Resistencia noviolenta y guerra cultural en Argelia


(Nota introductoria: En el actual capítulo, dedicado a Argelia, de los ejemplos de resistencias civiles vamos a conocer la descripción de la importancia que ha tenido la reescritura de la historia, fomentando un único pensamiento violento, guerrerista y militar y ocultando durante décadas las contribuciones de las luchas noviolentas hasta tal punto que incluso, como se dice en el texto, la inexistencia de las acciones noviolentas se ha llegado a asumir por sus protagonistas: “Y han sido aceptados como tales incluso por aquellos que participaron activamente en ellos y los dirigieron”.  La autora, Malika Rahal, nos habla no sólo de la clásica guerra militar contra el colonialismo sino que privilegia el enfoque de la guerra cultural.)

Capítulos previos de resistencias civiles:  GhanaZambia y Mozambique.

Esta traducción proviene del capítulo titulado “Argelia: resistencia noviolenta contra el colonialismo francés, 1830-1950” escrito por Mateo Meyer en el libro “Recuperación de la historia noviolenta.  La resistencia civil en las luchas de liberación”, editado por Maciej J. Bartkowski en Lynne Rienner Publishers.

Malika Rahal

Malika Rahal , nacida en 1974 en Toulouse , es una historiadora francesa y argelina. Especializada en la historia de Argelia y, más en general, del Magreb contemporáneo. Después de haber sido profesora universitaria en Seine-Saint-Denis , fue profesora en la Universidad de Nottingham. Es investigadora del Instituto de Historia del Tiempo Presente (IHTP), una unidad del CNRS .

Argelia

Argelia está en la ribera mediterránea, en el norte del continente africano. Cuenta con una extensión de 2’38 millones de kilómetros cuadrados. Tiene una población de 44’9 millones de personas y es uno de los países africanos más desarrollados. Su Índice de Desarrollo Humano es de 0’745, considerado alto y ocupa en dicha clasificación el puesto 91 de 191 países.

Índice de Desarrollo Humano

En los últimos años, dos libros importantes se han centrado en la violencia de la conquista y colonización francesa de Argelia que comenzó en 1830.  Coloniser, Exterminer  de Olivier Le Cour Grandmaison enfatiza el papel que las colonias como Argelia jugaron en el desarrollo de formas militares de violencia, luego importado a Europa, mientras que Benjamin C. Brower presenta una fina descripción de los medios violentos utilizados por el ejército francés para controlar el desierto argelino después de la conquista.  Al hacerlo, ambos autores van más allá de los episodios bien conocidos de la resistencia armada argelina, en particular la resistencia armada de Amir Abd-al-Qadir en las décadas de 1830 y 1840, y la guerra de independencia en 1954-1962, para volver a enfatizar la duración y intensidad de la violencia en la resistencia contra la ocupación colonial francesa de Argelia.  Sin embargo, tal discurso deja poco o ningún espacio narrativo para descubrir la existencia y discutir el papel de otras formas de lucha noviolentas desarrolladas por los argelinos contra la ocupación colonial francesa.

En Argelia después de la independencia, figuras como Amir Abd-al-Qadir, Bach-agha El-Moqrani (líder del levantamiento de 1871) y Shaikh Bouamama (líder de la insurrección de 1881-1908) fueron celebradas en lieux de mémoire:  calles y plazas recibieron su nombre y se erigieron estatuas.  Los rostros más omnipresentes de la lucha nacionalista en Argelia han sido, sin duda, los shuhada (mártires) que dieron su vida en la guerra por la independencia.  Su constante conmemoración ocupa gran parte del espacio público y se les recuerda regularmente en discursos y ceremonias oficiales.  El 20 de agosto fue elegido como el Día de los Mártires, marcando el violento levantamiento en la región de Constantine en 1955.  Fue una de las funciones principales del antiguo ministerio muyahidin (veteranos) publicar y transmitir narraciones de individuos combatientes en folletos, artículos periodísticos y películas populares glorificaban la lucha armada y sacralizaban el sacrificio de los mártires.  Se utilizaron azulejos de cerámica que representan figuras de mártires para decorar la ciudad de Argel;  de hecho, Argelia es conocida como blad milyun shahid (el país del millón de mártires).   En 1988, se construyó un monumento nacional en conmemoración de su sacrificio:  el Maqam Shahid, visible desde todos los lados de la bahía, tiene tres estatuas a sus pies.  Dos representan a un soldado del Ejército de Liberación Nacional (ALN) portando armas y el otro a un campesino armado, todos ellos símbolos de una nación unida en armas.  Por último, en sus preámbulos, las Constituciones argelinas de 1963, 1976 y 1987 enfatizaron el papel de liderazgo del Frente de Liberación Nacional (FLN) y el ALN en la conquista de la independencia, presentan la resistencia violenta como la última herramienta de liberación y glorificaron la memoria de shuhada y la dignidad de los muyahidin.

Cuando el FLN llegó al poder después de la guerra de independencia, su reinterpretación de los hechos pasados produjo una historia oficial de la lucha por la liberación que era unívoca y lineal.  Era una narrativa lineal porque afirmaba que el nacionalismo había sido transmitido a través de un hilo ideológico único, una genealogía política que vinculaba al FLN con la Étoile Nord-Africane creada en 1926 entre los trabajadores argelinos en París, el Parti du Peuple Algérien (PPA) establecido en 1937 y el Mouvement pour le Triomphe des Libertés Démocratiques (MTLD) establecido en 1946.  El FLN fue un avatar último y por excelencia de todos estos partidos políticos.  En consecuencia, todas las demás organizaciones políticas fueron consideradas ilegítimas y negadas sus contribuciones a una lucha nacional.  También era una narrativa unívoca porque definía la argelina como árabe en lengua y musulmana en religión, excluyendo así simbólicamente, y hasta cierto punto prácticamente, otras lenguas (francés o bereber) y religiones (cristiana o judía).   Además, el colectivo subsumía al individuo para adaptarse a la ideología populista del FLN:  como había habido un solo “héroe, el pueblo”, la glorificación individual solo se aceptaba para los mártires.  Como resultado, hasta años recientes, los relatos personales en forma de autobiografías, biografías y memorias eran un género ausente de la historia moderna de Argelia.

