«Tradicionalmente los hombres han salido de casa para hacer la guerra; es tiempo de que las mujeres salgamos de casa para construir la paz». Así comienza el comunicado del Campamento de Mujeres en Bruselas, organizado por la Liga Internacional de Mujeres por la Paz-WILPF y Mujeres de Negro contra la Guerra, del 10 al 19 de Octubre, para exigir a la Unión Europea y al Parlamento una Paz Justa para Palestina, respetando el Derecho Internacional y reclamando el fin de la complicidad europea con los crímenes y las violaciones de los Derechos Humanos que comete Israel.
Aunque la acción fue planificada antes del «acuerdo de paz» no deja de tener pleno sentido dadas las graves carencias del mismo, la forma en que fue diseñado y el proyecto que subyace. En primer lugar, no es un acuerdo entre las partes implicadas sino una imposición por los principales responsable del genocidio, Netanyahu y Trump. Las mujeres palestinas, que han seguido sosteniendo la vida en la Franja, que han sufrido las consecuencias de la brutalidad de Israel asesinando a sus hijos, obligándolas a desplazarse una y otra vez, que han visto mutilados a sus seres queridos, que se han visto privadas de agua y alimentos, de asistencia sanitaria y educativa, no han podido decir ni una palabra sobre la paz que quieren. Resulta cuando menos vergonzosa la foto de la firma del acuerdo con sólo una mujer (Giorgia Meloni), más proclive a defender la dominación de Palestina que su liberación.
Como venimos repitiendo con frecuencia, no hay paz sin justicia y este acuerdo de paz no parece que esté diseñado para hacer justicia al pueblo palestino sino para perpetuar la colonización, la dominación, para lavar el genocidio y aprovechar la ocasión de hacer negocio con la reconstrucción de Gaza en beneficio de Donal Trump y su camarilla, que se pondrán al frente del expolio. La acampada de mujeres en Bruselas tiene pleno sentido porque sabemos que el alto al fuego y el «acuerdo de paz» no han llegado por convicciones morales, respeto al derecho internacional o sentido de la justicia de Netanyahu y Trump sino por la presión internacional que hacía ya insostenible a los gobiernos aliados de occidente seguir mirando para otro lado para no ver el genocidio. La presión popular funciona. Desgraciadamente los, gobiernos se mueven más por la movilización de su posible electorado que por el sentido de la justicia. Nada sería más dramático que olvidarnos ya de Palestina y dejar en manos de los criminales la tarea de la reconstrucción, la reparación de los daños, el juicio y castigo a los irresponsables, el fin de la colonización, la devolución de las tierras y bienes robados, el derecho al retorno… Nada de eso, condición para una paz justa, puede quedar en manos de los propios criminales. El acuerdo de paz nace viciado en origen, al margen de una de las partes y de la comunidad internacional y sus instituciones, a las que los autores detestan. Las palabras de elogio de Trump en el parlamente israelí a lo hecho por el ejército son en sí mismas una autoinculpación de genocidio, más propias de un capo de la mafia que de un jefe de Estado que tiene el descaro de postularse a premio nobel de la paz. Sus palabras nos dan una idea del tipo de paz que le espera al pueblo palestino: la paz del silencio, de la dominación, el control y el expolio, si lo dejamos en sus manos.
Mantener la presión sobre nuestros gobiernos para que de verdad haya una paz justa no es sólo una deuda con el pueblo palestino sino también una defensa de nuestro futuro como humanidad. Pues, si consentimos que la brutalidad militar, el autoritarismo y la imposición por las armas se conviertan en el nuevo estilo de vida, olvidando los derechos humanos, habremos firmado nuestra sentencia de muerte. Si consentimos que los autores del genocidio y los criminales de guerra salgan impunes en nombre de la paz estaremos abriendo la puerta a repetir los mismos crímenes en cualquier parte del mundo. El genocidio en Palestina no hubiera sido posible sin la impunidad y la tolerancia que EE.UU y Europa han tenido cuando Israel ha incumplido los acuerdos internacionales y violado los derechos humanos. La impunidad es una invitación a seguir con la acción criminal, al no tener consecuencias negativas. La protesta no debe parar hasta que los criminales sean juzgados por un tribunal internacional. Y, mientras tanto, debemos reforzar las acciones de boicot, las sanciones a Israel, la ruptura de relaciones, el embargo de armas, el desmantelamiento del ejército de Israel autor del genocidio, la desmilitarización de la sociedad israelí y la desacralización de la violencia, pues no hay pueblos elegidos por dios ni superiores a otros pueblos.
El sábado 18 está previsto el «Abrazo al Parlamento» con una gran cadena humana que finalizará en una concentración en la plaza Luxenburgo. El centenar de mujeres acampadas en Bruselas nos recuerdan otras acciones protagonizadas por mujeres como las que en 1981 organizaron el Campamento por la Paz de Greenhan Common contra la instalación de misiles nucleares en la base norteamericana en Inglaterra y que estuvo en activo hasta el 2000. Nos recuerda tambien a 1915 donde mujeres de todo el mundo se reunieron en La Haya para pedir el fin de la 1ª Guerra Mundial, creándose la Liga Internacional de Mujeres por a Paz. Su protesta en el corazón político de la Europa consentidora del genocidio, obediente a las imposiciones del emperador Trump y decidida a sacrificar el estado de bienestar en aras de la guerra, es una moción de censura a toda una Europa desnortada que nos lleva de nuevo a ser el escenario de una 3ª Guerra Mundial para mayor gloria y beneficio de los Señores de la Guerra. ¡No en nuestro nombre! ¡No en nombre de nuestra seguridad!
Manifiesto: https://tinyurl.com/yc4p8dus

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