Ovidio Bustillo
Se celebra estos días -entre múltiples contradicciones- el nacimiento de un niño pobre en un refugio, en la tierra ocupada de Palestina, hace más de dos mil años. Son días de buenos deseos de paz, una paz que hemos dejado en las manos ensangrentadas de los Señores de la Guerra. Palestina es de nuevo noticia, decenas de niños nacen en el suelo de hospitales destruidos, mueren entre los escombros de sus hogares o son mutilados por la metralla de las bombas de un pueblo que se cree el elegido de dios. Sólo una humanidad enferma podría ver en directo esta matanza de miles de niños inocentes sin indignarse con los nuevos «herodes» y con los gobiernos que miran hacia otro lado.
Sin embargo, cuando el dolor, la destrucción y la muerte protagonizan la actualidad y parece que ya no queda lugar para la esperanza, para la empatía o para un horizonte mínimamente luminoso, desde el mismo epicentro donde se desarrolla la violencia surgen voces críticas, acciones testimoniales, apuestas por un cambio radical de rumbo que vale la pena conocer, potenciar, difundir y apoyar. Son protestas y propuestas que surgen desde lo mejor del ser humano y que nos hacen intuir luz desde la oscuridad de las tinieblas de la violencia. Recogemos algunas que nos parecen significativas y que nos orientan sobre pasos ineludibles para una solución justa a un largo y complejo conflicto.
La narrativa del victimismo
Recogemos el testimonio de Nurit Peled a través de una entrevista que le hizo recientemente Olga Rodríguez. Nurit es nieta de uno de los firmantes en 1948 de la declaración de independencia de Israel e hija de un histórico general que giró hacia posiciones pacifistas, estudiando la lengua y la cultura árabes, pues creía que si nos conocemos podremos convivir. Es académica e investigadora sobre el racismo y la propaganda en los libros de texto israelíes. Hace 25 años, un atentado de Hamás en Jerusalén mató a una hija de 13 años y en los recientes atentados tenía familiares en uno de los kibutz cercanos a la zona atacada, lo que no le ha impedido mantener una posición critica con el gobierno, que le acusa de defender a Hamás.
Denuncia que la educación en Israel es racista, traumatizante y agresiva, enseñando desde los 3 años a vivir el trauma del Holocausto y a creer que hay otro holocausto a la vuelta de la esquina que lo van a perpetrar los árabes. Los adolescentes educados de esta manera crecen predispuestos a matar a cualquier palestino. Este tipo de educación explica que haya tanta gente que dice «matemolos a todos» porque son una amenaza. Nurit reclama una educación crítica que ayude a pensar por uno mismo y a superar el victimismo de los judíos en Israel, haciendo creer que siguen siendo los judíos inocentes e indefensos de la Alemania nazi injustamente perseguidos sin ningún motivo. Nada más lejos de la realidad. Hoy el estado de Israel ha invertido los papeles, no son víctimas sino verdugos, potencia ocupante, colonizadora, usurpadora de territorios, viviendas, vidas y bienes del pueblo palestino. En nombre del judaísmo se ha creado una cultura de poder, de racismo y de crueldad. Es fundamental romper este falso relato, porque solo desde un análisis veraz, ajustado a la realidad, se podrán encontrar soluciones justas al conflicto.