Las limitaciones establecidas por la historia oficial no solo influyeron en las conmemoraciones públicas y las narraciones vernáculas, sino que también afectaron la escritura de la historia académica en Argelia y en Francia, donde se estaba escribiendo gran parte de la historia de Argelia.  La biografía de Benjamin Stora de 1986 de Messali Hadj, líder del Movimiento Nacional Argelino (MNA), organización rival del FLN, fue sin duda un esfuerzo subversivo tanto en forma como en tema, poniendo en primer plano a una figura rechazada de la historia oficial.  Mostró cómo, en todo momento, Messali se enfrentó a decisiones sobre opciones tácticas que eran más complejas y matizadas que una división simplista entre acción legal y lucha armada.  Tras el aflojamiento de la censura en la década de 1990, se publicaron algunas narraciones autobiográficas.  Estas fuentes son fundamentales para describir y dar cuenta de ciertas formas de resistencia colectiva, en particular, tipos más informales de desafío.  Por ejemplo, revelan vínculos entre el funcionamiento de asociaciones culturales, sindicatos y partidos políticos.   Las historias de la infancia enfatizan la importancia del movimiento de exploradores como medio de resistencia.  Las autobiografías revelan cómo las personas enfrentaron la colonización en un nivel más íntimo, individual y familiar en lugar del nivel más organizado de los partidos políticos.

Clásicamente en los estados poscoloniales, los movimientos armados victoriosos crearon narrativas nacionales que a menudo los ayudaron a mantenerse en el poder y moldear la nación.  En Argelia, después de 1962, la historia oficial presentó los métodos violentos revolucionarios y la guerra de guerrillas como el único medio posible por el cual se podría haber logrado la independencia.  Esta narrativa se institucionalizó en la academia argelina durante la década de 1970, mientras que el monopolio estatal sobre la publicación de libros, incluidos los libros de texto de historia, no dejaba salida a narrativas en competencia. 

Como resultado, el uso de formas noviolentas de resistencia, tales como la formación

y el trabajo de asociaciones culturales o la organización política noviolenta (en particular, durante la “década de los partidos políticos” después de la Segunda Guerra Mundial), apareció como nada más que “dilatoria y una discusión sin sentido”, en palabras del historiador y ex activista Mohammed Harbi.   Y han sido aceptados como tales incluso por aquellos que participaron activamente en ellos y los dirigieron.  Tales actitudes dieron como resultado una pérdida de la memoria colectiva de las formas de acción noviolentas mientras que, en realidad, las asociaciones y sindicatos culturales, así como las redes sufíes y familiares, en gran parte de manera tácita y noviolenta, habían resistido y luego desafiado abiertamente la colonización.

La ocupación colonial francesa de Argelia

El proyecto colonial francés en Argelia supuso una compleja estrategia de sometimiento y su severidad e intensidad condicionaron la resistencia de los indígenas.  A la conquista territorial de 1830 le siguió la ocupación militar que se prolongó hasta 1871.  Como consecuencia de la imposición de un nuevo régimen colonial tras la derrota de Abd-al-Qadir, el poder de la clase aristocrática guerrera, los jawad, se fue reduciendo paulatinamente, y el sistema tribal que había organizado la sociedad en Argelia se desintegró.  Tan significativa como la derrota de las insurrecciones militares de Mohamed El-Moqrani (1871–1872) y Shaikh Bouamama (1881–1908) fue la desculturización de esta sociedad beduina.  Las consecuencias culturales fueron drásticas.  En los primeros veinte años de la ocupación, el número de escuelas indígenas se redujo a la mitad.  En 1914, sólo uno de cada veinte niños indígenas tenía acceso a la educación francesa.  A fines del período colonial, las universidades francesas graduaban anualmente solo unas pocas docenas de estudiantes de la población colonizada, la mayoría de los cuales eran analfabetos en árabe.  La lengua árabe clásica era de hecho una de las primeras víctimas de la colonización:  bajo el dominio colonial, no hubo equivalente a las universidades de Qarawiyyin en Fez (Marruecos) o Zaytuna en Túnez.  El establecimiento de escuelas con el árabe como lengua de instrucción estuvo sujeto a varios tipos de trabas burocráticas y permisos que, de facto, lo hicieron imposible.

Argelia también fue una colonia de colonos a la que emigraron muchos franceses y otros europeos.  En 1860, 200.000 europeos vivían en Argelia y poseían 340.000 hectáreas de tierra (que aumentaron a más de 1,2 millones de hectáreas en 1881).  Las formas de despojo iban desde la compra directa de tierras (de dudosa legalidad) hasta la expropiación y confiscación de tierras como forma de castigo colectivo.  El desarraigo de grandes porciones de la población tuvo consecuencias a largo plazo para las familias de pastores y agricultores que se vieron empujadas a la pobreza y obligadas a migrar.  En un país donde más del 90 % de la población había sido rural, la perturbación fue considerable.  Esta traumática y contundente transformación marcó la memoria de la conquista para las décadas venideras.

Por último, después de 1848, Argelia ya no era legalmente una colonia sino una extensión de la República Francesa, pero una región de Francia donde la población local al principio fue excluida de la ciudadanía francesa y nunca obtuvo plenos derechos de ciudadanía.  Hasta 1945, la población indígena no elegía representantes y el code de l’indigénat (ley indígena) establecido en 1874 creó una serie de delitos aplicables únicamente a los argelinos, limitando sus libertades constitucionales.

