha tenido que enfrentar a las consecuencias de violencia rectora que ordena las prácticas y las políticas no sólo del gobierno de Assad, apoyado por Irak y por Rusia, sino también del llamado Ejército Nacional Sirio, con apoyo turco, de la Administración autónoma del Norte y del Este de Siria, que propone abandonar las prácticas militaristas y la lucha armada cuando gane la guerra, y de Hayat Tahrir al Sahm, de enfoque salafista.

En realidad, los ataques contra población civil, en enfoque militarista del conflicto, y las violaciones de derechos humanos ocurren tanto en los territorios controlados por el gobierno de Asad, como por los que se le enfrentan y durante todo el ciclo de enfrentamiento militar.

Amnistía Internacional, referidos a 2022, señala que “Las partes en el conflicto seguían cometiendo impunemente abusos flagrantes contra los derechos humanos, violaciones graves del derecho internacional humanitario y crímenes de derecho internacional, incluidos crímenes de guerra. Tanto las fuerzas gubernamentales como los grupos armados de oposición y sus aliados llevaron a cabo ataques ilegítimos contra la población civil y contra infraestructuras civiles —como plantas de abastecimiento de agua y campos para personas desplazadas— mediante bombardeos aéreos y de artillería, en el norte de Siria. Las autoridades gubernamentales, el Ejército Nacional Sirio y la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (en adelante, Administración Autónoma) sometieron a civiles a detención arbitraria, secuestro y desaparición forzada. El presidente Al Assad promulgó la primera ley de Siria contra la tortura, que no abordaba la impunidad ni resarcía a las víctimas y sus familias, y ratificó una nueva ley sobre ciberdelincuencia, que tipificaba como delito las críticas a las autoridades o a la Constitución en Internet. El grupo armado de oposición Hayat Tahrir al Sham y la Administración Autónoma continuaron imponiendo restricciones a la libertad de expresión y de reunión. El gobierno siguió impidiendo que residentes y personas internamente desplazadas en el noroeste de Siria pudieran disfrutar de sus derechos económicos y sociales, llegando incluso a obstaculizar la ayuda humanitaria a las personas desplazadas en el campo de Al Rukban, cerca de la frontera con Jordania.

Refleja el informe las desapariciones forzadas de decenas de miles de personas (activistas, periodistas, abogados defensores de derechos humanos) por parte del gobierno sirio, mientras que la Administración Autónoma del Norte y Este tiene recluidas más de 17000 mujeres y más de 37000 niños en campos de Al Hol y Al Roj, y el Ejército Nacional Sirio, apoyado por Turquía, practica el secuestro de población civil para pedir rescate.

La corrupción generalizada, que incluso se extiende a la ayuda humanitaria, también ha sido destacada por los medios de comunicación.

La contestación social ha tenido lugar a lo largo de estos años no sólo en la zona controlada por Assad. En febrero de 2022 hubo otras protestas ciudadanas en el sudeste, por la carestía y la situación social explosiva, mientras que a lo largo del año se incrementaron las protestas del profesorado en la zona de control de Hayat Tahir el Sahm y crecieron las protestas en los campos de refugiados.

Es la población que sufre los efectos de la guerra y las prácticas de su propia facción la que emprende las luchas frente a la misma. De ahí el número de detenciones de activistas civiles en todos los escenarios.

La solución de la guerra

Siria es el resultado de una guerra de intereses de las élites autóctonas, que se superpone a la guerra de intereses geopolíticos, tanto regionales como internacionales, más la implicación vergonzante de la comunidad internacional, el desinterés o la indiferencia de las opiniones públicas mundiales, con el pueblo sirio como rehén y víctima propiciatoria de tales juegos.

Sin ánimo de mayores concreciones, el conflicto sirio tiene una primera explicación en la secular suma de pobreza e injusticia sociales en Siria y la arbitrariedad de sus dirigencias en connivencia con sus apoyos internacionales.

Todo ello, en el contexto de las “primaveras árabes”, desencadenó un ciclo de protestas noviolentas en 2011 que amenazaba con liberar a muchos pueblos, principalmente del mediterráneo, de sus seculares mordazas autóctonas y coloniales y con desestabilizar el tablero internacional de contrapesos y zonas de influencia. 

No es el momento de repasar los ítems de esta guerra inacabada ni de hacer un listado de horrores, pero sí debemos enfatizar el nefasto papel jugado por la comunidad internacional en su cronificación, alimentando grupos armados, aportando logística, armamentos y cuanto requerimiento militar se pidiera, mirando hacia otro lado ante los desmanes propios y ajenos y adormeciendo a sus propias opiniones públicas para que el desconocimiento y la indiferencia fuera la mejor coartada al indecente apoyo a la guerra.

Los años de guerra han dado lugar a un significativo refuerzo a la cultura militarista y violenta ya de por sí arraigada en la región (y en el resto del planeta) y a la expansión de sus metodologías y practicas sociales más elocuentes, desplazando e invisibilizando las respuestas que no participaban de la lógica rectora de la violencia (cuidados, poner la vida en primer lugar, redes solidarias, civismo, construcción comunitaria, denuncia y protesta noviolenta, etc.). 