Solidaridad y Empatía frente a la Deshumanización
Para poder llevar a cabo la inhumana tarea de eliminar a tus semejantes son al menos necesarias dos condiciones, haber alimentado el odio de tal manera que borre cualquier atisbo de racionalidad o compasión , y degradar humanamente al enemigo hasta animalizarlo. Son muy elocuentes la palabras del ministro de defensa israelí Yoav Gallant para justificar sus crímenes de guerra en Gaza: «Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia». Frente a este planteamiento justificador de todas las atrocidades, Tamir Sorek, sociólogo israelí, animador de la Red de Solidaridad Judeo-Árabe, nos ofrece un planteamiento totalmente opuesto, en una entrevista de Uri Weltmann. «Mientras los ministros deshumanizan a los palestinos, yo formo parte de una coalición de judíos y árabes que demuestra que existe una alternativa». El movimiento1 está implantado en más de 12 ciudades con la tarea de luchar contra el racismo, la defensa de la paz, la igualdad y la unión entre judíos y palestinos. Realizan actividades como borrar pintadas sustituyendo frases del estilo «muerte a los árabe» por «igualdad para todos», colocan carteles bilingües en los que se lee «sólo la paz traerá la seguridad». Apoyan a familias árabes y judías donde alguno de sus miembros ha muerto o resultado herido. A pesar de la represión que sufren, el movimiento crece. Concluye Tamir la entrevista con estas palabras: «Mientras los ministros belicistas del gobierno deshumanizan a los palestinos, alientan la violencia racista y planifican una guerra que durará meses , nuestro mensaje es que hay una alternativa. Exigimos una paz entre Israel y Palestina que respete el derecho de los dos pueblos a la independencia, a la seguridad, a la justicia y a la libertad. Esto implica el fin de la ocupación y la creación de un Estado Palestino independiente de acuerdo con las resoluciones de la ONU, así como plena igualdad dentro de Israel para los ciudadanos árabes-palestinos, como individuos y como minoría nacional. Sólo así podremos garantizar la seguridad y el bienestar de israelíes y palestinos por igual».
El respeto, clave de cualquier solución
De nuevo Olga Rodríguez, buena conocedora de la región y con buenos contactos, nos ofrece una interesante entrevista con dos amigos y activistas por la paz, uno palestino, Bassam Aramín y el otro judío, Rami Elhanan. Un buen análisis de la violencia es fundamental para la resolución de cualquier conflicto, además del necesario reconocimiento mutuo y la voluntad de diálogo para poder llegar a una paz justa. En palabras de Bassam , «Sabemos que el conflicto no comenzó ayer, Hamás no inventó el conflicto, el conflicto inventó Hamás y la Yihad Islámica y Alfatah y otras organizaciones». Ambos conocen de primera mano el sufrimiento que provoca la violencia, pues perdieron a una hija; Rami en un atentado de Hamás; Bassam en un control cuando su hija volvía del colegio. Lejos de alimentar el odio, ambos han decidido utilizar este dolor para intentar un cambio positivo entre israelíes y palestinos. Ambos forman parte de una asociación de afectados por la pérdida de seres queridos. Comparten también afecto, complicidad, cuentan su historia en conferencias y defienden la necesidad de un acuerdo de paz justo. «Detengamos este ciclo interminable de violencia, dice Rami, porque nunca terminará a menos que hablemos entre nosotros. Una palabra es imprescindible para cualquier acuerdo: respeto… Una vez logras esto todo lo demás son tecnicismos». Ambos insisten en la necesidad del diálogo, los ejércitos no son la solución a nada. «El 7 de octubre prueba que ni vallas ni muros ni ninguna tecnología pueden proteger ningún lugar. Si luchas por tu libertad seguirás luchando y nada te detendrá. La única garantía es un acuerdo de paz que de a los palestinos su derecho». Para Bassam, «la ideología de matar para siempre no funciona. Al final tendremos que sentarnos y negociar, así que ¿por qué no hacerlo ya? Negociemos ahora. Salvemos nuestras vidas ahora, porque sabemos que al final tendremos que sentarnos a hablar. Así que hablemos ya».
Es imposible conciliar sionismo y ética.