Sin embargo, incluso en el apogeo de la dominación colonial francesa, la sociedad colonizada nunca dejó de resistir.  Entre los estallidos episódicos de resistencia armada del siglo XIX y la revolución armada que comenzó en 1954, se desarrollaron formas noviolentas de conquista y colonización duraderas y resistentes.  Durante la larga era de la colonización, evolucionaron de una reacción orgánica para proteger el tejido colectivo de la sociedad indígena argelina a la reivindicación de la plena ciudadanía y soberanía del pueblo.

Resistencia contra la conquista del Tierra e imposición de una nueva autoridad

La emigración masiva como forma de resistencia colectiva

Una de las formas de resistencia noviolenta que más inquietó a las autoridades francesas en los primeros años de la conquista fue la emigración de los argelinos.  Las primeras emigraciones se vieron obligadas por la invasión y posterior pacificación, así como por la represión que siguió a cada levantamiento.  Sin embargo, ya en 1830, la emigración también parece haber sido una forma de resistencia a la imposición de la autoridad no musulmana, según la práctica musulmana de hijra.  Según el demógrafo Kamel Kateb, los argelinos abandonaron el país principalmente hacia Marruecos, Túnez, Siria, Palestina o Egipto y, en menor medida, hacia otros países musulmanes.

Los franceses encontraron problemáticas estas oleadas de emigraciones y finalmente tomaron medidas contra ellas.  Aunque la emigración benefició a los colonos europeos al liberar tierras, también planteó problemas:  el éxodo masivo tenía un claro significado político que avergonzaba a las autoridades.  Otros costes para los franceses fueron que la partida de las tribus contribuyó a la ruptura del orden público en Argelia y al aumento del bandolerismo, mientras que la economía francesa emergente en Argelia se vio obstaculizada por la pérdida de mano de obra.  Generalmente, estas migraciones fueron acciones visibles realizadas por grandes grupos de familias de una misma ciudad o región, convencidas de la necesidad de partir como reacción a las nuevas condiciones coloniales.  Estas personas huyeron de un gobierno no musulmán, la confiscación de sus tierras y el reclutamiento militar posterior.  Esperaban que la emigración preservaría su cultura e identidades sociales amenazadas por la conquista francesa.  Mientras que las primeras olas de emigración son imposibles de medir, las posteriores muestran la amplitud del fenómeno.  La última emigración masiva fue la partida hacia Siria de 508 familias de la ciudad de Tlemcen en 1910-1911 en reacción a la amenaza de conscripción al ejército francés.

La escala del movimiento de emigración revela la profundidad de la ruptura social en y después de 1830.  El año “1830 fue el fin del mundo”, señala James McDougall, refiriéndose a las consecuencias internas de la conquista.  Al ver la emigración masiva como un desafío al poder colonial, las autoridades francesas realizaron encuestas para analizar los flujos de emigración e intentaron bloquearlos negando los permisos necesarios.  Eso, sin embargo, no impidió que muchas familias abandonaran el país ilegalmente.  Las autoridades también amenazaron a las tribus con la confiscación de sus tierras, excluyendo así la posibilidad de su regreso o de beneficiarse de la riqueza que poseían.  El tema también era diplomáticamente sensible ya que generaba tensiones con los países de destino.  En algunos casos, las familias de inmigrantes se negaron a registrarse en el consulado francés y rápidamente se mezclaron con la población local.  En otros casos, sin embargo, las autoridades locales buscaron la ayuda de Francia para gestionar el gran número de inmigrantes recién llegados.  Además, como señala Kamel Kateb, esta acción noviolenta amenazó la seguridad impuesta por Francia en Argelia, ya que las poblaciones argelinas hostiles comenzaron a concentrarse en las fronteras de Marruecos y Túnez en un momento en que estos países aún no eran protectorados franceses.

Rechazo y boicots

En las primeras décadas de la colonización, especialmente bajo el gobierno de Napoleón III y con la “misión civilizadora” ganando popularidad entre muchos oficiales de los Bureaux arabes (oficinas coloniales encargadas de recolectar y analizar información sobre la población colonizada y de diseñar una política hacia la población indígena), la misión de “iluminar” y reeducar a la población indígena se volvió central en varios proyectos.  Daniel Rivet describe los esfuerzos por asentar poblaciones nómadas, es decir, por crear nuevas aldeas diseñadas por arquitectos franceses siguiendo un modelo occidental.  A pesar de equiparlos con hammams (casas de baños) y mezquitas, el fracaso de estos asentamientos fue estrepitoso;  por ejemplo, las mujeres rechazaron estos nuevos lugares y se negaba a permanecer en ellos.  Las autoridades también se enfrentaron a la negativa local a adoptar los servicios médicos proporcionados por el ejército.  Si bien se instalaron enfermerías entre ciertas tribus, parece que la gente no suscribió las formas de medicina preventiva que se ofrecían,  limitando así sus visitas a tiempos de crisis y necesidad de medicina curativa.

La educación occidental también encontró una falta de cooperación silenciosa.  Así, las escuelas franco-árabes creadas entre las tribus no tuvieron éxito.  Un jefe de la Oficina Árabe explicó que “los pueblos indígenas consideran que enviar a sus hijos a la escuela es el deber más oneroso que les imponemos”.  El colegio imperial de Argel se estancó mientras que dos escuelas, abiertas para mujeres indígenas en Argel y Bône, fracasaron por completo por falta de alumnas.  En términos más generales, Yvonne Turin identifica lo que ella llama un período de rechazo escolar (boicot a las escuelas francesas) por parte de familias argelinas notables, su objetivo previsto, que duró al menos hasta la década de 1880.  Estas familias consideraban inaceptable confiar la educación de sus hijos a personas no musulmanas y de habla no árabe.  En otras palabras, los intentos colonialistas de apoderarse y transformar las mentes y los cuerpos de la población colonizada se enfrentaron a una forma persistente de resistencia muda que los franceses encontró extremadamente difícil de superar.  Para los que se quedaron en el país, esta negativa parecía ser la forma de oponer, resistir y perseverar en el frente a la dominación extranjera traída por la fuerza militar y el imperialismo económico.