Con ello se daba a entender que la única solución al conflicto era la solución militar. Pero lo que se predicaba como solución ha sido en gran parte el problema que ha alimentado el actual ciclo de protestas noviolentas.

Las condiciones de vida en Siria son extremadamente malas. Más del 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. El número de desplazados de Siria ocupa uno de los principales del ranquing mundial. Han regresado enfermedades contagiosas como el cólera. Más de 11 millones de personas de Siria dependen de la ayuda humanitaria para subsistir, y los índices de desarrollo humano (0,577, puesto 150 del ranquing mundial de 160 países) paz global (3,356, puesto 161 de 163 del mundo) o de desempeño ambiental (que no aparece en el índice de 2022 por su caótica situación) sitúan a Siria entre los países en peor situación del planeta, sin olvidar, pues las desgracias no suelen venir solas, que además sufrió un devastador terremoto en febrero de 2023 que ha complicado mucho más la ya de por sí nefasta situación.

Si a ello juntamos la violencia institucional reinante, el grado de represión y arbitrariedad de sus autoridades, la corrupción generalizada y la enorme desconfianza en las legitimidades impuestas por la fuerza, tenemos una más que elocuente concatenación de problemas para un verdadero estallido social.

Y cuando la solución (en este caso la violencia) es el problema, el problema exige una solución alternativa.

El papel de la revuelta noviolenta.

De modo que estamos en el punto de partida, pero ahora empeorado, porque la guerra ha traído peor situación que la que previamente se vivía.

Una de las lecciones de la experiencia de lucha noviolenta en escenarios clásicos de resistencia civil es la de su mayor eficacia para resolver, ya sea total o parcialmente, los conflictos a los que quiere hacer frente, que la respuesta armada.

Nos dice el ya famoso (y sin traducir aún al español; ¿habrá algún día un alma caritativa que lo traduzca para su apropiación y análisis por lo que queda de pensamiento noviolento y no elitista por estos lares?) libro de Chenoweth y Stephan “Why Civil Resistance Works: The Strategic Logic of Nonviolent Conflict”, en el que compara con parámetros cuantitativos y cualitativos más de 200 casos de enfrentamientos violentos y noviolentos desde 1900 para medir su probabilidad de éxito y su eficacia, que la estrategia conducida de forma disciplinada bajo parámetros metodológicos noviolentos, tiene una muy superior probabilidad de obtener éxitos que la conducción por medios violentos, y que este índice de mayor probabilidad ha ido aumentando, a medida que ha avanzado el siglo XX y XXI, de una forma exponencial.

Esto revela el carácter de mera conjetura de esa verdad del sentido común de que no queda más remedio que acudir a la violencia y a la práctica de la guerra (o a su preparación) para resolver los problemas de índole política humanos.

Cuando menos, desde el punto de vista científico, es un mero prejuicio desmentido por los hechos.

Pero nos dice alguna cosa más que considero que es aplicable al caso Sirio:

Primero.- Que la influencia de los apoyos de otras naciones e instituciones internacionales es mucho mayor para consolidar una situación militar (no necesariamente una resolución del conflicto) y que tiene un papel más irrelevante en las revueltas noviolentas (que en definitiva dependen más de la resiliencia de los activistas, de la persistencia en el tiempo de la lucha y de su capacidad en vincular a su lucha a otras capas sociales del propio territorio, ya sea por convicción, por inercia o por cálculo, y de provocar disensos y cambio de lealtades en las filas del enemigo).

Segundo.- Que la acción noviolenta pierde por completo su eficacia cuando se convierte en un recurso, en un complemento o actúa de forma combinada o simultánea con una acción armada, por lo que es una torpeza estratégica dar entrada al enfoque violento cuando se desencadena una lucha noviolenta.

Tercero.- Que la acción noviolenta no depende tanto de la existencia de unas condiciones objetivas y una ventana de oportunidades favorable (como predicaba la doctrina más tradicional) como de la determinación del grupo de lucha. Incluso más, que aún en situación tan adversa y desaconsejada como algunas en las que ha tenido lugar históricamente la lucha noviolenta ha conseguido éxito gracias a la variabilidad estratégica de sus activistas, la resiliencia y persistencia en el tiempo de esta y su capacidad de dialogar y sincretizar su apuesta con el resto de la sociedad.

Cuarto.- Que, en cuanto a la conducción de la acción noviolenta, la descentralización y originalidad de los modos de protestar, dentro de la disciplina de lucha noviolenta, y la autonomía y creatividad de cada persona o grupo activista dentro de la campaña, permiten una variabilidad táctica que sirve para descolocar/ridiculizar los medios de represión, por lo que cuanta más gente participando desde abajo, de forma creativa, mayor eficacia.

Quinto.Que alcanzado un número critico de participantes de una lucha noviolenta sobre el total de población es más fácil que la protesta persista en el tiempo, tenga variabilidad, resiliencia, consiga desequilibrar las fuerzas sociales a su favor y consiga su eficacia, total o parcial.

No obstante, ni la más ortodoxa planificación noviolenta de un ciclo de protesta garantiza de por sí el éxito final. No hay un determinismo que garantice la victoria ni tampoco la justicia per se de nuestra causa.

(Foto de portada: AFP/Aaref Watad. Ibdil, 12 años de guerra. 12 aniversario del levantamiento contra el régimen.)

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