No son los únicos testimonios. Hace un año publicábamos «Bajar, Subir, Bajar» Un proyecto para una película hecho ya realidad en el que Elad Abraham reflexiona sobre su vida. Sus abuelos, judíos, fueron expulsados de Europa. Nació en 1982 durante la guerra del Líbano y en 1983 emigraron a Argentina. Educado en el sionismo, cuando estalló la dictadura en Argentina se exilió a Israel. «Me fui a Israel a buscar un futuro mejor y me encontré a mi mismo apostado en una torre de control del ejército israelí». «Cuando comprendí que la expulsión de mis abuelos de Europa era lo que avalaba estas mismas prácticas de expulsión de los palestinos de sus propias tierras, ya era tarde». Le declararon loco y lo expulsaron del ejército. «Un soldado que piensa es un soldado que empieza a dejar de ser soldado». Para Elad es imposible conciliar sionismo y ética y se pregunta «¿Cuanto más se puede seguir explotando la Sohá, el Holocausto, para seguir considerándose víctimas?». En una sociedad tan militarizada como la israelí, donde las mujeres deben hacer dos años de servicio militar obligatorio, los hombres tres, realizar prácticas militares periódicas hasta los 51 años en que dejan de ser reservistas, cada año hay decenas de objetoras y objetores de conciencia que se niegan a realizar el servicio militar obligatorio, a formar parte de un ejército de ocupación y a apoyar un sistema de apartheid. Un pensamiento disidente, minoritario, castigado y criminalizado pero que lleva en sí mismo el germen de esperanza para el cambio. Mesarvot es el nombre de la red de apoyo y solidaridad que les aglutina.
La mirada crítica feminista.
El día 4 de octubre, tres días antes de la cruel intervención de Hamás, miles de mujeres del movimiento israelí Mujeres por la Paz y del palestino Mujeres del Sol marcharon desde Belén al Mar Muerto. Aunque ha tenido escasa repercusión en la prensa, pues la violencia y la guerras «venden» más que la lucha por la paz, fue un hito importante que evidencia la pluralidad de la sociedad israelí y palestina , y una voluntad decidida de paz por una parte de la población. Difundir este tipo de acciones no sólo es una manera de dar a conocer otras realidades sino también una contribución a la paz y la esperanza. En el manifiesto que leyeron decían: «Nosotras, las madres palestinas e israelíes, estamos decididas a detener el ciclo de derramamiento de sangre y cambiar la realidad del difícil conflicto entre los pueblos por el bien del futuro de nuestros hijos«. En una entrevista, ante la pregunta «¿Por qué pedir la paz es también una causa feminista?» una de ellas responde: «La primera razón por la que debería ser una causa feminista es que las mujeres y los niños son las víctimas principales de todo tipo de guerra, de conflicto armado. Las mujeres muchas veces somos usadas como moneda de cambio. El hecho de que violen a las mujeres es muy fuerte. Nos violan para causar daño al hombre. La ausencia de guerra debe ser una causa feminista. Principalmente es eso, porque somos la principal víctima. En segundo lugar, porque somos el 50% de la población y por ende debemos estar involucradas en la toma de decisiones. No podemos ser expulsadas de ese tipo de acciones que son tan importantes y que influyen tanto en nuestra vida. Y en tercer lugar, porque la mirada femenina o feminista es una mirada diferente. Nosotras realmente miramos qué va a pasar con temas prácticos, de educación, de salud…. La mirada masculina es una mirada más de estrategia, de por dónde van pasar los límites, quién se queda con qué territorio. Nosotras generalmente miramos más allá, es decir, en educación, salud, economía, cosas en la vida práctica del día a día». Y añade: «La paz será o no seremos. No hay alternativa en esta región. O es paz o seguiremos matándonos, muriendo, perdiendo gente, enterrando gente, derramando sangre. Cada vez más rápido porque cada vez hay menos tiempo de espera entre una acción y otra»… «Teníamos esa experiencia de que las mujeres podemos traer una voz alternativa y que lamentablemente nunca se nos incluye en la toma de decisiones, siempre es una toma de decisión masculina y que no siempre nos lleva a los mismos puntos. Y siempre se habla de territorio, se habla de límites, se habla de esto, pero no se habla de otras cosas. Y por supuesto, nos basamos mucho en la resolución 1325 de las Naciones Unidas que habla de la necesidad de involucrar a las mujeres en la toma de decisiones y eso es parte fundamental de nuestro movimiento». En este mismo sentido se han manifestado recientemente Mujeres de Negro contra la Guerra, que desde 1988, en el contexto de la 1ª intifada reúne a mujeres judías y palestinas: «Una y otra vez es evidente que no hay solución militar a este conflicto, ni puede haberla nunca. En la guerra no hay vencedores. Solo la paz traerá la seguridad».