El pintor y escritor francés Eugène Fromentin comentó: “Incapaces de exterminarnos, ellos [la población local] sufren nuestra presencia;  incapaces para huir, nos evitan.  Su principio, su lema, su método es permanecer callados, desaparecer lo más posible y ser olvidados.  Ellos demandan poco:  exigen integridad y paz en su último refugio”.

Retiro

Para aquellos que permanecieron bajo el dominio colonial, otro medio de resistencia fue definir y proteger un espacio privado contra las perturbaciones e interferencias del sistema colonial que los rodeaba.  En consecuencia, los ámbitos de resistencia se convirtieron en la familia, el hogar y la vida espiritual y religiosa.  Estas esferas íntimas fueron lugares de refugio y permanencia de prácticas culturales e identitarias anteriores a la conquista.  El antropólogo Jacques Berque considera que la religión se convirtió en un “bastión de retirada” para la población colonizada de Argelia a fin de preservar su identidad.  Para aquellos que se negaron a huir a una tierra extranjera, les proporcionó los medios para una hijra interna:  un encuentro personal y profundamente emocional y psicológico, la migración y el retiro al “dominio interior” como una forma de resistencia.

En este proceso, prácticas aparentemente apolíticas y personales sufrieron transformaciones que las politizaron.  En particular, las prácticas de las mujeres —su comportamiento, vestimenta y rol en la familia— adquirieron una importancia política al convertirse en símbolos de resistencia cultural a la dominación europea y un reflejo de una creciente identidad nacional.  Los padres, esposos y hermanos ahora veían a las mujeres argelinas como depositarias de la identidad cultural, que necesitaba una protección especial ya que preservaba los valores familiares y sociales frente a la desintegración gradual de la cultura local y la invasión “afrancesamiento”.   Porque los hombres europeos estaban particularmente interesados en las mujeres “orientales” —sobre todo para pintarlas, luego para  fotografiarlas—, las mujeres argelinas estaban cada vez más bajo la protección especial de hombres y más confinadas en sus hogares, reforzando la resistencia tácita contra la expansión cultural extranjera pero al mismo tiempo aumentando la brecha de género y exacerbando la masculinidad.  Del mismo modo, el velo (entonces bajo la forma de haïk, un largo velo que cubría todo el cuerpo) adquirió una nueva importancia como medio para proteger a las mujeres —y con ellas el núcleo de la identidad colectiva— de la mirada de los europeos.  Todo el cuerpo se convirtió en un medio para resistir la interrupción y la intrusión extranjera.

Resistencia de las Hermandades Sufíes

En este contexto, las hermandades sufíes pasaron a desempeñar un papel importante en la resistencia a la presencia francesa en Argelia.  En varios casos, lideraron o apoyaron insurrecciones armadas contra los franceses y brindaron refugio a los líderes de las insurrecciones armadas después de su derrota.  Sin embargo, según Julia Clancy-Smith, también hubo episodios durante los cuales la tensión colonial que involucraba a las hermandades sufíes alcanzó su punto máximo sin transformarse en resistencia violenta.

A principios del siglo XIX, la población colonizada se movilizó para proteger un centro sufí, el Rahmaniyya zawiya, en el oasis al-Hamil cerca de Bu Sa’ada, al sur de Argel, contra los intentos franceses de controlarlo.  Los franceses habían arrasado varios centros sufíes anteriores, pero este complejo, construido en 1863, se convirtió en el más popular de Argelia, con una prestigiosa escuela y una biblioteca rodeadas de granjas.  Dirigida por Shaikh Sidi Muhammad de la orden Rahmaniyya Sufi, atrajo a aquellos que querían beneficiarse de su santa baraka (bendición), ya sea siguiendo el rico plan de estudios proporcionado por la escuela o incluso eligiendo ser enterrados en los terrenos de zawiya (escuela religiosa).  La gente expresó así su deseo de descansar en una tierra aislada de la injerencia extranjera.  Las autoridades francesas desconfiaban de esta poderosa influencia fuera de su control.  También codiciaron la riqueza de la zawiya:  su dinero en efectivo y las propiedades de la tierra y los rebaños. Sidi Muhammad había evitado enfrentarse directamente a los franceses, pero se resistió a cumplir con el régimen colonial al insistir en su deber religioso de brindar refugio a sus compañeros musulmanes, incluidos los rebeldes militares derrotados y otros fugitivos de los franceses.  Entre Sidi Muhammad y los franceses, había “un pacto tácito, pero mutuamente vinculante, cuyos términos implícitos otorgaban orden político a cambio de autonomía religiosa”.

Sin embargo, en 1897 los franceses vieron su oportunidad de tomar el control de la zawiya cuando Sidi Muhammad murió sin que su sucesión estuviera clara.  En el conflicto por la sucesión, los franceses apoyaron las pretensiones del sobrino de Sidi Muhammad frente a las de su hija, Lalla Zaynab. Como mujer, argumentaron, sería débil, incapaz de administrar la zawiya de manera efectiva y se convertiría en una herramienta flexible en manos de los elementos antifranceses.  Lalla Zaynab, sin embargo, a pesar de su aparente fragilidad, resistió con éxito a los franceses hasta su muerte (en 1904). Primero, protegió la zawiya contra su rival negándole el acceso.  Más tarde exigió la protección francesa, utilizando las inconsistencias en las políticas francesas y calculando que no se atreverían a desalojarla por la fuerza, como efectivamente fue el caso.  Los franceses encontraron en ella un personaje vergonzoso para tratar:  sus elecciones del celibato y la virginidad aumentaron su influencia espiritual y su poder social.  Como señala Clancy-Smith, la historia revela “la ausencia de un mecanismo colonial para contener rebeliones noviolentas a pequeña escala, particularmente dirigidas por mujeres musulmanas”, y enfatiza que esto también fue cierto en Túnez, particularmente donde las zawiyas estaban encabezadas por mujeres.

Resistencia contra las políticas estatales excluyentes

El Movimiento Jeunes Algériens (Jóvenes Argelinos)

El cambio de movimientos religiosos u oposición limitada a la esfera privada a una participación más abierta y pública en diversas asociaciones culturales y organizaciones políticas coincidió con el surgimiento del movimiento Jeunes Algériens a principios del siglo XX.  Sus líderes y miembros eran una pequeña élite de francófonos, con un núcleo de quizás 1.000 miembros.  Eran producto de la escolarización francesa que exigía que los principios republicanos enseñados en la escuela, encarnados en plenos derechos de ciudadanía francesa, se aplicaran a la población colonizada de Argelia.  Sin embargo, sus reclamos de ciudadanía siempre se encontraron con políticas que establecían limitaciones a la ciudadanía plena.  Una condición para adquirir plenos derechos de ciudadanía era inaceptable para muchos:  el requisito de renunciar al estatus legal musulmán y, por lo tanto, quedar sujeto al código civil francés para asuntos personales como el matrimonio o la herencia.

Esta condición que muchos argelinos consideraron equivalente a la apostasía y un golpe más a lo que quedaba de su identidad colectiva.

En su lucha por los derechos ciudadanos, los Jeunes Algériens desarrollaron nuevas instituciones y prácticas:  establecimiento e impresión de revistas y periódicos, apertura de clubes culturales y fraternales, organización de mítines políticos y realización de campañas electorales locales que movilizaron a la élite.  Más ampliamente, las asociaciones (particularmente las asociaciones culturales) se convirtieron en la principal herramienta para involucrar a la población en la formación y consolidación de sus prácticas colectivas separadas de las francesas.  Las asociaciones literarias, musicales, geográficas y deportivas se multiplicaron en la década de 1920. Jeunes Algériens consideró que tales actividades estaban directamente vinculadas a la visión de un ciudadano consciente, educado e involucrado públicamente en la conducción de iniciativas cívicas y políticas.  La visión del ciudadano estuvo muy influida por la política republicana francesa.  Los periódicos de los Jeunes Algériens publicaron ideas para reformas políticas que también fueron promovidas en manifiestos, peticiones y delegaciones enviadas a Francia.  Exigieron un parlamento representativo, un sistema tributario más justo y un acceso igualitario y competitivo a los cargos en la administración.  Sin embargo, la administración francesa en Argelia y los periódicos argelinos franceses los vituperaron constantemente por sus “actitudes antifrancesas”.  Aunque no lograron obtener plenos derechos de ciudadanía, las actividades asociativas del movimiento sentaron bases importantes para el surgimiento de otras organizaciones políticas, incluida la Fédération des élus indigènes (Federación de Representantes Indígenas Electos) que a su vez ayudó a politizar a algunas partes de la población argelina y actuó como una de las raíces del nacionalismo argelino.

El reformismo islámico y la cultura del nacionalismo

En la década de 1930, surgió otro movimiento que compartía las preocupaciones de Jeunes Algériens por el desarrollo cultural:  el Movimiento Ulama encabezado por Shaikh Abdelhamid Ben Badis.  En dos décadas, este movimiento se convirtió en una red nacional de escuelas y asociaciones que promovían una versión reformada del Islam y el conocimiento del idioma árabe.  Al hacerlo, tomó y continuó la tradición de los movimientos nacidos en Egipto de Nahda (renacimiento árabe) e Islah (reforma islámica).  La lógica ya no era la de cobijarse en la identidad colectiva, sino la de revitalizarla volviendo a sus supuestas raíces.  Esto significó una forma salafista del Islam (siguiendo el modelo de los antepasados, el Profeta Muhammad y sus compañeros) que fue limpiado de influencias sufíes (en particular, el culto de los santos en el zawiyas) consideradas como desviaciones del Islam supuestamente original, y la propagación y difusión del árabe (contra el que habían luchado las fuerzas coloniales) a través de una pedagogía modernizada.

A pesar de negarse a entrar en la escena política institucionalizada (por ejemplo, como partido político), el lema de los ulama muestra claras implicaciones políticas:   “El Islam es mi religión, Argelia mi patria y el árabe mi idioma”.  El movimiento desarrolló lo que James McDougall llama una cultura de nacionalismo que se basaba en un discurso histórico de lo que significaba ser argelino.  Al promover el pensamiento nacionalista, las escuelas de ulama valoraron mucho las enseñanzas sobre la historia de la conquista árabe en el norte de África.  Ulama también alentó la importación de Egipto de libros de historia que promovían la historia y los valores arabomusulmanes.  Este discurso nacional se sustentaba en nuevas prácticas que ayudaban a que una Argelia recién inventada se encarnara en la música, el teatro espectáculos y celebraciones religiosas. Por ejemplo, los círculos culturales organizaban dramatizaciones donde los escolares interpretaban grandes figuras del pasado musulmán o norteafricano.  Ulama creía que la espiritualidad debilitada permitía la dominación extranjera y la colonización continua.  En consecuencia, pretendían limpiar las prácticas religiosas de aquellos aspectos tradicionales vistos como heterodoxos o mágicos y, por lo tanto, como debilitadores espirituales de la población argelina en su lucha contra la dominación extranjera.