La necesaria implicación de gobiernos y ciudadanía.
Tanto dentro como fuera de Israel son múltiples las protestas desde el mundo judío contra uso y abuso de la violencia por parte de Israel. Especialmente significativas han sido las protestas que, con el lema «No en nuestro nombre» se han llevado a cabo, como la que reunió a miles de judíos en Nueva York. Estas protestas desmienten que la oposición a la brutal agresión sean protestas antisemitas. Son también dignas de destacar las protestas que en numerosos países ha realizado la población civil en defensa del pueblo palestino, muy a menudo contra la posición de sus propios gobiernos, que se ha conformado con tímidas apelaciones a la moderación o son abiertamente cómplices con el genocidio. Es muy preocupante el retroceso en libertades cuando se pretende prohibir y demonizar la bandera palestina. La brutalidad de la venganza de Israel ha hecho aflorar una solidaridad transversal con multitud de actos y campañas en colegios, institutos, universidades, asociaciones, partidos, barrios, pueblos ciudades, clubs deportivos, personalidades de la cultura y un larguísimo etc, en una demostración de que cuando nuestros gobiernos no está a la altura de las circunstancias en la defensa de los Derechos Humanos, la ciudadanía se toma la molestia de recordárselo. La desigualdad de la pretendida guerra entre Israel y Hamás es enorme y está falseada por los medios. A pesar de todo, cualquier mente crítica es capaz de entender que por una parte está el estado de Israel, potencia colonial, con un régimen de apartheid sobre el pueblo palestino, con un poderosísimo ejército y un experimentado sistema de represión y control, y por otra parte, un grupo armado clandestino, capaz de infligir dolor, pero totalmente inoperante para defender a la población palestina o reconquistar el control del territorio. No vamos a ser precisamente un colectivo antimilitarista quienes animemos a los países «democráticos» a armar al pueblo palestino apelando a su derecho a la defensa ante la ocupación, de la misma manera que se argumentó el envío de armas a Ucrania, pero sí queremos dejar en evidencia la doble moral, especialmente de EEUU y Europa , tan «sensible» con Ucrania y tan insensible con Palestina, apoyando la violencia extrema del poderoso estado de Israel y abandonando al pueblo palestino, que tiene derecho a defenderse y a ser protegido por la comunidad internacional. Siguiendo la comparación con Ucrania, se echan de menos las sanciones a Israel del mismo modo que se han aplicado a Rusia con profusión. La implicación de los estados es tan justa como necesaria para parar los crímenes de guerra y buscar soluciones al conflicto. No sé hasta que punto somos conscientes de que los llamados «valores de occidente» están quedando definitivamente sepultados entre los escombros de los hogares de Gaza, la sangre de los inocentes muertos o heridos y el llanto desesperado de quienes por perderlo todo pierden hasta la vida, ante una desesperante indiferencia.
Foto de portada: Paul Hausen. photolari.com
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Nota 1.– Ver movimiento Juntos de Pie (Standig Together)
Standing Together (movement) – Wikipedia De pie juntos (hebreo: עומדים ביחד, Omdim Beyachad; Árabe: نقف معًا, Naqif Ma’an) es un movimiento de base israelí que tiene como objetivo unir a las comunidades árabe-israelí y judío-israelí. [1] Es el mayor movimiento de base árabe-judío del país. [2] Standing Together comenzó a funcionar en 2015,[3] y tiene alrededor de 5,000 miembros a partir de octubre de 2023. [2] El movimiento se opone al neoliberalismo y a la ocupación israelí de tierras palestinas. El movimiento tiene como objetivo promover los derechos LGBT, los derechos de las mujeres, los derechos de los trabajadores (incluidos los beneficios por discapacidad) y la plena igualdad para los ciudadanos palestinos de Israel. [3][4]