Politización de las formas culturales de resistencia

La década posterior a la Segunda Guerra Mundial se caracterizó por la integración de prácticas colectivas noviolentas previamente destacadas (por ejemplo, organización cultural, reuniones y festividades) y su desarrollo posterior dentro de los marcos de nuevos partidos políticos.  La apertura política, aunque todavía limitada ya que los argelinos tenían menos derechos que los colonos europeos, permitió a la población colonizada participar en las elecciones legislativas y alentó a las fuerzas políticas a organizarse en partidos de masas.  Esto resultó en el establecimiento en 1946 de la Union Démocratique du Manifeste Algérien (UDMA) dirigida por Ferhat Abbas y el MTLD dirigido por Messali Hadj.  Se unieron al Partido Comunista de Argelia (PCA) en representación de la población colonizada.

Los partidos políticos no se limitaron al trabajo convencional de luchar en las elecciones y enviar representantes al parlamento.  Se convirtieron en promotores de una forma más amplia de resistencia cultural que no se limitaba al dominio personal como en épocas anteriores.  Esta resistencia cultural se volvió genuinamente colectiva y creativa bajo los auspicios de los partidos que asumieron la lucha por la creación de un yo colectivo y por la formación de un pueblo argelino (aunque tenían definiciones diferentes de lo que debería ser este pueblo).  Los partidos políticos se convirtieron así en empresarios de la cultura nacional.

Por ejemplo, mientras que la UDMA y la PCA consideraban que los europeos que vivían en Argelia serían naturalmente parte del país independiente, la PPA y el MTLD consideraban que ser argelino significaba ser árabe y musulmán.  Las compañías musicales o de teatro argelinas se abrieron camino en los mítines políticos, popularizando así el discurso nacionalista.  Varios grupos profesionales fueron a menudo invitados a mítines políticos a representar obras de teatro, mientras que a las asociaciones de niños (en particular, scouts o estudiantes de las escuelas de ulama) estrechamente vinculadas a uno u otro partido se les pedía que representaran sketches con un mensaje explícitamente nacionalista, religioso o moral.  La policía entendió claramente el impacto que tales eventos podrían tener y los inspeccionó de cerca, tomando nota de los nombres de los actores, los temas y el vocabulario utilizado.  Un informe de vigilancia escrito por la policía de Orán en septiembre de 1951 describía una reunión política:

Los estudiantes de la escuela Falah interpretaron en árabe una obra de teatro en cuatro actos, titulada “Unión”.  La obra mostraba a cuatro hermanos, peleándose entre sí, cuyo padre, Atlas, fue arrestado y encarcelado por un sultán ambicioso.  Ante esta situación, los niños se reconcilian y logran liberar a su padre.  La alusión al presente es directa:  los cuatro hijos son la UDMA, el MTLD, el PCA y la asociación Ulama:  se unen para luchar contra el imperialismo.

Los partidos políticos —en especial la UDMA, muy ligada a los ulemas— poco a poco ayudaron a sentar las bases de una nueva historia nacionalista.  Los periódicos del partido publicaron artículos que contribuyeron a la escritura de una historia nacionalista.  Conmemoraban figuras nacionalistas como Amir Abdal-Qadir o Abdelhamid Ben Badis, fechas históricas (el Manifiesto del Pueblo Argelino de 1943), y promovían la historia árabe o islámica.  Los mítines del partido se construyeron ritualmente en torno a varias entregas cuidadosamente coreografiadas y secuenciadas, incluidas las conmemoraciones de eventos pasados (en particular, la sangrienta represión de mayo de 1945) y celebraciones de figuras nacionalistas.  Cualquier mitin del partido incluía una breve conferencia histórica durante la cual los oradores rechazaron la noción de que Argelia había sido un páramo antes de la llegada de los franceses.  Las manifestaciones desacreditaron la erudición colonial (según la cual, para dar solo un ejemplo, las poblaciones bereber y árabe diferían, siendo la primera más cercana al cristianismo y la cultura europea que la segunda) y glorificaron la historia árabe al demostrar su valor frente a la dominación colonial.  Las actividades relacionadas con el partido también promovieron ritos, costumbres y símbolos nacionales.  Se popularizaron varias versiones de la bandera argelina y se cantaron canciones patrióticas nacionales enseñadas en las escuelas de ulemas o en las tropas scouts durante los mítines.  El partido también celebró conferencias relacionadas con temas como la moralidad, la religión, la higiene y la prevención de enfermedades durante las cuales la línea entre lo político y lo cultural, social y religioso finalmente se desdibujó.  Todas estas acciones colectivas noviolentas se consideraron necesarias para formar ciudadanos con conciencia nacional mejorando su educación y conocimiento de la historia y la cultura argelinas, sus costumbres y su bienestar físico.

La intensidad de la vigilancia policial y su represión llevó a todas las partes— incluidos los que se opusieron a una insurrección armada, para encontrar medios de autoprotección.  Muchos ex militantes cuentan historias de haber realizado reuniones en el bosque, lejos del pueblo, para evitar a la policía.  Los archivos también revelan cómo los partidos emplearon a sus miembros más jóvenes para garantizar la seguridad de una reunión impidiendo la entrada de posibles informantes de la policía:  bloqueando la puerta, revisando las tarjetas de membresía y advirtiendo a los miembros del partido de la presencia policial para permitirles dispersarse.  En los frecuentes casos en que los periódicos fueron incautados por la censura, se organizaron medios alternativos de distribución.  La juventud del MTLD organizó varias campañas durante las cuales se escribió la inscripción “Algérie libre” (Argelia libre) en las paredes de las ciudades, folletos se repartieron rápida y discretamente, y se organizaron mítines relámpago en las plazas de los mercados antes de que la policía tuviera tiempo de intervenir.

Las campañas electorales posteriores a 1948, cuando la administración francesa comenzó sistemáticamente a manipular las elecciones a gran escala, dramatizaron el conflicto.  Los partidos nacionalistas, que nunca renunciaron por completo a participar en las elecciones, intentaron constantemente desarrollar nuevas estrategias para neutralizar la intervención administrativa en el proceso electoral.  En Constantine en 1951, se alentó a los militantes del partido a evitar “incluso a costa de sus vidas, el intercambio de urnas”, una forma común de fraude electoral.  Los afiliados a los partidos también fueron capacitados para ser más eficientes en el control de los colegios electorales;  su presencia el día de las elecciones fue un problema tan grande para las autoridades que a menudo provocó arrestos o peleas con la policía.

Las prácticas descritas anteriormente eran poco convencionales e implicaban un grado de participación física que iba más allá de la política de partidos tradicionales y las campañas electorales.  En un contexto colonial donde el simbolismo nacionalista constituía una amenaza al statu quo y donde la democracia era una mera formalidad, los intentos de crear narrativas nacionales y definir el significado de una nación, de defender y ampliar el espacio político autónomo, de proteger la legalidad de la elecciones, y para proteger a los votantes del acoso policial se convirtió en formas intensas de resistencia noviolenta a la opresión colonial.

Sindicalismo argelino

Tanto el PCA como el MTLD tenían vínculos estrechos con los sindicatos después de la Primera Guerra Mundial.  La mayoría de los trabajadores argelinos estaban afiliados a la Confédération générale du travail (CGT) francesa que no siempre atendió los llamados de sus activistas argelinos para discutir la cuestión nacional mientras su dirección se mostró reacia a nombrar nacionalistas argelinos en puestos clave.  Sin embargo, según el exlíder sindical Boualem Bourouiba, los trabajadores argelinos sindicalizados (por ejemplo, en los muelles) no eran todos comunistas y muchos eran miembros de otros partidos nacionalistas (el MTLD y, en menor medida, la UDMA) después de la Segunda Guerra Mundial.  No fue hasta 1956 cuando se creó la Union général des travailleurs algériens (UGTA), ligada al FLN.

Los sindicalistas argelinos tuvieron un papel esencial en la organización de la solidaridad con otros territorios franceses ocupados.  Por ejemplo, en la década de 1950, los sindicatos de trabajadores portuarios de Argelia pidieron a los trabajadores que dejaran de cargar armas para enviarlas a las fuerzas francesas en Vietnam, donde los franceses estaban librando una guerra contra un movimiento por la independencia.  En algunos casos, estas acciones se coordinaron con huelgas en la propia Francia, como en marzo de 1952 cuando los trabajadores portuarios de Marsella y Orán se negaron a cargar armas para Vietnam.

Varios ejemplos muestran creatividad en el uso de huelgas generales.  El 25 de Abril de   1952 fue declarado día de luto en solidaridad con Túnez, donde miles de activistas independentistas habían sido detenidos y cientos asesinados en los últimos meses por la represión francesa.  En Argelia, los partidos políticos y los sindicatos organizaron, en todo el país, una huelga general y una serie de acciones colectivas noviolentas, como boicots y protestas.  La prefectura de Constantina señaló que en los días previos a la huelga general, “emisarios recorrieron los barrios árabes de Constantina e invitaron a las mujeres musulmanas a quedarse en casa el viernes, en particular a las familias que trabajaban en Europa”.   El 25 de abril, se llevaron a cabo acciones colectivas en todo el país, con trabajadores y comerciantes en huelga y manifestaciones callejeras incluso en localidades más pequeñas.  Se bloqueó el tráfico en los principales puertos argelinos.

A pesar del apoyo popular a esas acciones, siguieron siendo relativamente raras.  Se pueden ofrecer tres explicaciones para esto.  Primero, el sindicalismo argelino, como fuerza efectiva en la lucha contra el colonialismo, se vio debilitado por la ausencia de un sindicato nacional y la imposibilidad de llegar a todos los segmentos de lo que aún no era una clase obrera.   Segundo, como consecuencia, los partidos fueron los principales organizadores de las acciones a nivel nacional, pero la competencia entre los tres partidos nacionalistas fue intensa y bloqueó la cooperación estratégica;  la huelga de abril de 1952 fue una excepción de corta duración.  Tercero, los partidos políticos divergieron dramáticamente sobre la conveniencia de la protesta noviolenta masiva, una indecisión que surgió de la experiencia traumática de las masacres de mayo de 1945.  El día que se celebraba la rendición alemana en la Segunda Guerra Mundial, las manifestaciones noviolentas en el este de Argelia se convirtieron en disturbios y ataques antieuropeos después de que la policía disparara contra los manifestantes que ondeaban una bandera argelina en Sétif.  En los días y semanas que siguieron, tanto las autoridades francesas como las milicias europeas armadas recorrieron la región de Constantina perpetrando ejecuciones sumarias y masacres mientras los cruceros y portaaviones estacionados en Bougie Bay bombardeaban pueblos.  Miles fueron asesinados y la mayoría de los líderes nacionalistas fueron detenidos durante varios meses.  En los años siguientes, circularon relatos aterradores de la violencia contra la población colonizada, incluidos los relacionados con la quema de cadáveres en los hornos de cal de Heliópolis.

El trauma de mayo de 1945 retrasó durante años la participación colectiva.  Combinado con las medidas opresivas de las autoridades para impedir la acción unificada y las diferencias entre los nacionalistas sobre el uso de formas alternativas de movilización y compromiso fuera de las reglas establecidas por la administración colonial, los argelinos sintieron que su elección era consentir participando en el proceso electoral amañado y discriminatorio o rechazar esta forma legal de acción a favor de lucha armada.

Acciones noviolentas capturadas por el fervor de la lucha violenta

El FLN logró su posición dominante sobre otras facciones políticas argelinas mediante el uso de la violencia contra los adversarios políticos en lo que de hecho fue una “guerra argelo-argelina”  y luego mediante la cooptación forzosa y voluntaria de antiguos rivales políticos.  Organizó varias acciones noviolentas como herramienta de movilización y preparación para la guerra, con el objetivo de conseguir y mostrar un amplio apoyo popular.  La primera gran iniciativa fue una huelga permanente de estudiantes que comenzó en mayo de 1956, sin demandas explícitas pero expresando su apoyo al FLN y sus objetivos.  Mientras se presentaba como un simple boicot a las universidades francesas, la huelga de hecho, obligó a la élite intelectual y a las familias prominentes a involucrarse.  También politizó franjas de estudiantes disponibles para acciones más extremas y atrajo nuevos reclutas para la ALN con nuevos combatientes. El paro estudiantil permanente suscitó desacuerdos generales sobre el papel que debían jugar los estudiantes e intelectuales en la lucha nacional:  algunos argumentaban que el boicot estudiantil a su educación estaba mal en principio y ponía en peligro el futuro capital intelectual del país;  el contraargumento era que los intelectuales debían mostrar su vínculo orgánico con la población a través de su disposición a participar en cualquier forma posible o exigida por el FLN.  De manera similar, el FLN utilizó la huelga de ocho días en enero y febrero de 1957 para impulsar a la población a tomar una posición pública en apoyo del FLN y sus acciones, lo que a su vez ayudó a que la organización se presentara como la legítima voz del pueblo argelino.  Junto al genuino apoyo popular para el FLN y la causa nacional, también hubo una intensa presión sobre todos los trabajadores para que renunciaran a sus trabajos, cerraran sus tiendas y se quedaran en casa.  La huelga fue seguida en la mayoría de las grandes ciudades argelinas.  La fecha elegida, el 28 de enero, coincidió con la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas que adoptó una resolución a favor de la independencia de Argelia.  La huelga marcó el comienzo de la llamada Batalla de Argel, también conocida como la Gran Represión de Argel, y de hecho se utilizó para apoyar una lucha armada en curso y transformar a toda la población de Argel en combatientes en la guerra por la independencia, tarea que se hizo más fácil como resultado del posterior uso proporcional de la fuerza y la violencia por parte de los paracaidistas franceses que fracasó y alimentó la insurgencia en todo el país.  Para 1957, todas las acciones de resistencia sirvieron a los objetivos de avanzar en la lucha armada.  Estrategias noviolentas en lugar de ofrecer una alternativa a la violencia fueron secuestrados por el fervor de la insurrección armada y subordinados a un imperativo mayor de hacer la guerra.

Conclusión

 La colonización francesa en Argelia fue uno de los encuentros coloniales más intensos de los siglos XIX y XX.  La gravedad de la perturbación socioeconómica provocada por el régimen colonial y las duras condiciones de la colonización francesa en Argelia (incluidas las masacres de mayo de 1945) limitaron el abanico de formas posibles de actividades colectivas.  El hecho de que los partidos políticos y los sindicatos se desarrollaran más tarde en Argelia que en otros países del norte de África (Túnez o Egipto) estuvo indudablemente relacionado con el desmoronamiento de la sociedad argelina frente a la colonización.

Cuando las insurrecciones armadas no lograron repeler la conquista y ocupación militar, la población adoptó estrategias de resistencia y supervivencia persistentes.  La emigración y las formas más discretas de resistencia, como la retirada a dominios más íntimos y privados de la vida familiar, son difíciles de evaluar para los historiadores. Fue sólo con el surgimiento de los Jeunes Algériens y el desarrollo de asociaciones culturales en la década de 1920 que esta resistencia tomó dimensiones públicas más constructivas y colectivas.  Las actividades colectivas se convirtieron en un medio para pasar de la simple supervivencia a iniciativas más proactivas de reconstrucción del tejido social y revigorización de la sociedad colonizada, a pesar de las políticas coloniales restrictivas y opresivas en curso.

Los partidos políticos lograron aprovechar un repertorio de acciones noviolentas para movilizarse en la causa nacionalista, pero su falta de unidad y reticencia a utilizar métodos noviolentos más contundentes, como las huelgas generales, los hizo ineficaces para obtener concesiones políticas serias.  Esto explica en parte la narrativa teleológica de la historia de Argelia promovida por el FLN después de la independencia, según la cual la lucha armada era la única herramienta viable para obtener la independencia.  En consecuencia, la identidad nacional construida después de la guerra colonial se basó en una doble negación de la pluralidad: una pluralidad de ideologías políticas y partidos nacionalistas y su contribución a la lucha por un estado independiente;  y una pluralidad en la comprensión de lo que significaba y encarnaba lo argelino.  Este tipo de discurso negó en su totalidad el valor, el papel, el impacto y el legado de formas desarmadas de lucha colectiva.

Fue solo después de las manifestaciones de 1988, cuando las asociaciones cívicas y los partidos políticos volvieron a ser legales, que la intensidad de las experiencias pasadas de organización y acciones noviolentas pareció reactivarse:  en pocos días, se fundaron decenas de partidos políticos.  Prácticas noviolentas y redes activistas con raíces filosóficas, institucionales y prácticas en el período de la preindependencia se movilizaron repentinamente de nuevo.  Así, las décadas de la mitología nacionalista no habían logrado borrarlos por completo.